?Qui¨¦n asesin¨® al valeroso domador de tigres Anton?
No hay muchas novelas negras ambientadas en el circo, pero sin duda una de las mejores la escribi¨® el brit¨¢nico Alan Melville
Cuando me preguntan cu¨¢l es mi novela negra favorita, esperando que cite alguna de Jo Nesb?, Tana French o Philip Kerr, la gente suele alzar la ceja al responderles sin dudarlo: Death of Anton, del brit¨¢nico Alan Melville. No es solo por el t¨ªtulo que me suena siniestramente autorreferencial, sino porque la historia, entretenid¨ªsima, transcurre en un circo, ay, de los de antes, la v¨ªctima principal es un domador de tigres de Bengala (el Anton del t¨ªtulo), y entre los sospechosos figuran un trapecista enamorado y un payaso que carga siempre un ejemplar de Los siete pilares de la sabidur¨ªa, de T. E. Lawrence (Lawrence de Arabia). Ah, y aparece Horacio, ¡°la foca m¨¢s inteligente del mundo¡±. Y un m¨¦dico borrach¨ªn en n¨®mina en el circo que parece salido de una pel¨ªcula de John Ford y que se vanagloria de haber salvado a un elefante beb¨¦ tipo Dumbo. Adem¨¢s, el polifac¨¦tico autor de la novela, una de las pocas que conozco del g¨¦nero que transcurren en un circo (otras ser¨ªan The Rising of the Moon, de Gladys Mitchell y About the Murder of the Circus Queen, de Anthony Abbot, am¨¦n de Els punyals imprecisos, de Xavier Bertran, que estuvo una temporada en el Circ Cric de Tortell Poltrona; Ellery Queen tiene una que pasa en un rodeo), es el escritor, dramaturgo, creador de revistas y musicales, actor, locutor y guionista de la BBC Alan Melville (1910-1983), que combati¨® como piloto de la RAF en la Segunda Guerra Mundial, lleg¨® a jefe de escuadrilla y particip¨® en el desembarco de Normand¨ªa, todo lo cual no se puede decir de, por ejemplo, P. D. James o Arnaldur Indridason.
La lectura de Death of Anton (in¨¦dita que yo sepa en castellano), que Melville escribi¨® de joven, todav¨ªa veintea?ero, y public¨® en 1935 (la ha recuperado luego la British Library en su colecci¨®n de Cl¨¢sicos del crimen: como ven no soy el ¨²nico que valora la novela), resulta deliciosa. No es el libro que les recomendar¨ªan Carlos Zan¨®n, Rosa Mora o Juan Carlos Galindo. No esperen un relato existencial, a lo novela negra escandinava, ni una trama retorcida o muy amarga del estilo de las de Dennis Lehane, no, no, Death of Anton es una historia muy cl¨¢sica con un aroma a Agatha Christie y a lo m¨¢s tradicionalmente ingl¨¦s del g¨¦nero, ideal para leer tomando el t¨¦ y picoteando s¨¢ndwiches de pepino. El escritor fue actor en obras de No?l Coward y algo hay tambi¨¦n de eso: una joie de vivre, un humor y una iron¨ªa que sorprenden en una trama de cr¨ªmenes brutales y tigres que se meriendan gente. A Melville (nada que ver, hasta donde se me alcanza, con el autor de Moby Dick: ya ser¨ªa la repera), se le incluye en la Edad de Oro del Crimen, la narrativa de asesinatos de entreguerras, aunque su contribuci¨®n fue escasa, apenas media docena de novelas de detectives en una breve r¨¢faga hacia mediados de los a?os treinta antes de abandonar para siempre el g¨¦nero. No obstante, nos dej¨® algunas joyas, entre ellas Quick curtain y Weekend at Thrackley, que se convirti¨® en obra de teatro y luego en pel¨ªcula (Hot Ice, 1952) y, claro, Death of Anton.
La historia, que se abre con esa frase que ya se te mete en el bolsillo, ¡°The circus came to town¡±, transcurre durante la estancia en julio en una localidad inglesa en el marco de su gira por el pa¨ªs del Famoso Circo Mundial y Menagerie de Joseph Carey, que cuenta con cinco elefantes, 12 leones, siete tigres, medio centenar de caballos (entre ellos los ponis de Miss St, Clair, ataviada de miembro de la Legi¨®n Extranjera) y la antedicha foca, adem¨¢s de otros animales. El propietario del circo es el tal Carey, del que se dice que las mujeres son su profesi¨®n mientras que la carpa es solo una ocupaci¨®n secundaria. La estrella es el beluario alem¨¢n Ludwig Kranz, cuyo nombre art¨ªstico (!) es Anton y que presenta su n¨²mero vestido con un taparrabos de piel rayada y con las manos desnudas, sin l¨¢tigo ni rev¨®lver. Anton aparece muerto en la jaula de sus siete tigres de Bengala tras una velada particularmente complicada en la que Peter, el m¨¢s grande, viejo y resabiado de los felinos se ha negado a pasar por el aro de fuego y ha estado desabrido, lo que en un tigre de Bengala es tan peligroso como se puede imaginar. Sin embargo, al examinar el cuerpo, resulta que Anton de lo que ha muerto en realidad es de tres disparos en el pecho, lo que en puridad no se puede achacar a los tigres.
Unas palabras sobre Anton: el circo lo presenta como el protagonista del Most Fearless and Sensational Act in the History of Animal Training, Direct from His Continental Successes, First Time in Britain, Secured at Enormous Expense y la novela lo retrata como un gentleman alto, de buena familia, distinguido y atractivo, vamos, haciendo honor a su nom de cage. Lo que podr¨ªa haber pasado por un accidente con los tigres, tan habitual como con las motosierras, se desvela como un asesinato gracias a la perspicacia del detective inspector de Scotland Yard Mr. Minto, que se encuentra casualmente de paso en el lugar para asistir a la boda de su hermana con un turbio representante de aspiradoras y que se hace cargo del caso. Minto, un hombre decente y fiable, con sentido del humor y excelente investigador, descubre que el asunto es mucho m¨¢s complicado de lo que parece al principio, cuando todo apunta a un accidente laboral. Para acabarlo de adobar, su hermano, el cura del pueblo, el padre Robert Minto (?un gui?o al padre Brown de Chesterton?), conoce al asesino pues lo ha escuchado en confesi¨®n¡
En el estupendo cluedo circense, los principales sospechosos son el ayudante del domador y expareja art¨ªstica del mismo (al estilo de los famosos Siegfried & Roy), Miller (alias Leon), rebajado a hacer de secundario de la estrella tras caer en declive por culpa de la bebida, algo de lo que es dif¨ªcil criticar a alguien que trabaja con tigres; el payaso Dodo, ¡°King of Clowns¡± (nos enteraremos de que lleva Los siete pilares de la sabidur¨ªa para impresionar, ¡°la gente piensa no solo que soy un tipo lo bastante inteligente para leer un libro como ese sino, lo que es m¨¢s importante, que puedo pagar 30 chelines por ¨¦l¡±); y el trapecista Lorimer, pareja ¡ªWorld¡¯s Most Sensational Trapeze Artists, casados bajo la carpa¡ª de Loretta, con la que efect¨²a sus arriesgados n¨²meros sin red (ella al parecer tambi¨¦n practica otros n¨²meros clandestinos con el domador Anton y quiz¨¢ con el due?o del circo, al que la relaci¨®n con una trapecista anterior, Raquel, le ha costado lucir la cicatriz de una pu?alada propinada por su celoso marido, Varconi, italiano, por supuesto). Reina tanto mal rollo en el circo que un personaje advierte a Mr. Minto: ¡°Hay m¨¢s crimen en curso aqu¨ª que en todo el mundo del hampa de Londres¡±. Como veremos, no es ninguna exageraci¨®n.
Melville recrea el mundo del circo con cari?o y con una excelencia digna de Trapecio o El mayor espect¨¢culo del mundo, con todos los t¨®picos que nos encantan y regode¨¢ndose en las descripciones de los artistas de la carpa (nos quedamos con las ganas de saber algo m¨¢s del hombre bala, hijo de la se?ora de los caballos). Evidencia un gran conocimiento de los domadores y de los n¨²meros con fieras, y eso se lo dice alguien que ha entrevistado a ?ngel Cristo y a Wiliam Voss, el rey de los tigres blancos.
Death of Anton est¨¢ llena de momentos gozosos: cuando Miller se ve obligado a entrar en la jaula a hacer el n¨²mero del domador estrella tras la muerte de este y los tigres huelen su miedo y obran en consecuencia; el sabotaje del trapecio o el pasaje en que dejan encerrado al inspector en el t¨²nel de entrada de los tigres¡ Melville se lo pasa en grande y nosotros con ¨¦l. Entre lo mejor, la escena del interrogatorio del detective a uno de los payasos del circo, el lun¨¢tico Ginger, de la estirpe de Vladimir y Estrag¨®n y de los fool shakespearianos. ?Interrogar a un clown! He ah¨ª un hito del g¨¦nero, como el de buscar pistas en la jaula de los tigres.
Devorador de hombres en la playa
Una de las cosas que me atrae personalmente de Death of Anton, aparte de todo lo dem¨¢s, es que una vez yo intent¨¦ escribir algo parecido a ra¨ªz de encontrarme con un peque?o circo con tigres en una localidad playera de la Costa Dorada. Hab¨ªan levantado la carpa sobre la arena y los tigres rug¨ªan en sus jaulas compitiendo con el ruido de las olas. Imagin¨¦ entonces que uno de los tigres, un viejo ejemplar llamado Feofar Khan, escapaba y comenzaba un r¨¢pido reinado de terror como devorador de hombres en la zona del Vendrell, empezando por su propio domador. Se conjuraban para detenerlo un joven rom¨¢ntico y aventurero lector de Jim Corbett y Kenneth Anderson, un polic¨ªa alcoh¨®lico y descre¨ªdo y un veterano excazador inspirado en Jorge de Pallej¨¢, el autor de Simba y Los b¨²falos del Okavango. La historia, que duerme en alg¨²n caj¨®n, se qued¨® atascada en el momento en que los tres protagonistas orquestaban un acecho nocturno de la fiera en la playa y se contaban historias mientras velaban el cebo, los restos de un conocido escritor y veraneante, autor celebrado de novela realista. Y es que para contar historias as¨ª necesitas el talento y el oficio de Alan Melville.
Babelia
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