Una catedral del ¡®art brut¡¯

Esta historia alucinante est¨¢ basada en la vida real de Joseph Ferdinand Cheval, un cartero del sur de Francia con alg¨²n tipo de discapacidad intelectual que durante 33 a?os construy¨® un palacio inspirado en una piedra de forma escult¨®rica que se encontr¨® en su ruta de trabajo y tambi¨¦n en los lugares ex¨®ticos que solo en su imaginaci¨®n lleg¨® a conocer. Sin moverse nunca de su regi¨®n y sin ninguna formaci¨®n en arte o arquitectura, el cartero Cheval construy¨® canto a canto una especie de castillo de arena gigante lleno de recovecos, grutas, cuevas y gui?os a los santuarios de oriente que ¨¦l sol...

Esta historia alucinante est¨¢ basada en la vida real de Joseph Ferdinand Cheval, un cartero del sur de Francia con alg¨²n tipo de discapacidad intelectual que durante 33 a?os construy¨® un palacio inspirado en una piedra de forma escult¨®rica que se encontr¨® en su ruta de trabajo y tambi¨¦n en los lugares ex¨®ticos que solo en su imaginaci¨®n lleg¨® a conocer. Sin moverse nunca de su regi¨®n y sin ninguna formaci¨®n en arte o arquitectura, el cartero Cheval construy¨® canto a canto una especie de castillo de arena gigante lleno de recovecos, grutas, cuevas y gui?os a los santuarios de oriente que ¨¦l solo conoc¨ªa por postal. Como Frederic Prokosch imagin¨® sin salir jam¨¢s de Wisconsin el fabuloso viaje de Los asi¨¢ticos, el modesto y marginado cartero Cheval cre¨® un monumento lleno de animales salvajes, naturalezas ex¨®ticas, personajes b¨ªblicos y detalles de templos hind¨²es, ¨¢rabes y egipcios sin que nadie jam¨¢s lograra entender del todo c¨®mo lo hizo ni qu¨¦ pas¨® exactamente por su cabeza.

Dirigida por Nils Tavernier, El palacio ideal es una bonita pel¨ªcula en la que destacan Jacques Gamblin en la piel del fr¨¢gil cartero y Laetitia Casta en la de su segunda esposa. La pel¨ªcula recorre su vida a trav¨¦s de su palacio y tambi¨¦n de la relaci¨®n que tuvo con sus hijos, especialmente con su hija peque?a Alice, a quien ¨¦l dedic¨® su obra. Una historia incre¨ªble y a ratos muy triste que Tavernier endulza lo justo. Con la mirada siempre perdida, Jacques Gamblin logra una dif¨ªcil cercan¨ªa con un personaje esquivo, un hombre fuera de la realidad pero a la vez muy pegado a su rutina y a los suyos y que Gamblin despoja poco a poco de la tentadora caricatura. En definitiva, un homenaje a una catedral del art brut en la que confluye todo el misterio de las expresiones art¨ªsticas que ocurren al margen y que, pese a que Andr¨¦ Malraux lo declar¨® Patrimonio Cultural y hoy es una atracci¨®n tur¨ªstica, se erige como un or¨¢culo de los insondables secretos del cerebro.