Su Majestad Phoebe Waller-Bridge y el hip¨®crita espectador
'Fleabag' me ha golpeado como solo lo hacen los libros m¨¢s salvajes
Soy el ¨²ltimo tipejo que escribe sobre televisi¨®n y alrededores que proclama una adoraci¨®n encendid¨ªsima, fan¨¢tica e incondicional por Phoebe Waller-Bridge, pero no por llegar tarde voy a privarme de celebrarla. Actriz de ya largo recorrido en la tele brit¨¢nica, se ha coronado como su reina con dos creaciones b¨¢rbaras: Killing Eve y, sobre todo, Fleabag (las segundas temporadas de ambas est¨¢n a¨²n fresquitas en HBO y Amazon, respectivamente), su obra maestra, que me ha golpeado como solo lo hacen los libros m¨¢s salvajes.
Fleabag (literalmente, saco de pulgas; en jerga callejera, alguien insufrible y apestado) es uno de esos relatos que no se pueden capturar en una sinopsis. Contar de qu¨¦ va es banalizarla: una chica en la treintena que tiene un caf¨¦ ruinoso en Londres, est¨¢ obsesionada por el sexo, vive atenazada por la culpa de algo terrible que ha causado e intenta relacionarse con una familia espantosa y muy disfuncional. Todo, narrado en registro de comedia, pero siendo una tragicomedia, el menos comercial de los g¨¦neros. Esto es no contar nada, puesto que en Fleabag, como en toda obra de arte narrativo, no importa el qu¨¦ sino el c¨®mo.
No me explico c¨®mo Waller-Bridge convenci¨® a unos ejecutivos de la tele para que aprobasen un proyecto que espantar¨ªa incluso a los productores m¨¢s enrollados y atrevidos. Tal vez les haya ablandado el subtexto feminista de la serie en tiempos de gafas moradas, pero si quer¨ªan comprar un relato que ensalzase las glorias de la mujer moderna, se han quedado con un trabajo complej¨ªsimo, inclasificable y muy sutil sobre la culpa y la soledad, donde nadie sale guapo, ni siquiera el espectador. Sobre todo, el espectador, el hip¨®crita espectador que no deja de ser interpelado por Waller-Bridge con miradas a c¨¢mara, hasta que le arrastra a su lodazal. Lo sospech¨¢bamos desde el principio: los sacos de pulgas somos nosotros.
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