Eddie y Sylvia Brown: ¡°El boom del arte afroamericano continuar¨¢ creciendo¡±
El matrimonio de mecenas compagina su pasi¨®n por el coleccionismo con el apoyo a proyectos destinados a la investigaci¨®n sanitaria y a la justicia social en EE UU
Pensamos en grandes donaciones, en acciones desinteresadas y, en el mejor de los casos, en la voluntad de hacer el bien sin que el pr¨®jimo lo sepa, al hablar de ¡°filantrop¨ªa¡±, una palabra hermosa aunque muchas veces bastardeada que la Real Academia Espa?ola define de este modo en su diccionario: ¡°Amor al g¨¦nero humano¡±.
Precisamente ese es el esp¨ªritu que anima a Eddie y Sylvia Brown, mecenas, coleccionistas y fil¨¢ntropos estadounidenses de prestigio, una pareja que se conoci¨® hace ya muchos a?os en la ...
Pensamos en grandes donaciones, en acciones desinteresadas y, en el mejor de los casos, en la voluntad de hacer el bien sin que el pr¨®jimo lo sepa, al hablar de ¡°filantrop¨ªa¡±, una palabra hermosa aunque muchas veces bastardeada que la Real Academia Espa?ola define de este modo en su diccionario: ¡°Amor al g¨¦nero humano¡±.
Precisamente ese es el esp¨ªritu que anima a Eddie y Sylvia Brown, mecenas, coleccionistas y fil¨¢ntropos estadounidenses de prestigio, una pareja que se conoci¨® hace ya muchos a?os en la Howard University ¨D¨¦l estudiaba Ingenier¨ªa, ella, Educaci¨®n F¨ªsica¨D, que construy¨® el Brown Center del Maryland Institute College of Art (MICA), que colabor¨® econ¨®micamente con el Bloomberg School of Public Health y que, como si fuera poco, colecciona arte afroamericano con un criterio que abarca tanto la pasi¨®n por la excelencia que ambos han abrazado como su car¨¢cter ¨²nico. Un car¨¢cter que guarda un estrecho v¨ªnculo con Baltimore, la ciudad donde ellos echaron ra¨ªces.
Que la sencillez engrandece a¨²n m¨¢s a los consagrados es una verdad que no pierde vigencia. Los Brown la tienen y lo prueban en una charla en la que explican su esencia, la misma que permiti¨® que Eddie fundara Brown Capital Management y que ambos ¨Cuno de cuyos proyectos m¨¢s hermosos es el hotel de lujo The Ivy, enclavado en el coraz¨®n de Baltimore¨C cosecharan la colecci¨®n que sembraron, cuya primera semilla fue puesta en Filadelfia, cuando adquirieron una obra de una peque?a galer¨ªa especializada en arte afroamericano sin ¡°saber nada¡± en aquel momento.
Quiz¨¢s no lo supieran, pero ya ve¨ªan algo que los dem¨¢s no ve¨ªan y sent¨ªan lo que ellos mismos describen como una intensa ¡°conexi¨®n emocional¡± con esas piezas.
¡°Nosotros separamos hace a?os, y muy bien, la Iglesia del Estado¡±, dice un sonriente Eddie. Y ampl¨ªa: ¡°Jennifer, nuestra hija, maneja nuestros asuntos familiares y personales bajo el nombre The Brownstone Project, y por el d¨ªa yo me ocupo de mi compa?¨ªa, especializada en inversiones. Nosotros coleccionamos desde hace d¨¦cadas. Y en eso tuvo mucho que ver el hecho de que Tonya, nuestra hija mayor, se interesara por el arte y luego se graduara en la Leroy E. Hoffberger School of Painting, del MICA, y se dedicara a la pintura. Lo cierto es que, a lo largo del camino, conocimos a much¨ªsimos profesionales. Pero un n¨²cleo de tres personas en especial nos ayud¨® a entender mejor el mundo del coleccionismo: Steven Jones, Jackie Copeland y David Driskell. Y el 90% de nuestra colecci¨®n est¨¢ compuesta por arte afroamericano, aunque hay algunas excepciones de artistas cauc¨¢sicos, como Grace Hartigan, que tiene un significado muy especial porque fue profesora de Tonya en la facultad. Pero el ¨¦nfasis y el foco est¨¢n puestos en el universo afroamericano, desde los viejos maestros hasta los emergentes, pasando por los creadores consagrados que no se pueden considerar maestros. Digamos que tenemos unas 300 obras que se puedan considerar de calidad muse¨ªstica¡±.
Sylvia parece infundirle a la conversaci¨®n un estilo misterioso y hondo, y Eddie un pragmatismo y una inteligencia que, combinados, hacen las delicias de cualquiera al que le interese no ya el mecenazgo, sino el arte de narrar historias. Acaso por eso ellos relaten con tanta naturalidad los nombres de algunos de los monstruos sagrados cuyas joyas han atesorado sucesivamente, mucho antes de que coleccionar arte afroamericano fuera una moda.
¡°Nosotros ¨Dprosiguen y, por la qu¨ªmica que tienen, en este punto es irrelevante distinguir qui¨¦n dice qu¨¦¨D tenemos una colecci¨®n privada, pero tambi¨¦n es cierto que hemos recibido a una gran cantidad de visitantes. Y hemos empezado a catalogar nuestra colecci¨®n, algo que no es nada f¨¢cil, porque incluye la investigaci¨®n que los especialistas hacen respecto a cada artista, pero que puede darles a quienes no conocen lo que hemos hecho un sentido de unidad interesante¡±.
Donantes de cuantas iniciativas les parezca que sirvan para enriquecer a la comunidad, no ya en Maryland, sino en todos los Estados Unidos, los Brown contestan con humor c¨¢ustico, huyendo de ese mal perpetuo que es la solemnidad, cu¨¢l es la principal tarea de su fundaci¨®n. ¡°A regalar todo el dinero que tenemos¡±, afirman entre carcajadas contagiosas.
Y, ya m¨¢s serios, a?aden: ¡°Tenemos tres objetivos claros: ayudar a educar a ni?os de contextos socioecon¨®micos poco privilegiados y, si es necesario, becarlos; extender las artes visuales y las artes esc¨¦nicas a todos aquellos lugares donde sea posible, y lidiar adecuadamente para paliar las disparidades en el acceso a la salud. Concretamente en la parte art¨ªstica, donamos dinero a la Baltimore Community Foundation, y ellos hacen el trabajo de investigaci¨®n respecto a la seriedad y a los objetivos de las organizaciones que nos piden dinero. Nosotros hemos intentado que los ni?os de contexto cr¨ªtico pudieran ver m¨¢s all¨¢ de los barrios pobres en los que se han criado. Lo cierto es que los chicos que estudian en una excelente instituci¨®n p¨²blica de Baltimore, llamada The Crossroads School, han sido patrocinados a trav¨¦s del Turning the Corner Achievement Program, un programa que para nosotros ha sido modelo y que durante los ¨²ltimos 15 a?os se ha ocupado de ayudar a resolver los problemas sociales que las familias de ellos padecen, por ejemplo, adicciones, para que la cohesi¨®n de cada n¨²cleo familiar tenga una repercusi¨®n positiva. Y tambi¨¦n asisten a conciertos sinf¨®nicos y a museos de primer nivel, en procura de est¨ªmulo para la b¨²squeda de oportunidades y para el mayor conocimiento de un mundo que no conocen. Esto involucra a asistentes sociales, maestros, mentores y artistas, y nos enorgullece tanto como haber patrocinado el mejor programa de la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, y reclutar a los mejores y m¨¢s brillantes profesionales para que ayuden a mejorar la vida y la salud de quienes habitan las comunidades m¨¢s rezagadas de la ciudad¡±.
Eddie Brown admite que durante su infancia no vivi¨® la prosperidad actual. La sensibilidad social no se puede fingir. Y conocer esta faceta de los Brown es tan apasionante como hablar con ellos de arte. Lo curioso es que, aun si se refieren al esclavismo, al Holocausto, a la forma en que el p¨²blico se identifica con lo que ve en las muestras de arte contempor¨¢neo, a las desigualdades econ¨®micas o a las injusticias raciales que todav¨ªa asolan a los Estados Unidos, no pierden la amabilidad ni el humor.
¡°Coleccionar es adictivo. Yo creo que la pasi¨®n m¨¢s grande que tengo es por la escultura, pero sobre todo por la madera. Por eso me identifico tanto con Martin Puryear, de quien vimos una exposici¨®n en Richmond en la que instal¨® una escalera fenomenal. Me gusta el aspecto, el tacto y el aroma de su trabajo, y me toca muy hondamente¡±, dice Sylvia Brown.
Su marido agrega complement¨¢ndola: ¡°Independientemente de la fama del artista, nos tiene que gustar para que compremos una obra suya. Sentimos una gran pasi¨®n, y las cosas o nos gustan o no nos gustan, pero no podr¨ªa explicar por qu¨¦. Y aunque no siempre estamos de acuerdo en a qui¨¦n elegir, son menos las veces en que no coincidimos que aquellas en las que coincidimos¡±.
Entre elogios cruzados al arte y al car¨¢cter de Sam Gilliam, una de las joyas de su colecci¨®n, la mecenas concluye: ¡°Hace a?os que existe un boom de arte afroamericano, y creo que est¨¢ creciendo, que continuar¨¢ creciendo y que explotar¨¢. Realmente es una sensaci¨®n fabulosa, porque durante mucho tiempo las obras de los artistas afroamericanos no fueron tenidas en cuenta. As¨ª que este cambio de tendencia me emociona¡±.