La muchacha del siglo pasado
Rossana Rossanda ejemplific¨® en el periodismo, el ensayismo y el activismo el compromiso pol¨ªtico e intelectual con una militancia comunista laica y heterodoxa
Ha muerto Rossana Rossanda (RR), ¡°la muchacha del siglo pasado¡±, como se defin¨ªa a s¨ª misma en sus memorias, publicadas en el a?o 2007. Con 96 a?os, desaparece otro testigo de la historia completa del siglo XX, con la peculiaridad, dif¨ªcil de encontrar en otros testigos, de pertenecer a la misma se?a de identidad pol¨ªtica durante toda su vida: RR fue una comunista laica, heterodoxa, militase donde militase, que desarroll¨® su actividad pol¨ªtica como periodista y como escritora dentro de la tradici¨®n intelectualmente m¨¢s b...
Ha muerto Rossana Rossanda (RR), ¡°la muchacha del siglo pasado¡±, como se defin¨ªa a s¨ª misma en sus memorias, publicadas en el a?o 2007. Con 96 a?os, desaparece otro testigo de la historia completa del siglo XX, con la peculiaridad, dif¨ªcil de encontrar en otros testigos, de pertenecer a la misma se?a de identidad pol¨ªtica durante toda su vida: RR fue una comunista laica, heterodoxa, militase donde militase, que desarroll¨® su actividad pol¨ªtica como periodista y como escritora dentro de la tradici¨®n intelectualmente m¨¢s brillante de esa familia ideol¨®gica: el comunismo italiano, el de Gramsci, Togliatti, Ingrao y Berlinguer, entre otros.
En sus textos y en su pr¨¢ctica p¨²blica se encuentra muy n¨ªtidamente lo que entiende por militar: ¡°No se puede ser comunista de paso¡±; ¡°para ser comunista no hace falta carn¨¦¡±; fuera del ¡°partido¡± (el ¡°partido¡± siempre es el PCI) hay salvaci¨®n y se puede realizar una acci¨®n eficaz para transformar el mundo, etc¨¦tera. Para la izquierda heterodoxa europea (a la izquierda de los partidos comunistas), RR ha sido un mito, an¨¢logo en parte a lo que supuso Pasionaria para el comunismo oficial. Sin embargo, ella se alej¨® cuanto pudo de esa versi¨®n de mujer-comunista-s¨ªmbolo: ¡°De vez en cuando alguien me para amablemente: ¡®?Usted ha sido un mito!¡¯ Ahora bien, ?qui¨¦n quiere ser un mito? Yo no. Los mitos son una proyecci¨®n ajena con la que no tengo nada que ver. Me desazona. No estoy honrosamente clavada en una l¨¢pida fuera del mundo y del tiempo. Sigo metida tanto en el uno como en el otro¡±. Hasta ahora.
RR comenz¨® a luchar en la resistencia partisana a los nazis antes de acabar la Segunda Guerra Mundial. Se afili¨® al Partido Comunista Italiano (PCI), en el que milit¨® hasta finales de la d¨¦cada de los sesenta, tras alejarse primero de su l¨ªnea ideol¨®gica (frialdad ante los movimientos estudiantiles de Mayo del 68 y no condena de la invasi¨®n de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en agosto de aquel a?o) y luego ser expulsada.
A partir de ese momento, y con un brillante grupo de dirigentes e intelectuales comunistas (Valentino Parlato, Luigi Pintor, Luciana Castellina, Lucio Magri¡), fundan Il Manifesto, al mismo tiempo un peri¨®dico y un instrumento muy cercano a un partido pol¨ªtico.
Con Il Manifesto participar¨¢n en la miriada de formaciones extraparlamentarias y a la izquierda del PCI, con quien RR logr¨® ser diputada. A trav¨¦s de este artefacto, mitad medio de comunicaci¨®n, mitad estructura organizativa pol¨ªtica, RR y sus compa?eros han estado constantemente presentes en el ¨²ltimo medio siglo de vida p¨²blica, dando su versi¨®n sobre cualquier acontecimiento pol¨ªtico, econ¨®mico y social significativo. Siempre con extremas dificultades econ¨®micas y en medio de esos constantes alejamientos y escisiones que forman parte de la historia de la ¡°izquierda coherente¡±, como se han calificado a veces.
En el pr¨®logo a las memorias de RR (La muchacha del siglo pasado, Foca Editorial), Mario Troti, otro intelectual de la izquierda italiana, escribe nost¨¢lgico que esos folios son el relato de un gran amor malogrado entre Rossana y el PCI. En efecto, circula por todo el libro un aura de dolorosa desproporci¨®n entre lo que se es y lo que se hace, entre la teor¨ªa y lo conseguido, y describe c¨®mo el amor entre la autora ahora fallecida y el PCI atraviesa todas las fases: el estado naciente de enamoramiento, los primeros contactos llenos de entusiasmo, las primeras incomprensiones que consolidan una relaci¨®n, la ilusi¨®n de la identificaci¨®n, el descubrimiento de lo distinto en el otro, las desconfianzas rec¨ªprocas, el ahondarse en las diferencias hasta la conciencia de la incompatibilidad y la dolorosa soluci¨®n de la separaci¨®n.
Por los bosques de El Escorial camina a principios de siglo un peque?o grupo de gente entre la que est¨¢n RR, su compa?ero K. S. Karol, y sus alumnos. Han acudido a participar en un curso de verano contando su experiencia sobre el ejercicio de la pol¨ªtica y el periodismo. Rossana trabaja en Il Manifesto, y Karol escribe y editorializa en Le Nouvel Observateur, y tambi¨¦n ha escrito unas memorias extraordinarias (La nieve roja, Alianza). Ambos son colaboradores habituales de EL PA?S. RR, pelo blanco, ya mayor, una mirada firme, recuerda sus encuentros y encontronazos con Jorge Sempr¨²n, camarada Federico S¨¢nchez, y cavila sobre lo que luego ser¨¢ el objeto de sus memorias: las vicisitudes del comunismo y de los comunistas del siglo XX. Han terminado tan mal que es imposible no plantearse qu¨¦ significaba ser comunista en el a?o 1943, y qu¨¦ significa hoy. ¡°Despu¨¦s de m¨¢s de medio siglo atravesando corrientes, tropezando y retomando de nuevo mi carrera con algunos moratones de m¨¢s, a la memoria le entra el reuma. No la he cultivado, conozco su indulgencia y sus trampas. Tambi¨¦n las que consisten en darle una forma. Pero memoria y forma son a su vez un hecho en medio de los hechos¡±.
Rossana dice a sus interlocutores: ¡°No estoy libre de dudas¡±.