La magia del archivo

Es dif¨ªcil resistirse a la magia expresiva del found footage, termino anglosaj¨®n que se refiere al uso del material de archivo, por lo general casero y amateur, en el que se inscribe esta ficci¨®n experimental dirigida por Nuria Gim¨¦nez Lorang. La sobreabundancia de im¨¢genes en la que nadamos pervierte nuestra mirada hasta volverla c¨ªnica y, sobre todo, cada vez m¨¢s desorientada. Es ah¨ª donde se concentra la principal paradoja del metraje encontrado, su p¨¢tina le confiere una verdad renovada, su falta de intenci¨®n, una frescura e inocencia abierta a mil posibles nuevas historias. ...

Es dif¨ªcil resistirse a la magia expresiva del found footage, termino anglosaj¨®n que se refiere al uso del material de archivo, por lo general casero y amateur, en el que se inscribe esta ficci¨®n experimental dirigida por Nuria Gim¨¦nez Lorang. La sobreabundancia de im¨¢genes en la que nadamos pervierte nuestra mirada hasta volverla c¨ªnica y, sobre todo, cada vez m¨¢s desorientada. Es ah¨ª donde se concentra la principal paradoja del metraje encontrado, su p¨¢tina le confiere una verdad renovada, su falta de intenci¨®n, una frescura e inocencia abierta a mil posibles nuevas historias. Y eso es precisamente lo que hace Gim¨¦nez Lorang, abrir a la imaginaci¨®n las cintas de 8 y 16 mil¨ªmetros que conforman su peque?o y adorable documento. Es imposible ver My Mexican Bretzel y no recordar Un instante en la vida ajena, esa joya de Jos¨¦ Luis L¨®pez-Linares y Javier Rioyo basada en las grabaciones realizadas por Madronita Andreu a lo largo de su vida. Son pel¨ªculas diferentes. Un instante en la vida ajena era una filigrana que invocaba una vida real a trav¨¦s de decenas de filmes caseros. Pero la vida de la genial Madronita, hija de la acaudalada familia industrial detr¨¢s de las pastillas y el jarabe para la tos del doctor Andreu, tambi¨¦n podr¨ªa haber sido una ficci¨®n como la que propone My Mexican Bretzel. En forma de diario escrito (sin voz en off), al comp¨¢s de una banda sonora casi muda, pero con sugerentes sonidos ambientales en algunos pasajes, Gim¨¦nez Lorang propone un viaje en el tiempo de un sonriente matrimonio burgu¨¦s. Una narraci¨®n de tintes dram¨¢ticos que contrasta con la felicidad de lo que vemos e imaginamos: los viajes, las vacaciones y los colores saturados de las primeras c¨¢maras caseras. En esa relectura del material casero hay inevitables ecos de los melodramas de los a?os cuarenta de John M. Stahl y, m¨¢s tarde, los de su principal heredero, Douglas Sirk. Pero los subterfugios cin¨¦filos no aportan mucho a una pel¨ªcula bonita, pero demasiado pegada al ejercicio te¨®rico y cuya ficci¨®n textual no se apodera del todo de la magia de sus im¨¢genes.