Aromas de est¨¦tica sublime
El Juli, poderoso, cort¨® dos orejas, y Juan Ortega, artista, una a los toros muy desiguales de Garcigrande
Cuando la corrida estaba hundida en la negrura de un profundo precipicio, surgi¨® la luz con el toreo exquisito de Juan Ortega al tercero e ilumin¨® la plaza antera. Y cuando parec¨ªa que solo hab¨ªa sido un brillante fogonazo, sali¨® el bravo toro quinto y permiti¨® el triunfo incontestable de un poderoso El Juli. Y a¨²n quedaba otro destello: Juan Ortega, ante el sexto, con el que volvi¨® a ralentizar el toreo y esparci¨® sentimientos por los tendidos.
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Cuando la corrida estaba hundida en la negrura de un profundo precipicio, surgi¨® la luz con el toreo exquisito de Juan Ortega al tercero e ilumin¨® la plaza antera. Y cuando parec¨ªa que solo hab¨ªa sido un brillante fogonazo, sali¨® el bravo toro quinto y permiti¨® el triunfo incontestable de un poderoso El Juli. Y a¨²n quedaba otro destello: Juan Ortega, ante el sexto, con el que volvi¨® a ralentizar el toreo y esparci¨® sentimientos por los tendidos.
As¨ª es el toreo, una curva irregular de simas sin fondo y rel¨¢mpagos luminosos que justifican la desesperaci¨®n ante toros tullidos y de carne fofa, como algunos de los que han salido al ruedo con el hierro de Garcigrande.
Despu¨¦s de los dos toros primeros, lisiados, que vagabundearon como almas en pena por la arena, sali¨® el tercero, otro de la misma hermandad, sin sangre en las venas, distra¨ªdo y con semblante enfermizo.
Y, de pronto, inesperadamente, surgi¨® el toreo en el tercio final. All¨ª estaba Juan Ortega, ese torero sevillano que tiene andares de haber estado en el vientre de una vaca brava, pura elegancia, como de quien est¨¢ luciendo un traje en una pasarela, y dibuj¨®, ese es el verbo, una obra de arte pre?ada de suavidad, sensibilidad¡ Aprovech¨® la bondad infinita del toro, tan bobo como generoso, para trazar dos tandas con la mano derecha que sonaron a eso, a est¨¦tica sublime, esa que se disfruta y carece de explicaci¨®n terrenal; y, despu¨¦s, la zurda, dos naturales interminables y un derechazo de frente, un trincherazo y un remate por bajo de los que ponen la piel de gallina. Pero cuando fue a firmar, pinch¨® por dos veces y la obra de arte qued¨® emborronada.
Garcigrande/Morante, El Juli, Ortega
Toros de Garcigrande, correctos de presentaci¨®n, mansurrones, inv¨¢lidos y tullidos, a excepci¨®n del noble sexto, y, especialmente, del bravo quinto, que destac¨® por su calidad.
Morante de la Puebla: tres pinchazos y casi entera ('silencio'); estocada baja ('silencio').
El Juli: estocada trasera ('silencio'); estocada trasera (dos orejas).
Juan Ortega: dos pinchazos y estocada (vuelta al ruedo); pinchazo y casi entera baja (oreja).
Plaza de Vistalegre. Madrid. 22 de mayo. D¨¦cima corrida de feria. Dos tercios de entrada en un aforo m¨¢ximo permitido de 6.000 personas.
Y cuando nadie lo esperaba, sali¨® un toro bravo, Tabernero de nombre, que empuj¨® con entrega al caballo, acudi¨® y persigui¨® en banderillas y demostr¨® en la muleta una clase excepcional por ambos lados.
El Juli lo recibi¨® con meritorias ver¨®nicas, brind¨® a la concurrencia, e hil¨® una faena de torero poderoso, ventajista y superficial a veces, y profundo y largo en otras. Comenz¨® por bajo, con una rodilla en tierra, con hondura y gracia. En las dos primeras tandas con la mano derecha destac¨® m¨¢s la clase y la movilidad del toro ante una muleta en l¨ªnea recta que, m¨¢s que torear, acompa?aba la embestida. Hubo una tanda grande de naturales, y dos m¨¢s con la derecha, el toro siempre a m¨¢s, en la que destac¨® la suficiencia, la t¨¦cnica y la profundidad, tambi¨¦n, de un torero veterano y contrastado. A pesar de que la espada cay¨® trasera, pase¨® las dos orejas.
Y quedaba la guinda. Otro toro, el sexto, con mal semblante, que se cuela por dentro y acude al picador con la cara por las nubes.
Y otra vez la transfiguraci¨®n de Juan Ortega, torero artista. Los iniciales ayudados por bajo sonaron a una pura delicia, y a la tercera tanda, muleta en la izquierda, brotaron cuatro naturales extraordinarios, abrochados con otro de pecho espectacular. Y, a continuaci¨®n, tres m¨¢s del mismo tenor, y cuatro remates, dos por cada lado, y un molinete de reminiscencias de anta?o antes de volver a pinchar. (Que no olvide Ortega que el t¨ªtulo de matador obliga a lo que el propio nombre indica).
Morante no tuvo suerte con un lisiado primero, con el que se luci¨® de verdad en dos ver¨®nicas y una media sensacionales, y un dificultoso cuarto que le trasmiti¨® plena desconfianza.
Tambi¨¦n fue una birria el primero de El Juli, pero por fortuna, se encendi¨® la luz, y seguir¨¢ brillando por mucho tiempo, que es lo bueno que tiene el toreo cuando es de verdad.