Orson Welles, Arthur Miller, Burt Lancaster: el New Deal tambi¨¦n rescat¨® el teatro en EE UU
Miles de artistas dieron sus primeros pasos gracias a un plan de Roosevelt, que fue clausurado en 1939, pero cuyo legado ha trascendido como ejemplo de lo que un Gobierno puede hacer por el desarrollo cultural de un pa¨ªs
El 14 de abril de 1936 se estren¨® en el teatro Lafayette de Nueva York un espect¨¢culo que pas¨® a la historia por varios motivos. Era una adaptaci¨®n ins¨®lita de Macbeth, el cl¨¢sico de Shakespeare, que trasladaba la acci¨®n desde Escocia hasta una isla ficticia del Caribe con un elenco exclusivamente negro. El ¨¦xito fue tal que lanz¨® inmediatamente a la fama a su director, un jovenc¨ªsimo Orson Welles, que por entonces ten¨ªa apenas 20 a?os. Y lo m¨¢s importante: demostr¨® la eficacia del ...
El 14 de abril de 1936 se estren¨® en el teatro Lafayette de Nueva York un espect¨¢culo que pas¨® a la historia por varios motivos. Era una adaptaci¨®n ins¨®lita de Macbeth, el cl¨¢sico de Shakespeare, que trasladaba la acci¨®n desde Escocia hasta una isla ficticia del Caribe con un elenco exclusivamente negro. El ¨¦xito fue tal que lanz¨® inmediatamente a la fama a su director, un jovenc¨ªsimo Orson Welles, que por entonces ten¨ªa apenas 20 a?os. Y lo m¨¢s importante: demostr¨® la eficacia del Federal Theatre Project (FTP), el extraordinario plan de ayuda a las artes esc¨¦nicas impulsado por el presidente Roosevelt para reflotar el sector despu¨¦s del crash de 1929, que dio empleo directo a m¨¢s de 12.000 profesionales durante los cuatro a?os (1935-1939) que estuvo vigente. El New Deal del teatro. El proyecto fue finalmente clausurado el 30 de junio de 1939, pero su legado ha trascendido hasta hoy. Sigue siendo un ejemplo de c¨®mo un Gobierno puede contribuir con la m¨¢xima eficacia al desarrollo cultural de un pa¨ªs.
Con el p¨¢lpito de que se avecina una crisis de proporciones similares a la Gran Depresi¨®n, los paralelismos son inevitables. Flota en el ambiente el recuerdo del New Deal. Eso es lo que parecen estar pidiendo todos los sectores productivos: un plan de choque para estimular r¨¢pidamente la econom¨ªa despu¨¦s del confinamiento por el coronavirus. Y eso es lo que reclama tambi¨¦n el mundo de la cultura: que no se deje para lo ¨²ltimo, porque puede ser demasiado tarde. Que no se olvide, como no lo hizo el equipo de Roosevelt, que tambi¨¦n es un sector productivo. ¡°Servimos a la ciudadan¨ªa en su tiempo de ocio y, por ello, a menudo se confunde nuestra actividad con algo que viene despu¨¦s de lo importante¡±, recuerda el documento que presentaron las asociaciones profesionales de las artes esc¨¦nicas al ministro de Cultura, que incluye una propuesta de 52 medidas de urgencia para el sector. Una especie de nuevo New Deal para el teatro.
En una reciente conversaci¨®n con este diario, el director teatral Mario Gas se?alaba al FTP como modelo. ¡°No van a servir unas cuantas medidas sueltas, hay que pensar algo como aquello, bien estructurado, adaptado a las circunstancias actuales. No solo porque dio trabajo a miles de artistas, sino porque contribuy¨® a generar un tejido profesional muy rico, que permiti¨® despu¨¦s el florecimiento de una industria que a la larga result¨® ser muy rentable¡±, recordaba Gas.
La rentabilidad del Federal Theatre Project no fue solo econ¨®mica, sino tambi¨¦n cultural. Aparte de Orson Welles, muchos otros artistas dieron sus primeros pasos gracias a este plan: desde autores como Arthur Miller o Mary Chase a directores como Elia Kazan, Joseph Losey o Sidney Lumet y actores como Joseph Cotten o Burt Lancaster. Se considera tambi¨¦n que ayud¨® a la consolidaci¨®n de la primera gran generaci¨®n de dramaturgos del teatro norteamericano, con Eugene O¡¯Neill, Tennessee Williams y el propio Miller como figuras m¨¢s visibles.
Seg¨²n recogen los archivos de la Biblioteca del Congreso estadounidense, que custodia la abundante documentaci¨®n que gener¨® el proyecto, O¡¯Neill qued¨® tan impresionado por la capacidad de difusi¨®n del programa que rebaj¨® sus regal¨ªas para que se produjeran sus textos: hasta 14 obras suyas se representaron por todo el pa¨ªs. Sinclair Lewis, que por entonces ya hab¨ªa ganado el Nobel de Literatura (1930), prefiri¨® que la adaptaci¨®n de su novela Esto no puede pasar aqu¨ª, una s¨¢tira pol¨ªtica sobre los g¨¦rmenes del fascismo, fuera auspiciada por el FPT, en lugar de las buenas ofertas comerciales que recibi¨® de Broadway, para que pudiera llegar a un p¨²blico m¨¢s amplio. No se equivoc¨®: en octubre de 1936 se estrenaron de manera simult¨¢nea 22 producciones distintas en 18 ciudades. Una unidad negra realiz¨® la obra en Seattle, hubo una versi¨®n en yidish en Nueva York y otra en espa?ol en Florida. Casi medio mill¨®n de espectadores la vieron.
Todo esto no fue producto de la casualidad. Fue el resultado de un plan riguroso, trazado con precisi¨®n de relojero, dotado en su arranque con 27 millones de d¨®lares (24,7 millones de euros) a fondo perdido. Voluntad pol¨ªtica y dinero, en definitiva. Y una buena cabeza pensante, Hallie Flanagan, profesora universitaria y directora de teatro experimental, que convirti¨® un programa proyectado inicialmente para dar trabajo a uno de los sectores m¨¢s castigados por el crash en una herramienta de promoci¨®n cultural y creaci¨®n de nuevos p¨²blicos sin precedentes.
M¨¢s all¨¢ de producir espect¨¢culos y devolver la dignidad a miles de artistas desahuciados, la directora se propuso llevar el teatro profesional adonde nunca hab¨ªa llegado, esos pueblos y ciudades a los que las giras comerciales no llegaban, ciudadanos que ni en sue?os habr¨ªan podido costearse un viaje a Broadway, donde se concentraba buena parte de la actividad esc¨¦nica del pa¨ªs. El 65% de las representaciones financiadas por el FTP fueron gratuitas y m¨¢s de la mitad de sus 30 millones de espectadores no hab¨ªan asistido nunca antes a una funci¨®n teatral, seg¨²n los balances archivados en la Biblioteca del Congreso.
Flanagan se preocup¨® adem¨¢s de establecer unos criterios que garantizaran la calidad de los espect¨¢culos que iban a financiarse con los fondos del programa, entre ellos que todas las personas a las que se contratara fueran profesionales acreditados, no aficionados. Impuls¨® adem¨¢s la escritura de obras de contenido social, la experimentaci¨®n esc¨¦nica y la integraci¨®n de las minor¨ªas culturales y raciales del pa¨ªs, objetivo que cristaliz¨® en la compa?¨ªa Teatro Negro, con la que Orson Welles llev¨® a escena su innovador Macbeth.
Uno de los espect¨¢culos m¨¢s famosos financiados por el FTP fue parad¨®jicamente uno que no lleg¨® a estrenarse. Se trata del musical The cradle will rock, una alegor¨ªa brechtiana del proletariado, compuesta por Marc Blitzstein y dirigida por Orson Welles. Su presentaci¨®n, prevista para el 16 de junio de 1937, fue cancelada en el ¨²ltimo momento por una orden administrativa que obligaba a aplazar cualquier producci¨®n teatral p¨²blica en el marco de una investigaci¨®n para frenar la propaganda comunista en el pa¨ªs. Pero Welles y su equipo no se rindieron e improvisaron una funci¨®n en otro teatro que pas¨® a la historia por su audacia para burlar la censura. El episodio fue tan sonado que se mantiene como an¨¦cdota en el mundo del teatro y en 1999 fue objeto de una pel¨ªcula del mismo nombre dirigida por Tim Robbins, traducida en Espa?a como Abajo el tel¨®n, con un reparto de estrellas encabezado por Susan Sarandon, Bill Murray, Vanessa Redgrave, Emily Watson, Rub¨¦n Blades, Joan Cusack y John Cusack, entre otras.
Desde el principio el lema de la directora fue: ¡°Un teatro libre, adulto y sin censuras¡±. Esa fue la clave del ¨¦xito del programa. Pero tambi¨¦n lo que cav¨® su tumba. El avance del comunismo en Europa en ese momento estaba creando en Estados Unidos un sentimiento de amenaza y rechazo a todo lo que oliera a socialismo, sindicalismo o cr¨ªtica al sistema capitalista, algo que lat¨ªa en muchas de las obras que produc¨ªa el FTP. El proyecto empez¨® a despertar recelos, llov¨ªan las acusaciones de que los artistas lo usaban para difundir propaganda roja y cada vez m¨¢s sub¨ªan de tono las advertencias de la Administraci¨®n Roosevelt. La presi¨®n lleg¨® a tal punto que la propia Flanagan fue llamada a declarar como sospechosa de propagar el comunismo. El FTP fue finalmente clausurado el 30 de junio de 1939.