En la muerte de Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano
El Premio Cervantes, fallecido este lunes, sab¨ªa que la literatura era un camino que hay que recorrer solo
Era un ¨¢ngel. No lo digo solo porque fuera un hombre religioso y creyera en el misterio, sino porque procuraba fijarse en las cosas sin mancilla, y se pon¨ªa detr¨¢s, como los ¨¢ngeles de la guarda, para que el mundo (ese ¡°ruido de moscas¡± como ¨¦l lo llamaba tom¨¢ndoselo prestado a una de las se?oras de la abad¨ªa de Port-Royal), para que el mundo, digo, no las corrompiera. Como uno tambi¨¦n cree algo en el misterio, parece que lo estuviera oyendo en esta hora trist¨ªsima: ?Por favor, Andr¨¦s, quita lo de ¨¢ngel, no me hagas eso?. Lo era. Como el que acompa?¨® a Tob¨ªas, como los de Flannery O¡¯Connor, co...
Era un ¨¢ngel. No lo digo solo porque fuera un hombre religioso y creyera en el misterio, sino porque procuraba fijarse en las cosas sin mancilla, y se pon¨ªa detr¨¢s, como los ¨¢ngeles de la guarda, para que el mundo (ese ¡°ruido de moscas¡± como ¨¦l lo llamaba tom¨¢ndoselo prestado a una de las se?oras de la abad¨ªa de Port-Royal), para que el mundo, digo, no las corrompiera. Como uno tambi¨¦n cree algo en el misterio, parece que lo estuviera oyendo en esta hora trist¨ªsima: ?Por favor, Andr¨¦s, quita lo de ¨¢ngel, no me hagas eso?. Lo era. Como el que acompa?¨® a Tob¨ªas, como los de Flannery O¡¯Connor, como los que saca ¨¦l en sus libros, que cuesta al principio distinguirlos de los mortales.
Al no tener una gran estatura estaba acostumbrado a mirar de abajo arriba. Lo hac¨ªa con tanta humildad como nobleza, con tanta malicia e inteligencia como compasi¨®n, a trav¨¦s de unos ojos azules maravillosos, perpetuamente asombrados y risue?os, que nunca dejaban de hablar sin preguntarte. Quiero decir que como persona y escritor nunca te orillaba. Sab¨ªa que la literatura era un camino que hay que recorrer solo, y que viviera desde hace un siglo en Alcazar¨¦n, una aldea, da idea de ello. Los desaires que trae emparejados nuestro querido ox¨ªmoron (?la vida literaria?) le divert¨ªan por ex¨®ticos. ¡°En Alcazar¨¦n, dec¨ªa, no gastamos de eso¡±.
Cuando la mayor parte de los poetas de su tiempo hab¨ªan dejado de escribir, empez¨® ¨¦l a publicar sus poemas, breves y sencillos, intensos como los de Emily Dickinson. Habla en ellos de t¨² a t¨² al espliego y al cuco, al amigo muerto y al joven que lo reclama para dar un paseo entre las mieses verdes a¨²n. Un universo grande y peque?o al mismo tiempo, como esa mirada suya, ¨²nica, ins¨®lita en un mundo hecho de lugares comunes. Quienes van de lamento en lamento, olvidan los milagros diarios, su negociado: la vida de san Juan de la Cruz (El mudejarillo es uno de los libros m¨¢s emocionantes y luminosos que se hayan escrito en Espa?a en el ¨²ltimo medio siglo) y los procesos inquisitoriales, los cementerios civiles y la persecuci¨®n religiosa durante la guerra civil, las damas de Port-Royal y aquellos seres humildes que ¨¦l novel¨® con sobriedad chejoviana, o¡¯connoriana¡ Se dir¨¢ que tales asuntos son propios de un escritor que va por libre. Es verdad, iba por libre, pero solo porque era libre, o sea, sin darse la menor importancia, habi¨¦ndola tenido toda.