Roca Rey, ansiedad por ser figura
El torero peruano trunca con la espada una seria faena al sexto toro de una desigual corrida de Victoriano del R¨ªo
Puede gustar m¨¢s o menos el joven torero peruano, pero no se le puede negar sus ansias de encaramarse a la condici¨®n de figura. Y ha hecho el pase¨ªllo en Madrid con la firme convicci¨®n de darlo todo, de exponer al m¨¢ximo, de dar ese paso definitivo que diferencia a los buenos toreros de los que pretenden marcar una ¨¦poca.
Son conocidos los defectos de Roca Rey, pero tambi¨¦n se deben tener presentes sus cualidades, que son muchas, responsables de que ocupe un primer¨ªsimo puesto en la tauromaquia actual.
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Puede gustar m¨¢s o menos el joven torero peruano, pero no se le puede negar sus ansias de encaramarse a la condici¨®n de figura. Y ha hecho el pase¨ªllo en Madrid con la firme convicci¨®n de darlo todo, de exponer al m¨¢ximo, de dar ese paso definitivo que diferencia a los buenos toreros de los que pretenden marcar una ¨¦poca.
Son conocidos los defectos de Roca Rey, pero tambi¨¦n se deben tener presentes sus cualidades, que son muchas, responsables de que ocupe un primer¨ªsimo puesto en la tauromaquia actual.
Dotado de un valor ilimitado, lleg¨® dispuesto a romper los esquemas de la l¨®gica, olvidarse del viento molesto, pasar por encima de la condici¨®n de sus oponentes y con la ¨²nica mirada puesta en la puerta grande¡ valores que condicionan e impulsan una carrera hacia el ¨¦xito.
Si mata bien al sexto toro, es indudable que hoy se estar¨ªa hablando de una puerta grande, discutible quiz¨¢, pero fundamentada en cimientos s¨®lidos.
Roca Rey apareci¨® en Las Ventas para salir a hombros, y se encontr¨® con el viento, un primer toro incierto, muy desigual y de corto recorrido y, encima, un bajonazo infame.
Recibi¨® al sexto con unas airosas ver¨®nicas bien rematadas con una media; el animal cumpli¨® sin alharacas en el caballo y no facilit¨® la labor de los banderilleros. Pero a Roca Rey le import¨® poco lo sucedido. Tom¨® la montera y se fue a los medios a brindar la faena despu¨¦s de una tarde de bochornoso aburrimiento por el desigual juego de los toros de Victoriano del R¨ªo.
Se plant¨® de rodillas en la segunda raya del tercio, y all¨ª esper¨® al toro con un pase cambiado por la espalda, tres derechazos y un pase de pecho ya recuperada la verticalidad. La plaza cruji¨® de emoci¨®n, en parte por entrega del torero, y en parte porque era el primer pasaje verdaderamente emocionante del festejo.
Roca Rey supo que ese era el camino para el triunfo. Baj¨® la mano derecha, se olvid¨® de la ventolera, se plant¨® en el terreno adecuado y aprovech¨® la pastue?a embestida de su oponente para muletear despacio en dos tandas que supieron a la mejor versi¨®n del torero peruano. Muy despacio, entregado, hondo¡ como casi nunca se ha visto a este torero. Sigui¨® por el buen camino una tanda de naturales adobada por un pase cambiado y otro largo de pecho. La plaza, a estas alturas, era un verdadero clamor. No hab¨ªa toreo de alt¨ªsimos vuelos que lo justificara, pero s¨ª la disposici¨®n, el pundonor, el arrebato y el temple de un hombre decidido a llegar a lo m¨¢s alto.
A¨²n hubo dos tandas m¨¢s, el toro m¨¢s apagado, con los pitones en la taleguilla, y los tendidos rendidos a los pies de quien estaban izando a hombros en su certera ilusi¨®n. Pero fall¨® con la espada, sonaron dos avisos y todo se emborron¨®. Qued¨®, claro que s¨ª, una encomiable actitud de figura.
Era la tarde de la confirmaci¨®n de Fernando Adri¨¢n, un torero desconocido hasta que triunf¨® en la Copa Chenel del a?o pasado y se gan¨® una confirmaci¨®n de lujo en esta feria. Tiene valor y un buen concepto taurino; lo que le han faltado han sido corridas en sus nueve a?os ya como matador de toros y, adem¨¢s, un compromiso de alt¨ªsima responsabilidad: Madrid, plaza llena y cartel de lujo.
A Adri¨¢n le hab¨ªa tocado el gordo, pero hab¨ªa que saber gestionarlo. Se encontr¨® con el mejor toro, el primero, poco picado, que galop¨® en el segundo tercio y embisti¨® despu¨¦s con codicia, fijeza y recorrido. Adri¨¢n inici¨® su labor de rodillas en los medios y parec¨ªa dispuesto a poner toda la carne en el asador. Y la puso en las dos primeras tandas con la mano derecha, la muleta baja y sentido del temple, y surgieron muletazos con enjundia. Cambi¨® el panorama a rengl¨®n seguido, dio dos pases cambiados que desdibujaron la escena y ya nada fue igual. El toro se qued¨® m¨¢s cort¨® y ¨¦l no supo elevar el vuelo de la faena. En fin, que no hubo tensi¨®n para el triunfo.
El quinto no le permiti¨® florituras, como no se lo permiti¨® su lote a Manzanares, muy molesto por el viento en el segundo de la tarde, que dur¨® muy poco y acab¨® muy deslucido ¡ªsolo pudo lucirse Antonio Chac¨®n en dos buenos pares de banderillas¡ª, al igual que el cuarto, soso y desfondado.
Al final, qued¨® el buen ambiente que supo crear Roca Rey, del gusto de unos y no de otros, pero con una evidente ansiedad por permanecer en la cima.
Del R¨ªo / Manzanares, Adri¨¢n, Roca
Toros de Victoriano del Río, bien presentados, serios y astifinos; encastado y con clase el primero; noble el segundo; noble y bobalicón el sexto, y muy desiguales, de corto recorrido y deslucidos los demás.
José María Manzanares: dos pinchazos y estocada (silencio); estocada (silencio).
Fernando Adrián, que confirmó la alternativa: estocada baja -aviso- (ovación); gran estocada (silencio).
Roca Rey: bajonazo (silencio) -aviso- pinchazo hondo, un descabello -2º aviso- dos descabellos y el toro se echa (ovación).
Plaza de Las Ventas. 19 de mayo. Duodécima corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).