Viaje a una tumba inglesa

El cementerio de Ditchingham era casi la ¨²ltima estaci¨®n de mi peregrinaje a trav¨¦s del condado de Suffolk¡­¡±. En este punto detuve ayer mi lectura de Los anillos de Saturno, de W. G. Sebald, justo cuando m¨¢s inmerso me hallaba en la atm¨®sfera taciturna de este escritor, buen lector de inscripciones cinceladas en los monumentos funerarios del condado de Suffolk, en la costa este de Inglaterra. Hab¨ªa estado releyendo el libro para tratar de averiguar por qu¨¦ me hab¨ªa atra¨ªdo tanto dos d¨¦cadas antes, pero el hechizo de su prosa se hab¨ªa repetido en m¨ª de forma id¨¦ntica, y hab¨ªa vuelto a constatar que, en compa?¨ªa del alem¨¢n Sebald, el verdadero misterio del mundo ¡ªcomo apunt¨® el irland¨¦s Wilde¡ª no era lo invisible, sino lo visible: lo que d¨¢bamos por conocido y en realidad, era extra?o.

As¨ª que cerr¨¦ el libro en el noveno y pen¨²ltimo cap¨ªtulo, y me fui a cenar. Y como hab¨ªa dado por cerrada mi investigaci¨®n y no pensaba volver a ella, lo que menos imagin¨¦ fue que esta ma?ana regresar¨ªa tan pronto al melanc¨®lico condado de Suffolk, y lo har¨ªa, no a trav¨¦s de Sebald, sino de Cosas conocidas y extra?as, recopilaci¨®n de art¨ªculos de Teju Cole que hoje¨¦ a primera hora, yendo a parar al texto Siempre de regreso, cuya primera frase habr¨ªa podido parecerme intrascendente de no haber sido porque me son¨® familiar, primero, y extra?a despu¨¦s: ¡°Una ma?ana del pasado junio me escap¨¦ de una conferencia a la que iba a asistir en Norwich, Inglaterra, y ped¨ª un taxi para ir al campo¡±.

?Norwich? Ya era bien curioso. En uno de sus hospitales, W. G. Sebald hab¨ªa comenzado a pensar y escribir Los anillos de Saturno. Y en esa misma ciudad, 20 a?os despu¨¦s, el mataron¨¦s Jorge Carri¨®n hab¨ªa recorrido todas sus librer¨ªas para ver c¨®mo valoraban que Sebald hubiera vivido tres d¨¦cadas entre ellos. ?Y en Ciudad abierta el escritor y fot¨®grafo neoyorquino de origen nigeriano Teju Cole no hab¨ªa dado amplias muestras de ser un paseante de la estirpe de Hazlitt, Walser y de Sebald?

No he tardado en preguntarme si aquella primera frase y la misma actitud de Cole de pedir un taxi ¡ªgesto urbano que parec¨ªa proponer un viaje al mundo del campo y un profundo regreso al pasado¡ª no ser¨ªa el inicio de una historia de corte sebaldiano. Y enseguida he visto que no iba desencaminado y que, como lector, viajaba en la misma direcci¨®n que Cole le hab¨ªa dado al taxista: la iglesia de Saint Andrews, con su cementerio de tumbas g¨®ticas en el que estaba enterrado W. G. Sebald.

Y mientras segu¨ªa leyendo y viajando con Cole y con su taxista (personaje de marcado aire melanc¨®lico), he tenido la impresi¨®n de que, al llegar a Saint Andrews, yo mismo rodeaba la vieja iglesia, con su torre circular, y llegaba a una l¨¢pida de m¨¢rmol oscura a la sombra de un arbusto, y le dec¨ªa al taxista que el hombre que estaba en aquella tumba no hab¨ªa querido nunca que el pasado cayera en el olvido y que, a mi entender, mejor nos ir¨ªa si nos dej¨¢ramos acompa?ar por toda la memoria del mundo, especialmente la de sus peque?as historias sin importancia.