La casa de los Pel¨¢ez | Cap¨ªtulo 3: Viernes 13
Tercera entrega de la novela humor¨ªstica por entregas sobre un confinamiento por el coronavirus
Pese a que el cierre de los centros de ense?anza y el retorno de la hija pr¨®diga constituyen, en s¨ª mismas, dos se?ales elocuentes de que la normalidad se est¨¢ quebrando, la sensaci¨®n de que la cosa va en serio Dori solo la empieza a tener cuando, tras cerrar la peluquer¨ªa que regenta, se pasa un momento por el mercado a comprar unas acelgas.
Calcula que la operaci¨®n no le llevar¨¢ m¨¢s de diez minutos, como otras veces. Pero frente al mostrador de MORENTE HNOS. FRUTAS Y VERDURAS, su proveedor de confianza, se agolpa a las 14:45 una multitud hist¨¦rica. Ella no lo sabe todav¨ªa, pero esta e...
Pese a que el cierre de los centros de ense?anza y el retorno de la hija pr¨®diga constituyen, en s¨ª mismas, dos se?ales elocuentes de que la normalidad se est¨¢ quebrando, la sensaci¨®n de que la cosa va en serio Dori solo la empieza a tener cuando, tras cerrar la peluquer¨ªa que regenta, se pasa un momento por el mercado a comprar unas acelgas.
Calcula que la operaci¨®n no le llevar¨¢ m¨¢s de diez minutos, como otras veces. Pero frente al mostrador de MORENTE HNOS. FRUTAS Y VERDURAS, su proveedor de confianza, se agolpa a las 14:45 una multitud hist¨¦rica. Ella no lo sabe todav¨ªa, pero esta es la ¨²ltima vez que ver¨¢ lo que en solo veinticuatro horas ser¨¢ percibido por la ciudadan¨ªa como una b¨¢rbara costumbre primitiva: un grupo de personas interactuando sin observar distancia de seguridad alguna. Unos se interpelan con agresividad, manifestando diferencias de criterio sobre qui¨¦n ha dado la vez a qui¨¦n; otros intentan hacerse un hueco en primera fila para, pongamos por caso, evaluar las alcachofas.
Morente, el frutero, advertido del peligro que se cierne ¡ªo quien sabe si en poder de alguna informaci¨®n de car¨¢cter confidencial que la gente todav¨ªa ignora¡ª, ha prohibido de manera taxativa que la clientela tome en sus manos el g¨¦nero, sea para servirse as¨ª misma, sea para calibrar su peso, textura y calidad.
¡ªA quien vuelva a tocarme los tomates le meto una hostia.
?l, que nunca antes hab¨ªa mostrado especial inter¨¦s por la cosm¨¦tica y que ten¨ªa una visi¨®n muy ¨¢cida de los varones que cuidan las manos, las lleva ahora enfundadas en unos guantes de l¨¢tex negro. Cada vez que termina de servir a un cliente, vierte sobre ellos, sobre los guantes, una generosa cantidad de gel l¨ªquido y se las frota las manos, lo que produce un efecto como de farsa.
¡ª?Qui¨¦n va ahora?
Han de transcurrir cuarenta y cinco minutos antes de que a Dori le llegue su turno. En el transcurso de esos tres cuartos de hora es tal su exposici¨®n a los datos que circulan de boca en boca ¡ªalgunos verificados, otros no tanto, y casi todos convertidos en chascarrillos apocal¨ªpticos que, en su ignorancia pero con buena fe, las gentes sencillas difunden con una mezcla de temor y regocijo¡ª, que cuando le toca pedir las acelgas ya ha decidido a?adir a la compra inicial tres kilos de naranjas, dos de manzanas, dos de peras y pl¨¢tanos, dos de cebollas, cinco de patatas, siete puerros, tres kilos de calabacines, dos coliflores y un poco de perejil.
Cargada de bolsas, Dori se detiene en la puerta del mercado y con el auxilio de las nuevas tecnolog¨ªas, se pone en contacto con el grupo familiar para que alguno de sus miembros baje a la esquina y la ayude a subir la compra. Por desgracia, ninguno de sus miembros advierte la entrada del mensaje. O, si lo advierten, hacen caso omiso porque la Fortuna, tan caprichosa siempre, ha querido que el w¨¢sap entre cuando todos ellos se encuentran ejecutando otras tareas: Iv¨¢n est¨¢ librando una feroz batalla al Call of Duty contra un compa?ero que le gusta; el abuelo est¨¢ inform¨¢ndose del avance de la epidemia a trav¨¦s del televisor, sin ce?irse a ninguna cadena, contrastando los datos que proporcionan las diferentes emisoras; Miriam, que se ha pasado la ma?ana mirando por la ventana a intervalos regulares, como si temiera o esperara ver a alguien, tiene el tel¨¦fono en silencio; y Adolfo ha aprovechado la ausencia de su mujer para encerrarse en el ba?o y poder mantener entre susurros una conversaci¨®n telef¨®nica.
?Con qui¨¦n habla Adolfo? ?Esa respiraci¨®n al otro lado de la puerta del ba?o a qu¨¦ se debe? ?Qu¨¦ est¨¢ pensando el abuelo ante el imparable avance del coronavirus? ?Qu¨¦ nuevo delirio se est¨¢ fermentando en su cabeza? ?En qu¨¦ l¨ªo se ha metido Miriam? ?A qui¨¦n teme o espera ver por la ventana? ?Qui¨¦n es ese chico del instituto que tanto le gusta a Iv¨¢n? Y en cuanto a Dori, ?c¨®mo ha podido, con lo menudita que es, subir todas esas bolsas sin ayuda? ?Por qu¨¦ no los manda a paseo?
Ma?ana, cap¨ªtulo 4: La movida de Miriam
Antonio Orejudo es escritor. Autor de Ventajas de viajar en tren, recientemente adaptada al cine, sus ¨²ltimos libros son Los cinco y yo (Tusquets, 2017) y Grandes ¨¦xitos (Tusquets, 2018).
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