Literatura S. A.
El problema de los escritores con el dinero nace de los escr¨²pulos del arte hacia el comercio
En Espa?a la m¨²sica tiene tres salidas: por tierra, mar y aire. El music¨®logo Antonio Gallego record¨® esa broma de su maestro, Federico Sope?a, durante una conferencia celebrada en marzo de 2011 en la Fundaci¨®n Juan March de Madrid. Un a?o despu¨¦s, esa charla pas¨® a formar parte del libro colectivo Ganarse la vida en el arte, la literatura y la m¨²sica, que relata el modo en que, a lo largo de los siglos, los creadores han llevado el pan a casa. Despu¨¦...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
En Espa?a la m¨²sica tiene tres salidas: por tierra, mar y aire. El music¨®logo Antonio Gallego record¨® esa broma de su maestro, Federico Sope?a, durante una conferencia celebrada en marzo de 2011 en la Fundaci¨®n Juan March de Madrid. Un a?o despu¨¦s, esa charla pas¨® a formar parte del libro colectivo Ganarse la vida en el arte, la literatura y la m¨²sica, que relata el modo en que, a lo largo de los siglos, los creadores han llevado el pan a casa. Despu¨¦s de plantear un panorama general de cada disciplina, los ensayos se detienen en tres casos concretos: Rubens, Beethoven y Blasco Ib¨¢?ez.
De este ¨²ltimo se ocupa Joan Oleza, catedr¨¢tico en Valencia y autor de, entre otras proezas, una memorable edici¨®n de La Regenta para C¨¢tedra. Tambi¨¦n esta vez su contribuci¨®n ¨C¡°La empresa de escribir¡±- es memorable. Antes de llegar al autor de Ca?as y barro, Oleza analiza la construcci¨®n durante el siglo XIX de eso que Pierre Bourdieu denomin¨® ¡°campo literario¡±, un espacio art¨ªstico nacido en oposici¨®n al mundo capitalista ¡°burgu¨¦s¡±. Siguiendo al Bourdieu de Las reglas del arte (Anagrama), el profesor recuerda que de las tres escuelas en disputa durante la revoluci¨®n industrial -la literatura comercial, la social y la partidaria del arte por el arte- fue la tercera la que, de la mano de Flaubert y Baudelaire, termin¨® imponi¨¦ndose. Y lo hizo de tal modo que impuso a la vez su est¨¦tica -la autonom¨ªa de la creaci¨®n- y su ¨¦tica, seg¨²n la cual el ¡°¨¦xito comercial¡± de una obra es se?al de ¡°impureza art¨ªstica¡±, de sumisi¨®n al mercado. Ah¨ª empez¨® el dilema de los escritores con el dinero, que Oleza, en el caso de Blasco Ib¨¢?ez, resume as¨ª: ¡°Gan¨® una fortuna pero perdi¨® su lugar en el canon literario¡±.
El mundo ha cambiado mucho. El sistema de prestigios que rige la literatura, menos. El mercado ha sustituido al mecenazgo, pero la emancipaci¨®n econ¨®mica de los escritores depende menos de sus libros que de todo aquello que los rodea: colaboraciones en prensa, coloquios, jurados, premios. Eso es lo que ha dejado a la intemperie la crisis del coronavirus. Al contrario que en Noruega, donde un autor emergente puede contar con una beca-sueldo de 25.000 euros anuales, en Espa?a la literatura no es un puesto de trabajo directo sino indirecto.
Como dec¨ªa Auden, para un poeta es m¨¢s f¨¢cil ganarse la vida hablando de sus versos que escribi¨¦ndolos. Por eso apelar a su contribuci¨®n al PIB es un arma de doble filo que podr¨ªa terminar cortando la cabeza a los g¨¦neros minoritarios. Su baza es el valor simb¨®lico, no el comercial, darwinista por definici¨®n. El Estado puede hacer r¨¢pidamente muchas cosas por la industria del libro: eliminar impuestos, combatir la pirater¨ªa, invertir en bibliotecas p¨²blicas. Por los escritores, una fundamental, pero lenta: crear lectores. Y eso, con permiso de Instagram y Netflix, es competencia del Ministerio de Educaci¨®n.