?Qu¨¦ ha dicho Alberto Garz¨®n que no sepamos?
El negacionismo clim¨¢tico ha mutado, ya tiene su ¨®micron, que aparenta m¨¢s benignidad, pero responde a una naturaleza insidiosa que favorece el contagio masivo
Estrenamos 2022 con una evidencia: el negacionismo clim¨¢tico es residual. ?Es una buena noticia? En absoluto. El negacionismo clim¨¢tico ha mutado, ya tiene su ¨®micron, que aparenta m¨¢s benignidad, pero responde a una naturaleza insidiosa que favorece el contagio masivo. Nadie est¨¢ dispuesto hoy a enzarzarse en una discusi¨®n por un qu¨ªtame all¨¢ esas pajas: reconocemos que los grados suben, tambi¨¦n el nivel del mar y que aumentan los inesperados desastres atmosf¨¦ricos; leemos reportajes sobre las migraciones que provocar¨¢ el clima; sentimos cierta inquietud cuando se nos advierte de que Espa?a ser¨¢ el pa¨ªs m¨¢s castigado de Europa por el desierto creciente; nos indignamos con la imparable deforestaci¨®n de la selva amaz¨®nica que va talando el verde a favor de pasto para los animales que llegan a nuestro plato.
Pero hemos entrado en fase de huida hacia delante, de cinismo supremo, de un posnegacionismo a favor de que nada entorpezca el negocio. No se puede decir que no estamos informados: la pol¨ªtica espa?ola ha llegado tarde a incluir en el debate la degradaci¨®n ecol¨®gica, pero dicen las encuestas que a los ciudadanos nos preocupa el asunto. En este mismo peri¨®dico, la periodista Anatxu Zabalbeascoa entrevistaba hace unos d¨ªas a Carolyn Steel, la autora de Ciudades hambrientas, que ha estudiado c¨®mo estamos pagando un precio demasiado alto por explotar la naturaleza sin respetar sus ritmos y por dejar nuestra alimentaci¨®n en manos de contadas macroindustrias. No es un tema tab¨², al contrario, los interesados en el asunto encontramos informaci¨®n a diario.
Si se leen con regularidad los peri¨®dicos, si se ven documentales, es raro no encontrarse cada dos por tres estudios sobre los perniciosos efectos de la ganader¨ªa industrial. En nuestra televisi¨®n p¨²blica, aparecieron varios reportajes en los ¨²ltimos meses. Concretamente, en Informe Semanal se emiti¨® uno el pasado mes de abril sobre la oposici¨®n de algunos vecinos de Noviercas, un peque?o pueblo de Soria, a la instalaci¨®n en esa comarca del Moncayo de la mayor macrogranja de Europa con 23.500 cabezas de ganado. Merece la pena volver a ver el reportaje, disponible en la web de RTVE, porque explica c¨®mo una mole de este calibre resulta una bomba medioambiental.
Tambi¨¦n se sabe que la Uni¨®n Europea nos ha tirado de las orejas varias veces por una tendencia de negocio que va en aumento, pero la clase pol¨ªtica ha encontrado de pronto en esto un argumento perfecto de guerrilla cultural. Aseguran defender las tradiciones, como si la ganader¨ªa intensiva hubiera sido lo habitual en el campo espa?ol; dicen defender a la gente del campo, cuando en realidad quieren convertir el mundo rural en zonas de abastecimiento para la ciudad; tratan de enfrentar a los habitantes del campo con los de la ciudad, a los que caricaturizan como pijos a los que no les importa lo que suceda m¨¢s all¨¢ de su urbe.
Todo el discurso simplificado al m¨¢ximo, personificado ahora el mal en un ministro de consumo que no ha dicho ni m¨¢s ni menos que lo que la evidencia cient¨ªfica nos lleva se?alando a?os: o nos decantamos por el modelo de explotaci¨®n ganadera al que tiende Europa o por el chino. Si adem¨¢s hacemos correr el bulo de que ese ministro ha defenestrado en el extranjero los productos espa?oles, tanto mejor; si se le cuelga el sambenito de enemigo de los ganaderos, miel sobre hojuelas. Si a estas acusaciones se les a?ade unas gotitas de esencia nacionalista la f¨®rmula es perfecta. La mentira se propaga m¨¢s r¨¢pido que la verdad. Y si una mentira nos impulsa electoralmente es porque hay un pueblo dispuesto a creerla.
La conclusi¨®n es que mientras consumimos ficci¨®n apocal¨ªptica con gran placer y leemos las informaciones del desastre ecol¨®gico con aparente preocupaci¨®n, nos hemos adiestrado para no mezclar teor¨ªa y pr¨¢ctica, para no relacionar los miedos en abstracto con las acciones que posibiliten la reducci¨®n del infierno. De esta manera, permitimos a los l¨ªderes pol¨ªticos que asisten a la cumbre del clima que sean verdes en apariencia y medrosos en sus actos. No estoy tan encandilada como otros con No mires arriba, de hecho, confieso haber acelerado el mando para restarle media hora a una comedia que se me hac¨ªa larga, pero lo cierto es que la tesis es buena: que la amenaza de un meteorito no nos amargue un resultado electoral. Aunque confieso, y no bromeo, que lo que me pareci¨® m¨¢s de ciencia ficci¨®n fue ver a Leonardo DiCaprio casado con una mujer de su edad.
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