¡°Nos roban todo, menos la rabia¡±: adelanto del manifiesto feminista de Las Tesis
Reproducimos el primer cap¨ªtulo del libro ¡®Quemar el miedo¡¯
Las Tesis, el famoso colectivo feminista conformado por cuatro artistas chilenas, publicar¨¢ el 3 de marzo un manifiesto en todos los pa¨ªses hispanohablantes de Am¨¦rica Latina y en Espa?a (editorial Planeta). El grupo, que reside en la ciudad costera de Valpara¨ªso, se hizo conocer en 2019 despu¨¦s de que miles de mujeres alrededor del mundo decidieran reproducir su corta performance denunciando la violencia estatal contra ellas, ...
Las Tesis, el famoso colectivo feminista conformado por cuatro artistas chilenas, publicar¨¢ el 3 de marzo un manifiesto en todos los pa¨ªses hispanohablantes de Am¨¦rica Latina y en Espa?a (editorial Planeta). El grupo, que reside en la ciudad costera de Valpara¨ªso, se hizo conocer en 2019 despu¨¦s de que miles de mujeres alrededor del mundo decidieran reproducir su corta performance denunciando la violencia estatal contra ellas, Un violador en tu camino. El PA?S publica a continuaci¨®n un extracto del manifiesto, su primer cap¨ªtulo:
¡°Nos roban todo, menos la rabia¡±.
La rabia, en el reino animal, puede contagiarse cuando un animal clava sus dientes en el cuerpo de otro. El virus viaja desde donde se produjo la herida hasta el cerebro. Primero, provoca una inflamacio?n y, despue?s, la muerte. Pero a esta inherente capacidad mortal de propagar la enfermedad incurable, podri?amos sumar otro tipo de rabia. Una que lleva siglos sin cura. Un sistema ata?vico y rancio que tambie?n ataca el cuerpo. Nuestros cuerpos. Nos hiere, nos inmoviliza y nos mata.
Tenemos rabia. Rabia contra la opresio?n milenaria. Rabia contra la impunidad histo?rica. Rabia y miedo de ser agredidas, asesinadas, olvidadas.
El patriarcado late en las venas de gobiernos y poderosos, de los medios de comunicacio?n, de la polici?a. Atraviesa los distintos sectores socioecono?micos. Se infiltra en tribunales de justicia. Cruza subterra?neamente ¡ªy, a veces, tan obviamente¡ª al Estado. Se convierte en la expresio?n de la furia del narco y las maras centroamericanas que usan a las mujeres como escudo y como boti?n de venganza, nefasta tradicio?n ancestral que perdura hasta nuestros di?as. Todo lo que toca el patriarcado lo convierte en rabia.
Tenemos rabia. Rabia ante la invisibilizacio?n constante de nuestros abusos. ?Por que? casi todas las mujeres que conoces han sido vi?ctimas de abuso y los hombres no conocen a un solo abusador? Porque no lo ven. Porque en su privilegio nuestra sangre es invisible.
Cuando e?ramos chicas nos tocaron muchas veces en la calle, y vivimos en carne propia el acoso impune. Nos agarraron el culo, nos frotaron el pene en un bus. Nos besaron a la fuerza. Nos denigraron. Nos abusaron de nin?as, jo?venes y luego adultas; borrachas y sobrias. Una vez, mientras nosotras camina?bamos por Valparai?so, salio? un tipo de entre los matorrales y grito?: ?Te gusta que te lo metan por el hoyo. ?Corre, perra!?. Y no quedo? otra alternativa ma?s que correr. Y ese acoso, que es invisible para muchos, lo vivimos todos los di?as sin poder denunciar.
Nuestro testimonio siempre esta? en tela de juicio, siempre es cuestionable, dudoso, nunca es suficiente. La presuncio?n de inocencia arrasa con nuestra verdad. La impunidad del abuso, de la violacio?n, esta? normalizada y la revictimizacio?n constante es insoportable. Aun asi?, nos odian cuando salimos, en masa, a decirles que ya no toleramos su maltrato, violencia y tortura.
Cuando creamos un violador en tu camino recibimos muchi?simas amenazas por redes sociales digitales. Incomodo?, y la primera reaccio?n de muchas personas fue defenderse con un ?no todos somos asi??. Incluso, algunos dijeron: ??Por que? me dicen violador si yo no lo soy??. Cuando evidentemente se trata de una puesta en escena, una performance que apunta a una condena a la que estamos expuestas. Es una forma arti?stica de decir que no estamos seguras. Pero a ellos les cuesta verlo, verse, deconstruirse. Saben que no se salva nadie, o casi nadie. No se salva tu padre ni tu abuelo ni tu hermano. Ni el novio que dice ser ?sororo? y te promete amor eterno. Ni el compan?ero de marchas que, si hurga en su vida, encontrara? ma?s de una historia de maltrato donde fue autor o co?mplice de menoscabo. Porque muchos han abusado de alguna u otra forma de una mujer y/o de una disidencia sexual.
Han herido, han castigado emocionalmente, han minimizado, le han tratado de explicar situaciones laborales o acade?micas a alguien como si fuera inferior. Han perpetuado la brecha salarial. Se han burlado y han negado las subjetividades e identidades que no corresponden al binarismo patriarcal; como si el ge?nero solo se limitara a hombres y mujeres. Han abusado de sus privilegios. Han violado.
El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer. Nacer con vulva o sin ella, nacer disidente en el ma?s y menos amplio de los sentidos, nos enlaza funestamente a la brutalidad. Todo lo que el patriarcado toca lo convierte en brutalidad. Y nosotras sabemos que pueden seguir inventando formas au?n ma?s crueles de matarnos.
Lo supo Luci?a Pe?rez, una joven argentina de 16 an?os a la que violaron, empalaron, drogaron y torturaron hasta la muerte. La justicia condeno? a los acusados de su asesinato solo por venta de drogas y descartaron cualquier ataque sexual en su contra.
Lo supo Jesica Tejeda cuando teni?a 34 an?os. Juan Ce?sar Augusto Huaripata, su pareja, la asesino? de 30 pun?aladas en Rosales, Peru?. Pero no solo lo supo Jesica, sino que tambie?n todo su barrio, porque cuando acudieron por ayuda a la comisari?a, que estaba solo a 200 metros, la polici?a tardo? una hora en llegar. Asesinaron a Jesica y tambie?n a su hijo de 15 an?os. El feminicida incendio? la casa para intentar borrar las huellas.
Lo supo Brenda Micaela Gordillo, de 24 an?os, a quien su pareja, Naim Vera, asesino? en Catamarca, Argentina, solo por el hecho de estar embarazada. Para que nadie descubriera el crimen, e?l cocino? los restos de Brenda en una parrilla.
Lo supo Nicole Saavedra, lesbiana, en Limache, Chile. Teni?a 23 an?os cuando Vi?ctor Pulgar la secuestro?, violo?, torturo? y asesino?, viviendo impune por ma?s de 3 an?os gracias a la desidia y negligencia judicial.
Lo supo A?mbar Cornejo, en Villa Alemana, Chile. Teni?a 16 an?os y la pareja de su madre, Hugo Bustamante, la violo?, asesino?, descuartizo? y enterro? debajo de la casa; un hombre que antes habi?a asesinado a otra mujer y a su hijo. Sin embargo, la justicia lo libero? 17 an?os antes de que cumpliera esa primera condena.
Lo sabemos todas las mujeres del mundo, porque no caminamos tranquilas por las calles. Porque si nos violan, nos apuntan como culpables. Porque los sistemas de justicia son inoperantes y las precarias medidas de proteccio?n que ofrecen frente a un agresor nunca son suficientes. Porque los candidatos a presidir los gobiernos se llenan la boca con eslo?ganes sobre igualdad, pero no plantean soluciones estatales para detener los feminicidios.
Porque es mentira que nos protegen. Porque es mentira que nos quieren vivas. Lo vemos cuando rechazan la educacio?n sexual integral. Lo vemos cuando rechazan el cambio sociocultural y poli?tico que necesitamos para abolir las opresiones y violencias de ge?nero.
Nos roban todo, menos la rabia, y nuestra rabia los intranquiliza. Quieren que sigamos en nuestras casas como si nada pasara. Les molesta que salgamos con una venda en los ojos, vestidas con ropa ligera, nocturna y sugerente para cantarles que los violadores son ellos. Pero nosotras no nos cansamos de gritar. Hasta que esa rabia se convierta en revolucio?n. Y les hierve el hoyo, les enfurece, al ver que nos cansamos de esperar cambios desde sus poli?ticas y que nos organizamos de forma independiente y autogestionada. Les hierve el hoyo que confiemos en organizaciones y colectivos feministas antes que en sus instituciones patriarcales y coloniales. Les hierve el hoyo que recurramos a ellas al ser vi?ctimas de violencia, o que abortemos juntas y juntes en nuestras casas; ilegales, clandestinas. Les hierve el hoyo que nos caguemos en sus poli?ticas de Estado, porque no nos cuida la polici?a, nos cuidan nuestras amigas.
Todas las mujeres que mencionamos antes murieron o tuvieron juicios en los u?ltimos dos an?os y son solo ejemplos de la barbarie que cruza a este sistema; cifras que la sociedad patriarcal se niega a retener, porque no es difi?cil de leer si solo nos fijamos en el an?o 2019. Me?xico: 916 muertas. Peru?: 168 feminicidios. Brasil: 1314. En Honduras, 55 mujeres fueron asesinadas en los primeros seis meses de confinamiento por covid-19.
?Quieren hablar de un virus que se propaga sin cura? Nos esta?n matando.
Lo supo Ingrid Escamilla, una joven mexicana de 25 an?os a quien su pareja, E?rick Robledo, asesino? y desollo?. Expusieron su cuerpo mutilado en los medios de comunicacio?n y un video con el relato de su feminicida ayudo? a victimizarlo. Los medios au?n no aprenden a relatar de que? forma nos asesinan. Las fotos denigraron todavi?a ma?s su partida y otros hombres se dieron el tiempo de postear bajo las ima?genes de su cuerpo mutilado: ?Que? hermoso el odio consumado, que? belleza de ima?genes, que? delicia de homicidio?.
?Todavi?a quieren saber por que? tenemos rabia?