James Ellroy: ¡°Disfruto del lenguaje soez, los polis dando palizas a un detenido...¡±
El escritor recupera las dur¨ªsimas memorias sobre el asesinato de su madre y recibe en Barcelona el premio Carvalho del festival BCNegra
James Ellroy parece que habla solo; al menos, un par de veces. Perdonable: con 27 a?os, inmerso en psicosis anfetam¨ªnicas, en pleno delirium tremens que le dej¨® la mente en blanco y sin habla (llevaba cinco a?os ingiriendo de todo por boca y nariz), aprovech¨® una grieta de lucidez para apuntar su nombre en la cabecera de la cama del hospital. As¨ª estaba la cosa¡ No superaba lo de hac¨ªa 17 a?os cuando, con 10, regresando solo en taxi tras un fin de semana con su padre, vio cerca de casa coches polic¨ªa y ambulancias; lo intuy¨®, era por su madre: yac¨ªa violada y muerta en un descampado, medio desnuda, estrangulada con una media y un cordel, sin bragas, ni zapatos ni bolso¡ Nunca se hall¨® al culpable. Que ese ni?o escribiera a?os despu¨¦s algunas de las m¨¢s brutales novelas negras de todos los tiempos (La Dalia Negra, L. A. Confidential¡) y se le apodara ¡°el perro rabioso, diab¨®lico¡± de las letras estadounidenses, es casi l¨®gico. Y quiz¨¢ inevitable que exorcizara el crimen nunca resuelto de su progenitora en el m¨¢s descarnado de sus ya 23 libros: Mis rincones oscuros, angustiantes memorias que se recuperan en Espa?a (Literatura Random House) aprovechando su presencia en el festival de novela policiaca BCNegra, donde hoy se le entrega el premio Carvalho.
¡°He podido resistir por mi furiosa determinaci¨®n a escribir; siempre he preferido estar solo que con gente; estoy a gusto, aislado en mi habitaci¨®n, creando y en ese Los ?ngeles de la II? Guerra Mundial, que es donde vivo mentalmente y donde se enmarcar¨¢n mis dos pr¨®ximas novelas. Ahora y siempre, he vivido en mi imaginaci¨®n; el mundo de hoy no me aporta absolutamente nada; pero tampoco busquen nada en ese pasado porque no dice nada de este presente, ni se refleja en ¨¦l ni lo explica¡±, dice Ellroy (Los ?ngeles, 1948), pantal¨®n blanco, blazer azul marino y su cl¨¢sica transgresora camisa hawaniana, quiz¨¢ ya un poco descolorida, como su m¨ªtica y procaz agresividad.
En p¨²blico, como ayer horas antes del premio Carvalho, va con camisa seria, pajarita y sombrero, pero inversamente se revuelve contra todo, lanzando literalmente gru?idos caninos: ¡°Soy el rey de la novela negra¡±, suelta. O al poco: ¡°Esta proliferaci¨®n de escritores de la autodenominada alta literatura que escriben novelas negras no valen una mierda ni como autores de lo uno ni de lo otro; consideran el g¨¦nero menor cuando el que es de primera hoy es la negra¡±, (y ah¨ª va el gru?ido).
As¨ª es Ellroy, muy suyo. Por ejemplo, el ni?o Ellroy no llor¨® y tampoco fue al sepelio de su madre. ¡°Era un chico muy fr¨ªo¡±, aclara hoy. ¡°Era m¨¢s el hijo de mi padre que de mi madre: sent¨ªa una fijaci¨®n sexual por ella que me avergonzaba y no fue hasta que le¨ª sobre el crimen de Elizabeth Short que pude procesar ese impacto¡±. Ese sanguinario asesinato de Short acabar¨ªa siendo el que le dar¨ªa pie a su La Dalia Negra, metamorfoseando en el subconsciente la obsesi¨®n por su madre y su caso. Pero no puede sac¨¢rsela de encima: en la que en breve ser¨¢ la continuaci¨®n de su hasta ahora ¨²ltima novela en Espa?a, Perfidia, aparece camuflada como enfermera (lo fue en la vida real). ¡°Las mujeres son mis personajes menos visibles, pero las que en realidad mueven todos los hilos y tramas¡ Para conocer al Ellroy real hay que leer al de la ficci¨®n¡±, sentencia.
El ni?o alto y regordete que era Lee Earle Ellroy (James era un nombre falso de su progenitor que luego ¨¦l adopt¨®) no era m¨¢s que la pelota en la partida de odio de ping-pong entre una espectacular madre pelirroja ¡°farsante¡± (dec¨ªa que fue testigo del asesinato de John Dillinger) y un padre ¡°directamente mentiroso¡± (aseguraba haber entrenado al m¨ªtico Babe Ruth o seducido a Rita Hayworth, a cuyas ¨®rdenes trabaj¨®), condenados al divorcio, como as¨ª acab¨® siendo. ¡°Fui utilizado m¨¢s por mi padre, que me hizo espiar a mi madre¡±, dice Ellroy, que parece querer pasar ya p¨¢gina. ¡°La explicaci¨®n de la vida de una persona no puede ser: ¡®Es que me hicieron esto¡¯, eso es de d¨¦bil; no puedes forjar tu identidad como v¨ªctima o como persona oprimida: si en tu vida te sientes oprimido es porque t¨² lo has permitido¡±, suelta, recuperando af¨¢n de morder.
De Mis rincones oscuros, el lector puede concluir que el odio, en el fondo, es fruto de un amor insoportable y que, como en el resto de la producci¨®n ellroyana, los hombres malos se enamoran de mujeres muy fuertes que creen poder dominarlos a trav¨¦s de sexo y alcohol, aunque ellas se agarran adonde pueden en un mundo feo. ¡°La membrana que separa amor y odio es muy fina; al menos lo fue en mi caso con mi madre¡ Y s¨ª, puedo entender a esos hombres que se aferran a una mujer, absolutamente exhaustos de cualquier tipo de moral, para transformarse y buscar cierto punto decente en su vida; s¨ª, puedo entender esa sexualidad irracional y demon¨ªaca, la humanidad retorcida. ?Sabe? Todo eso son solo deseos de llegar a querer a Dios. Mis protagonistas siempre buscan, en el fondo, trascender, cr¨¦ame¡±, dice ante el pasmo de su interlocutor.
Con su estilo telegr¨¢fico cincelado con palabras duras y p¨¢rrafos de cuatro l¨ªneas, Ellroy no ahorra detalles escabrosos (el tamp¨®n al final del conducto vaginal de la madre que detect¨® la autopsia; su propia conducta alcoh¨®lica y delictiva de voyeur y asaltante de casas para ¡°oler bragas usadas¡±) y el uso promocional del caso de su madre para su carrera. Sin rubor. ¡°Lo importante es la calidad de mis libros, nunca mis sentimientos; quer¨ªa escribir un gran libro y eso solo es posible ahondando en esas im¨¢genes con la mayor crudeza, dureza¡ y candidez¡±. Ellroy contrat¨® a un brillante expolic¨ªa para que le ayudara a encontrar al asesino. Tras 14 meses, lo dejaron. ¡°Hoy, 60 a?os despu¨¦s, es imposible; se perdieron hasta las pruebas de restos de semen; ya es un caso cerrado; ¨¦ finito¡±.
En el libro, Elrroy constata el cambio en la tipolog¨ªa del crimen en Los ?ngeles desde 1958 (43 homicidios y 14 polic¨ªas en la brigada criminal; la hero¨ªna) a 1996 (m¨¢s de 500 asesinatos, 140 agentes, el crack, implosi¨®n de los medios, culto a las v¨ªctimas), pero cuando se le comenta la injusticia socioecon¨®mica o las c¨¢rceles superpobladas, se incorpora y agita obscenamente su mano izquierda: ¡°No creo en nada de todo eso¡ Eso es mierda propia del discurso de la izquierda, no es mi visi¨®n del crimen en EE UU ni en el mundo. Hace 30 a?os un rabino me dijo en un avi¨®n: Dios nos crea, s¨ª, pero cada uno es responsable de lo que hace. Si las c¨¢rceles est¨¢n a rebosar es porque han hecho cosas malas y merecen estar ah¨ª¡±. C¨®modo defendiendo la posesi¨®n de armas (acumula ya 35 rev¨®lveres) y la pena de muerte, el concepto de Rousseau de la sociedad como corruptora del hombre bueno por naturaleza no casa con ¨¦l: ¡°Hay personas que pueden causar el mayor horror sin rubor; s¨ª, existe la gente mala por naturaleza¡±.
La visita de Ellroy coincide con el anuncio en Inglaterra de la creaci¨®n del Staunch Book Prize para novelas donde las mujeres no sean pegadas, acosadas, explotadas sexualmente, violadas o asesinadas, lo que impedir¨ªa que los libros de Ellroy (a los ojos de hoy, no muy pol¨ªticamente correctos) pudieran participar. ¡°Yo no estoy para acercarme a los est¨¢ndares de nadie. Que Dios les bendiga, buena suerte; mis libros son grandes best-sellers, siempre habr¨¢ mercado para ellos. ?Pol¨ªticamente correcto? Si hay gente que quiere dedicarse a escribir libros sobre una sociedad ut¨®pica, me parece bien; deseo que llegue un momento en que no se abuse de las mujeres, pero me parece poco probable. Yo no propongo soluciones sobre un mundo ut¨®pico. Creo en un Dios misericordioso, lo dejo en sus manos: es una mirada cristiana del mundo que me parece v¨¢lida¡±.
Desde los a?os 80 y ya desde su trilog¨ªa sobre el comisario Lloyd Hopkins que arranc¨® con Sangre en la luna, la conscupiscencia entre poder pol¨ªtico, delincuentes y estructura policial es presente. La corrupci¨®n policial es ahora muy frecuente en el g¨¦nero. ?Signo de los tiempos? ¡°No s¨¦ c¨®mo es la polic¨ªa de hoy. No quiero que en mis libros se lea que hay corrupci¨®n policial, celebro su ingente trabajo en los tiempos de mis libros. No creo que haya; pero s¨ª me gusta re¨ªr y disfruto del lenguaje soez, la invectiva racial, con im¨¢genes de polis dando palizas a un detenido o interrogando a saco a un m¨²sico negro de jazz que les pasa informaci¨®n¡¡±, dice quiz¨¢ provocando ahora de nuevo.
Si para el lector ya es asfixiante leerle, escribir como Ellroy ha de ser un infierno. ¡°Planifico much¨ªsimo: mis libros son agotadores, no tanto por el estilo como por la densidad de la informaci¨®n que doy; son tan extenuantes, que debo descansar hasta tres veces en un d¨ªa¡±, dice quien se levanta ¡°entre las 3 y las 4,30 ma?ana¡± y escribe a mano, nunca en ordenador. ¡°Trabajo, me tomo un caf¨¦, me acuesto un rato, salgo y hago ejercicio, vuelvo a escribir¡¡±. Su colega Michael Connelly asegura que los que se dedican al entretenimiento tienen cierta obligaci¨®n moral de transmitir esperanza a la gente. Las obras de Ellroy no van por ah¨ª. ¡°Discrepo de ¨¦l. Hay esperanza en el amor y eso es lo que yo trazo en mis libros; la trascendencia de Dios es el subtexto que est¨¢ en cada uno de ellos. Mis libros solo hablan del amor y la pasi¨®n humana¡±.
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Autor: James Ellroy.
Editorial: Literatura Random House (2018).
Formato: versi¨®n kindle y tapa blanda ( 496 p¨¢ginas).
Babelia
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