Los quim¨¦ricos inquilinos

En su viaje a trav¨¦s de un lugar llamado La Zona, los tres protagonistas de la posapocal¨ªptica odisea existencial Stalker, dirigida por Andr¨¦i Tarkovski en 1979, buscaban la habitaci¨®n, un cuarto de los deseos donde cualquier aspiraci¨®n se pod¨ªa hacer realidad. La est¨¦tica, la filosof¨ªa y la trascendencia (adem¨¢s de sus objetivos, mucho menos ambiciosos) de la pel¨ªcula francesa de Christian Volckman La habitaci¨®n (The Room) est¨¢n en las ant¨ªpodas de la obra de Tarkovski y, sin embargo, no parece dif¨ªcil ver...

En su viaje a trav¨¦s de un lugar llamado La Zona, los tres protagonistas de la posapocal¨ªptica odisea existencial Stalker, dirigida por Andr¨¦i Tarkovski en 1979, buscaban la habitaci¨®n, un cuarto de los deseos donde cualquier aspiraci¨®n se pod¨ªa hacer realidad. La est¨¦tica, la filosof¨ªa y la trascendencia (adem¨¢s de sus objetivos, mucho menos ambiciosos) de la pel¨ªcula francesa de Christian Volckman La habitaci¨®n (The Room) est¨¢n en las ant¨ªpodas de la obra de Tarkovski y, sin embargo, no parece dif¨ªcil ver la influencia entre una y otra: una pareja con trauma a cuestas se muda a una casa donde no encuentran el estereotipo de lo fantasmal sino el dichoso cuarto que buscaban los de Stalker; una especie de l¨¢mpara maravillosa sin genio dentro ni l¨ªmite de peticiones que, de pronto, los convierte en autosuficientes en todos los sentidos.

Desde ese momento, cada giro de guion puede parecer caprichoso en su superficie, pero el engranaje general tiene una notable coherencia interna, acudiendo a los m¨¢s oscuros deseos del matrimonio, intentando recomponer su desconsuelo (esa aparente imposibilidad de concebir hijos), y llevando su trama hasta los m¨¢s extremos l¨ªmites de lo malsano.

No tiene a los dos mejores int¨¦rpretes del mundo, Olga Kurylenko y Kevin Janssens, pero Volckman se basta y se sobra

Con apuntes de historia de casa encantada (a los anteriores inquilinos los mataron en esa misma morada), La habitaci¨®n no tiene a los dos mejores int¨¦rpretes del mundo, Olga Kurylenko y Kevin Janssens, pero Volckman se basta y se sobra para, con un regocijante esp¨ªritu de serie B, mantener la sugesti¨®n del espectador gracias a dos interesantes bases. La primera, el concepto de quimera, o aquello que se propone como verdadero sin en realidad serlo. Y segunda, la frase sobre la que se asienta cada uno de los comportamientos y las revueltas de guion: ¡°Lo ¨²nico m¨¢s peligroso que una persona que no puede conseguir lo que desea es una persona que puede conseguir todo lo que desea¡±.