¡°Como abogado no te alcanza para vivir, por muchas horas que hagas¡±: la di¨¢spora venezolana se encuentra con la escritora Melba Escobar
Emigrados de Venezuela en Barcelona reflexionan sobre el derrumbe de su pa¨ªs a partir del nuevo libro de la escritora colombiana
Cuando ¨¦ramos felices y no lo sab¨ªamos es el t¨ªtulo del ¨²ltimo libro de la escritora colombiana Melba Escobar y es la frase que Gabriela Arriens escuch¨® tantas veces en Venezuela. ¡°Eso se dice mucho all¨ª, un venezolano lee ese t¨ªtulo y le resulta familiar, claro¡±, afirma Arriens, residente en Barcelona desde hace nueve meses. En su pa¨ªs es propietaria de un hotel en una zona tur¨ªstica, pero la falta de clientela la llev¨® a emigrar. Su hija, Valeria, que march¨® hace a?os para instalarse en M¨¢laga, le coste¨® el billete d...
Cuando ¨¦ramos felices y no lo sab¨ªamos es el t¨ªtulo del ¨²ltimo libro de la escritora colombiana Melba Escobar y es la frase que Gabriela Arriens escuch¨® tantas veces en Venezuela. ¡°Eso se dice mucho all¨ª, un venezolano lee ese t¨ªtulo y le resulta familiar, claro¡±, afirma Arriens, residente en Barcelona desde hace nueve meses. En su pa¨ªs es propietaria de un hotel en una zona tur¨ªstica, pero la falta de clientela la llev¨® a emigrar. Su hija, Valeria, que march¨® hace a?os para instalarse en M¨¢laga, le coste¨® el billete de avi¨®n.
Escobar (Cali, Colombia, 46 a?os) escribi¨® en 2020 una cr¨®nica period¨ªstica del d¨ªa a d¨ªa de los venezolanos, de los pobres de solemnidad y de la clase media que lo perdi¨® casi todo. Cuando ¨¦ramos felices y no lo sab¨ªamos (Ariel) acaba de llegar a las librer¨ªas espa?olas. Aparecen voces muy diversas menos las oficiales del r¨¦gimen de Nicol¨¢s Maduro, que no quisieron atenderla. Escobar realiz¨® cuatro viajes a Venezuela entre 2018 y 2020 en los que aparece el dolor, la corrupci¨®n, el ingenio para sobrevivir y la esperanza, algo que la mayor¨ªa no pierde. ¡°Cuando los ni?os mueren de desnutrici¨®n¡±, reflexiona la autora, ¡°cuando no existen medicinas para tratar las enfermedades, cuando hay fusilamientos extrajudiciales de los que nadie nunca dir¨¢ nada, cuando el salario de un mes de trabajo alcanza para una bolsa de leche y una bandeja de pollo, seguimos pensando en ba?arnos con agua caliente, en comer con cubiertos¡±.
EL PA?S propuso a Escobar, que vive en Barcelona, un di¨¢logo sobre el libro a partir de testimonios de la nutrida comunidad venezolana en la capital catalana. En torno a una mesa de un restaurante venezolano del distrito del Eixample, devorando platos de pescado frito, se citaron Arriens, su amiga Daisy ?¨¢?ez y sus hijos. La ¨²ltima vez que ?¨¢?ez pis¨® su patria fue hace nueve a?os, all¨ª le queda una hermana: ¡°Ella dice que no vuelva, que no me gustar¨¢ lo que ver¨¦¡±. Algo parecido cuenta una de las entrevistadas por Escobar en su trabajo: ¡°Mi suegra vive en Chile y quisiera regresar, pero por su salud es mejor que siga all¨¢. Adem¨¢s, de regresar, no va a saber d¨®nde est¨¢. El pa¨ªs que conoci¨® no existe, no podr¨ªa volver a tomar un autob¨²s para visitar a sus amigas, subirse al metro atiborrado, bajar a la esquina a tomar caf¨¦ como antes, salir de noche¡±.
A Javier C¨¢rdenas, de 29 a?os, unos conocidos le sugirieron que se viniera a Barcelona a trabajar de repartidor, y as¨ª lo hizo a principios de este a?o: ¡°Aqu¨ª puedes hacer algo tan b¨¢sico como comprar lo que necesitas, all¨ª no es posible, los precios est¨¢n mal¨ªsimos, y adem¨¢s, te da para ayudar a tu familia¡±. Como rider, C¨¢rdenas amist¨® con Joan Moncada, de 24 a?os y licenciado en Derecho en Caracas. ¡°Como abogado no te alcanza para vivir, por muchas horas que hagas. En Espa?a tambi¨¦n trabajas 12 o 14 horas, y no puedes parar, pero rinde econ¨®micamente¡±, comenta Moncada, y hace hincapi¨¦ en ¡°la calidad de vida y la seguridad¡± de su pa¨ªs de adopci¨®n, eso tambi¨¦n lo tiene presente cada d¨ªa. La gota que colm¨® el vaso, lo que le hizo salir de Venezuela, fue un robo violento que sufri¨®. Escobar revela lo que sucedi¨® con Daniel, uno de los protagonistas del libro, poco despu¨¦s de escribirlo. Daniel era el conductor de la periodista en uno de los viajes. Una noche, conduciendo bebido, ray¨® un veh¨ªculo. El propietario lo mat¨® a balazos.
Alberto Gonz¨¢lez lleg¨® a Espa?a en 2019 huyendo de la polic¨ªa. Particip¨® en una de las manifestaciones de la oposici¨®n y le fueron a buscar a casa, pero ¨¦l no estaba. Su madre le advirti¨®. Ya hab¨ªan apresado y torturado a amigos suyos, y decidi¨® que era momento de abandonar Venezuela. Es repartidor y departe con su amigo de infancia Felipe Rodr¨ªguez frente a la Sagrada Familia, punto de encuentro habitual de los riders venezolanos, el grupo m¨¢s numeroso en este sector. Rodr¨ªguez migr¨® con 17 a?os a Per¨², all¨ª lav¨® coches y fue vendedor ambulante de limonadas, y por eso le resulta familiar un pasaje del libro de Escobar en el que una maestra venezolana que se fue a Per¨², llama a su familia para anunciarles que hab¨ªa conseguido comprar una olla para hacer arroz: ¡°Con casi treinta a?os, es la primera vez que consigue comprar algo con su salario¡±.
Sobrevivir con sueldos que a duras penas permiten adquirir un billete de autob¨²s, pasa factura psicol¨®gica. ¡°Salud mental es poderte comprar una franela [camiseta], tomarte una cerveza, irte a la playa, eso es tambi¨¦n salud mental¡±, afirma una maestra entrevistada por Escobar. ¡°Si adem¨¢s de no poder hacer nada de eso, no puedes ni siquiera pagar el transporte para llegar a la escuela ni poner comida en la mesa, pues yo tambi¨¦n me habr¨ªa ido¡±. Poder tomarse unas cervezas el domingo en la playa y descansar, en vez de dedicarlo a hacer colas para llenar bidones de agua o de gasolina en lugares deprimidos como Maracaibo: ese es un lujo, afirma C¨¢rdenas, que puede permitirse en Barcelona.
Un cart¨®n de leche o unos zapatos
Rodr¨ªguez confiesa un cap¨ªtulo de su vida dif¨ªcil de olvidar: la primera ocasi¨®n en la que fue un supermercado en Espa?a y descubri¨® que pod¨ªa comprar alimentos y a precios asequibles: ¡°Ahora en Venezuela puedes encontrar de todo, importado, pero a unos precios a los que solo acceden unos pocos privilegiados¡± All¨ª tienes que elegir entre comprar un cart¨®n de leche o unos zapatos¡±, prosigue Rodr¨ªguez, ¡°aqu¨ª, en cambio, puedo comprar las dos cosas¡±.
Juan Carlos Gonz¨¢lez, venezolano y repartidor, merienda en un banco con tres compadres colombianos mientras esperan al siguiente pedido. Las relaciones entre Colombia y Venezuela, pa¨ªses vecinos, son uno de los apartados m¨¢s importantes en el libro de Escobar. Javier Mantilla es de Bucaramanga, cerca de la frontera, y acogi¨® en su casa a varias familias venezolanas que hu¨ªan del hambre, ahora amigos suyos. Otro colombiano apostilla que unos conocidos suyos fueron asesinados por venezolanos. Eso es porque de Venezuela, a?ade Gonz¨¢lez, ¡°marcha el honrado y el que roba¡±: ¡°En Venezuela te matan por un kilo de arroz. Es por eso por lo que hasta los delincuentes emigran¡±.
¡°Sin ¨¢nimo de ofender, pero para nosotros colombiano era quien ven¨ªa a recogernos la basura¡±, le dijo una conocida venezolana a Escobar. ¡°Ahora somos los venezolanos los que recogemos la basura¡±, apostilla Gonz¨¢lez. Ninguno de los entrevistados se plantea volver a vivir a Venezuela.