Love of Lesbian para 5.000 personas en Barcelona: cr¨®nica de un concierto casi como los de antes
El grupo act¨²a en el Palau Sant Jordi como una prueba piloto para eliminar la distancia social en los espect¨¢culos masivos
Suena Nadie por las calles en el Palau Sant Jordi y 5.000 personas saltan, se emocionan, vibran juntas. Es la primera canci¨®n del concierto que ha ofrecido este s¨¢bado en Barcelona el grupo de rock Love of Lesbian, el primero multitudinario de la pandemia. Pareciera que por un momento que la vida vuelve a ser como antes, cuando la m¨²sica era pasi¨®n compartida entre apretujones.
Todo comenz¨® mucho antes, a primera hora de la ma?ana. Raz...
Suena Nadie por las calles en el Palau Sant Jordi y 5.000 personas saltan, se emocionan, vibran juntas. Es la primera canci¨®n del concierto que ha ofrecido este s¨¢bado en Barcelona el grupo de rock Love of Lesbian, el primero multitudinario de la pandemia. Pareciera que por un momento que la vida vuelve a ser como antes, cuando la m¨²sica era pasi¨®n compartida entre apretujones.
Todo comenz¨® mucho antes, a primera hora de la ma?ana. Razzmatazz, Apolo y Luz De Gas, salas barcelonesas cerradas por la pandemia, abr¨ªan a una hora desacostumbrada para el rock para servir de sede en una prueba piloto para ensayar c¨®mo puede ser el futuro de las actividades multitudinarias. All¨ª se realizaron los test para certificar que los asistentes al concierto de la noche no estaban infectados.
Los participantes se sent¨ªan pioneros; lo son en Europa. La pista de Razzmatazz estaba parcelada en 16 cabinas donde todo era amabilidad y fluidez. El resultado llegaba al m¨®vil mediante una aplicaci¨®n de control. Tiene un calendario para indicar la edad. Arranca en marzo de 2003 ¨D18 es la edad m¨ªnima¨D pero no llega hasta 1956, a?o en el que nacieron quienes no alcanzan, por los pelos, los 65 de edad m¨¢xima. Tras 10 minutos de espera en el exterior de Razzmatazz, el resultado: un negativo que permite el acceso al concierto.
Suena ¡®Nadie por las calles¡¯ y parece que por un momento la vida vuelve a ser como antes, cuando la m¨²sica era pasi¨®n compartida entre saltos y apretujones
Palau Sant Jordi, 17.00. Hay cuatro colas de acceso, de modo que se evitan aglomeraciones disponiendo entradas y salidas segmentadas. Cada una cuenta con sus propias barras y lavabos. En una carpa se realizan pruebas de ant¨ªgenos a quienes con entrada adquirida (23 y 27 euros con derecho a mascarilla FFP2 que se entrega en las puertas) no han llegado a hac¨¦rsela en las ocho horas habilitadas. Cinco mil verificadas. A las 13.45 solo cuatro hab¨ªan resultado positivos y dos personas m¨¢s confinadas por proximidad con ellos. Para acceder al recinto, exquisito y exhaustivo control que conduce a ense?ar dos veces el m¨®vil cuya aplicaci¨®n indica que el resultado de la prueba es negativo.
Hay abundante gel y mucho servicio de informaci¨®n. Son algunas de las pautas que el equipo cient¨ªfico del hospital Germans Trias i Pujol ¨Dcontactado por los promotores de festivales y salas de conciertos de Catalu?a que sufragan la prueba¨D ha desarrollado como continuaci¨®n de la ya realizada en un concierto en la sala Apolo, tambi¨¦n en Barcelona, el pasado diciembre con una asistencia de 500 personas. Fue exitosa, sin contagios. Esta cuesta 200.000 euros, de los que se recuperar¨¢n unos 90.000 por la venta de entradas. El resto se espera cubrir con aportaciones p¨²blicas y patrocinios.
Da la impresi¨®n, una vez dentro, de que el futuro, no solo de los festivales masivos, sino de la propia actividad cultural, depende de la marcha de esta y de las pruebas que ir¨¢n llegando. Se trata de afinar el modelo y la fiabilidad de los test de ant¨ªgenos. Quienes de momento no se beneficiar¨¢n esta temporada son los grandes festivales que, como S¨®nar y Primavera Sound, tienen un elevado porcentaje de p¨²blico internacional.
Interior del Sant Jordi. Falta media hora para el inicio del concierto. Hace fresco y nadie se quita las prendas de abrigo. Una de las exigencias de la prueba es garantizar que en este amplio espacio de 4.500 metros cuadrados circule un aire lo m¨¢s puro y regenerado posible. La consecuencia es el confort de los ping¨¹inos. El espacio ha sido desinfectado concienzudamente con un robot que elimina los virus con una luz ultravioleta.
Todo sea por volver al moderado contacto f¨ªsico, al menos el propio de un concierto, sin que ello implique la eliminaci¨®n de la mascarilla. En los altavoces suenan The Beatles en bucle, y de vez en cuando unos testimonios de afectados por la covid hielan la sangre, quiz¨¢s llevando a m¨¢s de uno a pensar si no estar¨ªa m¨¢s seguro en casa.
Love of Lesbian sale a las 19.29. Exceptuando dos conciertos ac¨²sticos formato bolsillo, no sub¨ªan a un escenario desde octubre de 2019. Se fueron dejando sonrisas, vuelven encontr¨¢ndose mascarillas. Ante ellos el p¨²blico estabulado en cuatro ¨¢reas de la pista, como si fueren esas zonas vips que proliferan para que los selfies queden fet¨¦n. Los miran 5.000 mascarillas. Debe de ser raro desde all¨ª arriba. Gritos, aplausos, emoci¨®n. S¨ª, parece un concierto de los de antes...
El grupo, que en un par de semanas publica su nuevo disco, realiz¨®, sin embargo, un concierto plagado de sus grandes ¨¦xitos. Sonaron Noches reversibles, John Boy, 1999, All¨ª donde sol¨ªamos gritar... Santi Balmes, el vocalista, aprovech¨® para hablar entre canciones. ¡°Espero que esto [la pandemia] sirva para que nunca m¨¢s se recorte en sanidad p¨²blica¡±, grit¨®.
El concierto termin¨® con Planeador. Balmes se despidi¨® con un peque?o discurso en el que advirti¨® que lo que se hab¨ªa vivido era una burbuja. ¡°Vamos por buen camino, pero el virus todav¨ªa est¨¢ ah¨ª fuera. La batalla contin¨²a¡±.