Parejas de artistas: ellos famosos, ellas no tanto

En el a?o que ahora empieza, las musas de los grandes pintores del siglo XX invadir¨¢n las salas de los mayores museos del mundo. Lo har¨¢n por derecho propio, despojadas de una pegajosa y reductora etiqueta que las suele recluir en un papel pasivo, lo que casi nunca se ajusta a la realidad de los hechos. As¨ª lo intenta demostrar Modern Couples, una exposici¨®n en el Barbican de Londres centrada en los binomios sentimentales, pero tambi¨¦n art¨ªsticos, que formaron personajes fundamentales del arte del siglo pasado, como Frida Kahlo y Diego Rivera, Gala y Salvador Dal¨ª, Sonia y Robert Delaunay, Nadja y Andr¨¦ Breton, Man Ray y Lee Miller o Pablo Picasso y Dora Maar. A la vez, la Tate Modern expone una gran retrospectiva sobre el arte textil de Anni Albers, la tejedora de la Bauhaus, tantas veces eclipsada por la reputaci¨®n de su marido, el artista y profesor Josef Albers. ¡°Estas iniciativas subrayan las influencias rec¨ªprocas y la realizaci¨®n conjunta de ciertas obras, pero tambi¨¦n recuerdan que hubo muchas mujeres que se quedaron en la sombra¡±, se?ala la jefa de artes visuales del Barbican, Jane Alison. ¡°No se trata de decir que, en todos los casos, ellas fueron artistas tan importantes como sus maridos, pero s¨ª que no fueron personajes insignificantes. Quer¨ªamos demostrar que el arte no es el resultado de un genio solitario y masculino¡±.

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Cuando esas muestras terminen, a finales de enero, otras similares les tomar¨¢n el relevo. En junio, la propia Tate centrar¨¢ su atenci¨®n en Natalia Goncharova, esposa del pintor Mija¨ªl Lari¨®nov, figura de las vanguardias rusas. En Berl¨ªn, la Alte Nationalgalerie expondr¨¢ la obra de Sabine Lepsius, esposa del retratista Reinhold Lepsius y una de las primeras mujeres que fueron admitidas en la Academia de Bellas Artes hace un siglo. Dora Maar, compa?era de Picasso entre 1936 y 1943, protagonizar¨¢ una muestra en el Centro Pompidou de Par¨ªs que se centrar¨¢ en su trayectoria como pintora, fot¨®grafa y escultora francesa, menos conocida que los avatares de su relaci¨®n con el artista malague?o. El a?o pasado, una exposici¨®n en el Museo Picasso de la capital francesa ya sostuvo que la fotograf¨ªa surrealista de Maar jug¨® un papel fundamental en la concepci¨®n del Guernica.

Por su parte, la escultora Camille Claudel muri¨® en 1943 en un manicomio, obsesionada por el tenaz menosprecio de Auguste Rodin, su antiguo maestro y (ad¨²ltero) compa?ero. Ahora, un nuevo museo dedicado a su obra en Nogent-sur-Marne, a un centenar de kil¨®metros de Par¨ªs, la desvincula de la herencia del escultor y apuesta por una tesis novedosa: que ¨¦l la influy¨® tanto como ella a ¨¦l.

La revoluci¨®n fue art¨ªstica, pero tambi¨¦n fue sentimental: del m¨¨nage ¨¤ trois a la relaci¨®n poliamorosa

Durante la mayor parte del siglo XX se consider¨® que la vida sentimental de los creadores no era un asunto digno de estudio acad¨¦mico, argumento que llegar¨ªa a su culmen con la llamada ¡°muerte del autor¡± en la teor¨ªa literaria. Pero, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, muchos historiadores del arte se han enfrentado a esta noci¨®n. Entre ellos se encuentra la francesa Emma Lavigne, que dirige el Centro Pompidou-Metz, delegaci¨®n del museo parisiense en la capital de Lorena, y m¨¢xima impulsora de la exposici¨®n que ahora se puede ver en el Barbican. Lavigne lleva a?os investigando ¡°la importancia de los afectos en la producci¨®n art¨ªstica¡±. ¡°Detr¨¢s de esas grandes figuras, expuestas sin cesar en museos de todo el mundo, suele haber figuras olvidadas con las que establecieron di¨¢logos fecundos y que terminaron provocando bifurcaciones en la historia oficial de los ismos¡±, opina Lavigne, partidaria de una lectura de la modernidad m¨¢s amplia que la que ha imperado hasta hace poco. A modo de ejemplo, la conservadora cita el amor clandestino entre Marcel Duchamp y la escultora Maria Martins entre 1946 y 1951, que origin¨® cambios profundos en la obra del inventor del ready made. Durante dos d¨¦cadas, trabaj¨® en secreto en ?tant donn¨¦s, una de las obras m¨¢s misteriosas e influyentes del siglo pasado, en las ant¨ªpodas de su urinario y su rueda de bicicleta, para la que Martins sirvi¨® no solo de modelo, sino tambi¨¦n de inspiraci¨®n te¨®rica.

La exposici¨®n londinense asume las tesis de historiadoras feministas como Linda Nochlin o Griselda Pollock, que han afirmado que el paso a la modernidad fue una coproducci¨®n entre hombres y mujeres, aunque pocos se hayan molestado en documentar la contribuci¨®n del segundo grupo. ¡°Una de las caracter¨ªsticas cruciales del paso al mundo moderno es el cambio en las relaciones entre sexos¡±, se?ala Pollock, eminencia de los estudios culturales. ¡°Esa transformaci¨®n se materializa en el Grupo de Bloomsbury o el Montparnasse de comienzos de siglo, donde las formas de uni¨®n entre los artistas fueron m¨¢s experimentales que la mera pareja tradicional¡±. La revoluci¨®n fue art¨ªstica pero tambi¨¦n sentimental: se produjo dentro de nuevas estructuras que iban del m¨¦nage ¨¤ trois a la relaci¨®n grupal y poliamorosa. ¡°Hemos conquistado el arte y hemos liberado el amor¡±, escribi¨® Lytton Strachey a Leonard Woolf, marido de Virginia, en una carta de 1904, dejando claro que todo formaba parte del mismo proyecto. Mientras tanto, la hermana de la gran escritora brit¨¢nica, la artista Vanessa Bell, viv¨ªa en Sussex con su compa?ero, el pintor bisexual Duncan Grant, y el amante de este, el escritor David Garnett, en la misma granja donde resid¨ªa su aut¨¦ntico marido, el cr¨ªtico de arte Clive Bell.

La propia Woolf escribi¨® Orlando inspir¨¢ndose en su amante, Vita Sackville-West. El bi¨®grafo de la primera, Nigel Nicolson, ha descrito el libro como una extensi¨®n de las cartas de amor que sol¨ªa enviar a la poetisa. La edici¨®n original conten¨ªa fotograf¨ªas de Sackville-West interpretando al andr¨®gino protagonista, asoci¨¢ndola directamente a la concepci¨®n de la obra, que le termin¨® dedicando. Pese a su ruptura respecto a la norma social, las parejas homosexuales siguieron, en casi todos los casos, un patr¨®n parecido a las dem¨¢s: uno se qued¨® con la fama y el otro cay¨® en el olvido. La exposici¨®n londinense recuerda a algunas, como Gertrude Stein y Alice Toklas, Djuna Barnes y Thelma Wood o los artistas transg¨¦nero Claude Cahun y Marcel Moore. Y se?ala una ¨²nica excepci¨®n: la relaci¨®n entre Lorca y Dal¨ª, que la muestra da por buena pese a la reticencia del segundo, que prefer¨ªa hablar de ¡°un amor er¨®tico y tr¨¢gico, por el hecho de no poderlo compartir¡±. En el cat¨¢logo, esta tesis se fundamenta en una frase encontrada en Diario de un genio: ¡°Cada vez que hago emerger de mi cerebro una idea genial o dar una pincelada arcang¨¦licamente milagrosa, oigo la voz ronca y suavemente sofocada de Lorca grit¨¢ndome: ¡®Ol¨¦¡±. Nadie sabe qu¨¦ pas¨® entre ellos, salvo que, poco despu¨¦s de conocerse en 1925, Lorca se puso a dibujar, y Dal¨ª, a escribir poes¨ªa. Y si hubo arte, es que debi¨® de haber amor.