La ¨²ltima voluntad de Eduardo Arroyo: el ¡®Ulises¡¯, ilustrado por primera vez
El pintor dej¨® como deseo antes de morir que se editara la gran novela de James Joyce con sus dibujos. Ahora aparece en ingl¨¦s y en espa?ol coincidiendo con el centenario de la publicaci¨®n del libro
Eduardo Arroyo sol¨ªa contar que el Ulises de James Joyce le salv¨® la vida. ¡°Estaba obsesionado con eso, completamente obsesionado¡±, asegura su viuda, Isabel Azc¨¢rate. Fue hace tiempo, en el a?o 1989. El pintor sufri¨® una grav¨ªsima peritonitis en Par¨ªs que a punto estuvo de matarlo. La convalecencia le dur¨® un a?o. Pero ¨¦l, que era vigoroso, vital y tozudo, utiliz¨® la obra del irland¨¦s para medir sus fuerzas. En cierto modo, para sobrevivir agarrado a aquella necesidad de reinvenci¨®n como artista que manaba y lo apelaba desde el poderoso texto de Joyce.
As¨ª fue fraguando alrededor de 130 ilustraciones en color y 200 en blanco y negro. Pero nunca en vida del artista ¨Dmuri¨® el 14 de octubre de 2018¨D se publicaron como a ¨¦l le hubiera gustado: ilustrando el texto de la novela. La mayor¨ªa, sin embargo, vieron la luz en un cuaderno que apareci¨® en 1991 para conmemorar el 50 aniversario de la muerte del autor.
Se lo hab¨ªa encargado Hans Menke, editor de C¨ªrculo de Lectores. Pero su nieto Stephen Joyce impidi¨® que aquellos dibujos acompa?aran la novela. Alegaba que su abuelo nunca quiso ver el Ulises ilustrado. ¡°Aunque lo cierto es que, en vida, el escritor plante¨® a Picasso y a Matisse algo similar¡±, asegura Joan Tarrida, responsable de Galaxia Gutenberg. Y lo cierto tambi¨¦n fue que Picasso no le contest¨®, lo que le enfureci¨®.
Tarrida, por tanto, est¨¢ convencido de que a Joyce le hubiera gustado la idea. Pero a Arroyo m¨¢s. Y su amistad con el pintor ¨Dfue tambi¨¦n su editor en vida¨D le ha llevado a cumplir esa promesa hecha antes de que muriera y de paso a que la novela aparezca, por tanto, ilustrada por primera vez en todo el mundo justo cuando se cumple, adem¨¢s, el centenario de la primera edici¨®n del libro, publicada en Par¨ªs en 1922. ¡°Lleg¨® a ver maquetado un tercio del libro, aproximadamente, se fue con la idea de que el deseo se iba a hacer realidad¡±. Pero no solo en espa?ol. Tambi¨¦n en ingl¨¦s, con la editorial Other Press.
A Judith Gurewich, la responsable del sello estadounidense donde aparecer¨¢ la obra, no tuvo Tarrida ni que convencerla para que le acompa?ara en el proyecto. ¡°Hab¨ªa quedado con ¨¦l en su oficina de Barcelona para hablar de otras cosas y mientras le esperaba vi varios dibujos esparcidos en la mesa¡±, afirma Gurewich. ¡°Lo tom¨¦ como una se?al. Nac¨ª en Canad¨¢ pero crec¨ª en B¨¦lgica y, de repente, aquellas im¨¢genes evocaban algo muy profundo de mi infancia¡±, afirma, ¡°de cuando mis padres me llevaban a museos y beb¨ªa junto a ellos las vanguardias del siglo XX¡±.
Cuando Tarrida entr¨® en el despacho, su colega le pregunt¨® qu¨¦ era aquello. ¡°Hab¨ªa tenido lo que yo llamo un ¡®momento Madeleine¡¯, en memoria de mi madre, que era una refugiada jud¨ªa de origen h¨²ngaro en Bruselas. Los dos supimos que llevar¨ªamos a cabo el proyecto juntos, casi ni lo tuvimos que hablar¡±, afirma Gurewich.
Arroyo tambi¨¦n se enter¨®. ¡°Aunque no tuve la suerte de conocerle¡±, asegura la editora norteamericana ahora. Tarrida se lo cont¨® en julio de 2018. Pero deb¨ªa pasar un tiempo hasta que expiraran los derechos de autor en Espa?a y pasaran a dominio p¨²blico, algo que se cumpli¨® el pasado 31 de diciembre. El libro aparecer¨¢ a finales de enero simult¨¢neamente en ingl¨¦s y espa?ol.
Dentro de sus p¨¢ginas se regocijan Stephen Dedalus y Buck Mulligan, humedecidos en los trazos de Arroyo mientras contemplan seducidos, narcotizados, medio borrachos por la bruma, el mar verdemoco, seg¨²n lo define Joyce, que rodea Dubl¨ªn. Mientras Molly Bloom se cuela en los sue?os h¨²medos de unos cuantos y traiciona su destino fiel de Pen¨¦lope con la connivencia callada de los gatos y los murci¨¦lagos. Al tiempo que Leopold, su esposo, devora casquer¨ªa y funde mollejas con el sue?o de viajar por Europa sin salir de Irlanda¡
Ulises fue un texto perfecto para Arroyo. Casi un destino en un artista que logr¨® una simbiosis ideal entre pintura y literatura. Traz¨® toda su vida im¨¢genes que se pod¨ªan leer y textos que se ve¨ªan. Fue un letraherido constante, obsesionado con su vertiente de ilustrador. Junto a Tarrida public¨® una Biblia asombrosa. ¡°Lo hicimos a principios del 2000 y ah¨ª empez¨® a hablarme de su deseo con el Ulises¡±, asegura el editor.
Jam¨¢s se neg¨® a mandar un dibujo para una portada de un libro de cualquier amigo o de un medio que se lo pidiera. Colabor¨® en eso con Juan Goytisolo y cont¨® con la complicidad de Juli¨¢n R¨ªos para el proyecto de Joyce. A petici¨®n de este peri¨®dico ilustr¨® portadas de Babelia o El Pa¨ªs Semanal. Se le pod¨ªa sugerir con suficiente tiempo de antelaci¨®n que daba lo mismo: al d¨ªa siguiente lo enviaba. Acompa?ar cualquier labor de imprenta le motivaba como a un ni?o.
Existen multitud de interpretaciones del Ulises. Desde el punto de vista del lenguaje, de diversas corrientes de la psicolog¨ªa, vanguardistas, imbricadas en la tradici¨®n, tr¨¢gicas, c¨®micas, filos¨®ficas, astrol¨®gicas¡ El psic¨®logo N¨¦stor Braunstein lo ha estudiado desde la perspectiva lacaniana. El creador de dicha corriente sosten¨ªa que el autor era ¡°un desabonado del inconsciente¡±.
Aun as¨ª, no hizo otra cosa, seg¨²n Braunstein, que labrarse un nombre. ¡°Joyce es el inveros¨ªmil inventor de una escritura sin precedentes. Intent¨® con ella hacerse un nombre¡±, asegura. Todo ello conlleva una complejidad que se plasma en el esfuerzo de esculpir con car¨¢cter y de manera radicalmente original cada p¨¢rrafo, cada di¨¢logo de la obra. Pero casi mejor atenerse a lo que el propio escritor le dijo un d¨ªa a Djuna Barnes en v¨ªsperas de su publicaci¨®n. Quedaron en el caf¨¦ Les Deux Magots, de Par¨ªs, y le confes¨®: ¡°Lo malo es que el p¨²blico pedir¨¢ y encontrar¨¢ una moraleja en mi libro, o peor, que lo tomar¨¢ de alg¨²n modo en serio, y, por mi honor de caballero, no hay en ¨¦l una sola l¨ªnea en serio¡±.
El aliento cervantino, pues, llev¨® tambi¨¦n a Joyce a pulir y a fantasear en cada p¨¢gina bajo el mandamiento de la iron¨ªa. Tambi¨¦n del influjo po¨¦tico trasladado a la prosa. Cada vez que en el Ulises se nos presenta un personaje, el autor levanta un monumento verbal para definirlo: entre la iconograf¨ªa visual y el zarpazo del misterio. ?Tendr¨¢ que ver en eso, seg¨²n la teor¨ªa de Lacan, su obsesi¨®n por esculpir cada identidad ajena en un nombre digno para cada una de sus criaturas?
La teor¨ªa de Gurewich es que Arroyo, en su genio y su intuici¨®n, dice, ¡°jam¨¢s interpret¨® el texto¡±. Fue una decisi¨®n sabia. De curtido lector y lib¨¦rrimo pintor. Sacar conclusiones fuera de lo que las palabras le provocaban como imagen hubiese desnaturalizado el trabajo. ¡°Interpret¨® lo que ve¨ªa. Y en el texto ve¨ªa y ve¨ªa, m¨¢s que leer¡±, afirma la editora.
Obra coral
Tambi¨¦n quiso compartir con otros la fiesta de crear un imaginario para Ulises. Invit¨® a otros pintores como Gilles Aillaud, Andreu Alfaro, Adrien Jacques Le Seigneur junto al traductor del ¨¢rabe Kadhim Jihad al alim¨®n o Rougemont y tambi¨¦n a Grazia Eminente, que aporta una fotograf¨ªa. Tarrida explica por qu¨¦ Arroyo sinti¨® la necesidad de que todos ellos lo ayudaran con una colaboraci¨®n. De hecho, el propio artista le dijo: ¡°Cuando trat¨¦ de imaginar una playa cubierta de conchas me di cuenta inmediatamente de que solo Gilles Aillaud pod¨ªa hacerlo¡±. Lo mismo pas¨® con Rougemont, a quien pidi¨® el ba?o turco del quinto cap¨ªtulo; a Luis Gordillo, que le introdujera, aseguraba Arroyo, ¡°en el laberinto y los batiburrillos de Circe, o Alfaro, que torne¨® con delectaci¨®n el seno de Molly¡¡±.
Complet¨® as¨ª una obra coral y, en su caso, resucitadora, bajo la gu¨ªa pertinente de un homenaje y una simbiosis: la de la pintura con la escritura, una uni¨®n de la que Arroyo se convirti¨® en maestro absoluto. Su obra viva contin¨²a al alza y se puede contemplar en la exposici¨®n que hasta el 27 de febrero sigue abierta en las Naves de Gamazo, en Santander, bajo el t¨ªtulo Eduardo Arroyo: El buque fantasma, en alusi¨®n a uno de sus ¨²ltimos cuadros, as¨ª como en la galer¨ªa ?lvaro Alc¨¢zar de Madrid, donde se han expuesto autorretratos y una serie de sus personajes favoritos.
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