Silencio, Pasi¨®n y l¨¢grimas
Con salas de concierto y teatros de ¨®pera cerrados, m¨²sica y m¨²sicos acuden virtualmente a nuestras casas
En un ensayo ya cl¨¢sico, Why Classical Music Still Matters (University of California Press, 2007), el fil¨®sofo estadounidense Lawrence Kramer se preguntaba ¡°por qu¨¦ y c¨®mo la m¨²sica cl¨¢sica deber¨ªa seguir import¨¢ndonos¡± y aportaba respuestas que pudieran servir ¡°tanto para los amantes de esta m¨²sica como para los esc¨¦pticos¡±. Cinco a?os antes, el compositor y music¨®logo brit¨¢nico Julian Johnson hab¨ªa lanzado otra pregunta al aire, esta vez con signo de interrogaci¨®n incluido, en ...
En un ensayo ya cl¨¢sico, Why Classical Music Still Matters (University of California Press, 2007), el fil¨®sofo estadounidense Lawrence Kramer se preguntaba ¡°por qu¨¦ y c¨®mo la m¨²sica cl¨¢sica deber¨ªa seguir import¨¢ndonos¡± y aportaba respuestas que pudieran servir ¡°tanto para los amantes de esta m¨²sica como para los esc¨¦pticos¡±. Cinco a?os antes, el compositor y music¨®logo brit¨¢nico Julian Johnson hab¨ªa lanzado otra pregunta al aire, esta vez con signo de interrogaci¨®n incluido, en Who Needs Classical Music? (Oxford University Press, 2002). Convencido de que la m¨²sica cl¨¢sica ¡°desarrolla nuestra capacidad de traspasar las fronteras de nuestras vidas mundanas y revivifica nuestra sensaci¨®n de formar parte de una realidad superior¡±, la respuesta l¨®gica a su pregunta deber¨ªa ser que todos necesitamos la m¨²sica cl¨¢sica. Johnson reflexiona sobre por qu¨¦ son, sin embargo, proporcionalmente tan pocos quienes cobran conciencia de ello.
La crisis del coronavirus ha desmantelado casi por completo la infraestructura musical cl¨¢sica. Con las salas de concierto y los teatros de ¨®pera cerrados, la m¨²sica ejecutada en directo y ante un p¨²blico, con la consiguiente interacci¨®n entre int¨¦rpretes y oyentes, ha entrado tambi¨¦n en cuarentena hasta nueva orden. Quienes ofrec¨ªan ya la posibilidad de seguir conciertos u ¨®peras desde casa mediante transmisiones en streaming han sido los primeros en ofrecer gratuitamente sus servicios, habitualmente de pago. Se trata de un empe?o loable de brindarnos a todos la posibilidad de recuperar en parte lo que se nos ha arrebatado, pero que esconde tambi¨¦n, por qu¨¦ ocultarlo, el af¨¢n en absoluto censurable de captar e identificar a clientes potenciales para cuando las aguas vuelvan a su cauce. Es lo que ha hecho, por ejemplo, el Digital Concert Hall, la sala de conciertos virtual de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, una iniciativa pionera en su momento y ya muy consolidada, que permite tanto seguir sus conciertos en vivo (cuando la Philharmonie berlinesa estaba a¨²n abierta) como acceder a un archivo hist¨®rico de varios centenares de grabaciones con los mejores directores y solistas.
Es, asimismo, lo que est¨¢n haciendo numerosos teatros de ¨®pera, que est¨¢n poniendo su archivo hist¨®rico de representaciones a disposici¨®n de todo aquel que se conecte a sus p¨¢ginas web, ya se trate de teatros de ¨®pera (Par¨ªs, Viena, M¨²nich, Estocolmo, Nueva York), plataformas (My Opera Player, OperaVision), orquestas (Malm?, Seattle, Jacksonville, Festival de Budapest), salas de concierto (Konzerthaus de Berl¨ªn, 92Y en Nueva York). Todos parecen guiados por el af¨¢n de hacernos el confinamiento m¨¢s llevadero.
Tres conciertos de esta pasada semana merecen, por motivos diferentes, un comentario aparte. El primero se celebr¨® en la Philharmonie de Colonia el pasado domingo. En una sala absolutamente vac¨ªa, el Bach Collegium de Jap¨®n, el extraordinario conjunto vocal e instrumental fundado por Masaaki Suzuki, interpretaba la Pasi¨®n seg¨²n San Juan de Bach, la misma obra que deber¨ªa haber ofrecido en el Auditorio Nacional de Madrid el pasado martes, o el pr¨®ximo s¨¢bado en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas, o el lunes 23 en el Teatro de los Campos El¨ªseos de Par¨ªs, salas todas cerradas desde hace d¨ªas. James Gilchrist fue un evangelista excepcional, tanto ¨¦l como todos sus compa?eros salieron ataviados con sus ropas de concierto y hubo los saludos de rigor tanto antes como al final de la interpretaci¨®n frente a un p¨²blico invisible y, m¨¢s que nunca, silencioso. Es dif¨ªcil saber si haber estado all¨ª en condiciones normales, en lo que habr¨ªa sido quiz¨¢s un concierto m¨¢s, hubiera sido m¨¢s emocionante que verlo y o¨ªrlo desde casa. No hace falta recordar, por supuesto, qu¨¦ historia se nos cuenta en la obra de Bach y de qu¨¦ manera tan diferente podemos vivirla e interiorizarla en estos d¨ªas. Al final del concierto, solistas, coro, orquesta y director se despidieron del inexistente p¨²blico agitando las manos en lo alta. Esas butacas vac¨ªas son las nuestras.
El d¨ªa siguiente deber¨ªa haberse celebrado uno de los conciertos sinf¨®nicos que jalonan la temporada de la ?pera Estatal de Baviera. El Teatro Nacional de M¨²nich, habitualmente repleto, estaba, como todos los alemanes, cerrado y no se quiso correr el riesgo de mantener el programa previsto, aun a puerta cerrada: pocos colectivos exigen tanta cercan¨ªa f¨ªsica como una orquesta. Pero tambi¨¦n aqu¨ª salimos, quiz¨¢, ganando. El solista del anunciado Concierto n¨²m. 1 de Liszt, Igor Levit, toc¨® en solitario su personal recreaci¨®n de las Variaciones Diabelli de Beethoven. Antes, y en este caso vestidos de manera informal, Christina Landshamer, Christian Gerhaher y Gerold Huber, que estaban grabando la obra justamente esos d¨ªas en M¨²nich, interpretaron el ?lbum de canciones para la juventud op. 79 de Robert Schumann, y un cuarteto formado por miembros de la orquesta, liderado por la concertino Barbara Burgdorf, toc¨® el Cuarteto K. 387 de Mozart. Despu¨¦s, cinco percusionistas, tambi¨¦n de la plantilla de la orquesta muniquesa, ofrecieron un arreglo de un preludio del Clave bien temperado de Bach y Spain, de Chick Corea. Es posible que fuera casual, o que nadie reparara en ello, pero esta referencia a nuestro pa¨ªs se un¨ªa al canto de amor a Italia que hab¨ªa cerrado poco antes la colecci¨®n de canciones de Schumann, que eligi¨® el poema que canta Mignon en Los a?os de aprendizaje de Wilhelm Meister, la novela de Goethe: ¡°?Conoces la tierra donde florece el limonero? (...) All¨ª, all¨ª quisiera ir contigo, amado m¨ªo¡±. Los dos pa¨ªses europeos m¨¢s afectados, a d¨ªa de hoy, por el Covid-19, hab¨ªan estado simb¨®licamente muy presentes en el concierto.
El ¨²ltimo escenario, el pasado s¨¢bado, es la ?pera Real de Versalles, nada menos. All¨ª toc¨®, de nuevo en un teatro desierto, y en medio de otro inquebrantable silencio, la orquesta de instrumentos de ¨¦poca Les Si¨¨cles las Sinfon¨ªas n¨²ms. 5 y 7 de Beethoven, parte de la integral que ten¨ªan previsto ofrecer este a?o en diversos lugares con motivo del 250? aniversario del nacimiento del compositor alem¨¢n. Como en Colonia, los m¨²sicos salieron a tocar con sus indumentarias de concierto y los saludos se ajustaron de nuevo al c¨®digo habitual, aun sin aplausos y frente a las butacas vac¨ªas: en nuestras casas nos sent¨ªamos interpelados. La fuerza de la costumbre llev¨® al director, Fran?ois-Xavier Roth, a ofrecer la mano al concertino, Fran?ois-Marie Drieux, al acabar la interpretaci¨®n de la Quinta Sinfon¨ªa, pero cuando este se la alarg¨®, en un gesto que arranc¨® sonrisas generalizadas entre sus m¨²sicos, Roth rectific¨® enseguida y le ofreci¨®, en cambio, el codo (puede verse en el minuto 33¡¯44¡± de la grabaci¨®n). Acabado el concierto, hablaron, cada uno en su propio idioma, varios m¨²sicos de la orquesta, procedentes de diversos pa¨ªses, encabezados por la flautista Giulia Barbini, que fue, como italiana, la primera en lanzar mensajes de ¨¢nimo a sus compatriotas. El pen¨²ltimo en hacerlo fue el contrabajista jienense Agust¨ªn Orcha y la ¨²ltima frase de la emisi¨®n se reserv¨® para el fil¨®sofo franc¨¦s Gilles Deleuze: ¡°Resistir es crear¡±.
Pero lo m¨¢s rese?able hab¨ªa llegado antes, en otra entrevista ofrecida durante el intermedio, en la que participaron el propio concertino, la solista de oboe, H¨¦l¨¨ne Mourot, y el gerente de la orquesta, Enrique Th¨¦rain. En un momento dado, al referirse a la f¨¦rrea solidaridad reinante entre sus instrumentistas y pensar en las penalidades que les aguardaban con la cancelaci¨®n de todas sus actuaciones ¡°por fuerza mayor¡± (en una formaci¨®n privada, si no hay conciertos, no hay ingresos), Th¨¦rain se emocion¨® y se ech¨® a llorar (54¡¯30¡±). La leyenda quiere que el comienzo de la Quinta Sinfon¨ªa de Beethoven simboliza al destino llamando a nuestra puerta. Y el destino, para much¨ªsimos m¨²sicos sin n¨®mina a fin de mes, se ha vuelto dolorosamente incierto.
Afirma Lawrence Kramer que la m¨²sica cl¨¢sica nos ofrece ¡°recompensas (¡) que no tienen nada que ver con el elitismo y el esoterismo a los que suele asociarse, accesibles para cualquiera que tenga los o¨ªdos abiertos y un esp¨ªritu audaz¡±. En estos d¨ªas tan dif¨ªciles necesitamos la m¨²sica ¨Ccl¨¢sica o no¨C m¨¢s que nunca. Y necesitamos a quienes la hacen real y le dan vida m¨¢s all¨¢ de la partitura impresa tanto como ellos nos necesitan a nosotros.