Una homil¨ªa de bondad expuesta a c¨¢mara

La l¨ªnea que separa la doctrina del discurso siempre es muy fina. Y m¨¢s en el cine, donde las homil¨ªas, ya sean en sentido religioso o en cualquier vertiente relacionada con la moral, suelen poner en posici¨®n de defensa al espectador menos ab¨²lico y m¨¢s cr¨ªtico. Porque de ah¨ª al discurso puro y duro hay un solo paso.

En El papa Francisco, un hombre de palabra, Wim Wenders se ha acercado a la figura del actual pont¨ªfice a trav¨¦s del discurso. Apostolado, dir¨¢n algunos, y ser¨¢ verdad. Pero en el t¨¦rmino apostolado, en su concepci¨®n, ya viene integrada la labor de propaganda y, de nuevo, la propaganda en el cine puede producir cierto rechazo. Por mucho que sea el discurso, la homil¨ªa, la propaganda, el apostolado, la teor¨ªa y el consejo de alguien tan fascinante en su modo de hablar y pensar como Jorge Mario Bergoglio, opiniones sabias y repletas de bondad y de sentido com¨²n, incluso de sentido del humor, pero desde un puesto institucional en el que los matices en torno al poder no permiten un juicio completamente uniforme.

Wenders, en una ¨²ltima fase de su carrera m¨¢s relacionada con los bandazos que con la coherencia, se aplica en la palabra de Francisco ya desde el t¨ªtulo, y estructura su documental en base a dos largas entrevistas con su protagonista. Pero, a pesar de lo infinito del verbo del Papa, en demasiados pasajes lo dicho suena a ret¨®rico, algo acuciado por la muy discutible decisi¨®n del director de filmar la voz del pont¨ªfice con este mirando directamente a c¨¢mara. Una presunta cercan¨ªa con la audiencia que quiz¨¢ no sea tal, y que acaba subrayando el car¨¢cter discursivo de un relato que termina contradiciendo la propia esencia del Papa: ¡°Habla poco, escucha mucho¡±.

Como tambi¨¦n le ocurr¨ªa a Francisco, el padre Jorge (Beda Docampo Feij¨®o, 2015), discreta ficci¨®n argentino-espa?ola sobre los tiempos de Bergoglio anteriores al papado, protagonizada por Dar¨ªo Grandinetti, la pel¨ªcula de Wenders presenta a un hombre de infinita tolerancia, que explica lo m¨¢s profundo desde territorios de sencillez. Y, en lo mejor del documental, dibuja en los momentos sin texto, de meras relaciones gestuales y de miradas con sus fieles, a una persona de una sinceridad y espontaneidad admirables.

Sin embargo, a pesar del orden de Wenders en el tratamiento de los temas, apenas ninguno de ellos admite matices. Ni siquiera el muy pol¨¦mico de la pederastia en la instituci¨®n cat¨®lica, con el que puede que ya sobren las palabras de denuncia y haya que ir cumpliendo con hechos. Las presiones sobre Francisco y su meritoria labor de reforma por parte de los c¨ªrculos m¨¢s conservadores del Vaticano son evidentes, pero Wenders sobrevuela los aspectos m¨¢s contradictorios de la instituci¨®n cat¨®lica sin (querer) hincar el diente. Algo imposible en una pel¨ªcula que cuenta con el visto bueno y con la colaboraci¨®n de la propia Santa Sede.