Demasiada agua en la a?eja casta de La Quinta
Gin¨¦s Mar¨ªn corta una oreja y ?ngel T¨¦llez da una vuelta al ruedo ante una noble y sosa corrida

Como ocurre con el vino, la casta brava es una cuesti¨®n de medidas. De medidas y de equilibrios. Puede parecer f¨¢cil, pero no lo es. Todo lo contrario. Los ganaderos de lidia son verdaderos alquimistas, capaces de uno de los mayores milagros de la naturaleza: la bravura. Por eso, a la hora de equilibrar la casta y la nobleza, hay que tener mucho cuidado. Como el vino, la casta tambi¨¦n puede aguarse. Y cuando eso ocurre, la condena es la mansedumbre.
No es el caso de La Quinta, una de las ganader¨ªas m¨¢s interesantes y regulares de los ¨²ltimos tiempos y el gran exponente actual de la sangre Santa Coloma. Los c¨¢rdenos de los hermanos Conradi a¨²n no han ca¨ªdo en la mansedumbre, no, pero s¨ª lo empiezan a hacer en la soser¨ªa. Y esa puede ser la primera se?al de alarma.
Es lo que pas¨® con la corrida lidiada este s¨¢bado en la plaza francesa de Mont de Marsan. La de La Quinta fue m¨¢s buena que mala, les sirvi¨® a los toreros que quisieron y supieron aprovecharla, pero no transmiti¨® la emoci¨®n que se espera en este tipo de hierros. Muchos dir¨¢n que casi todos los toros ¡°se dejaron¡±, esa horrenda expresi¨®n tan utilizada hoy en d¨ªa. El problema est¨¢ en que los toros nunca deber¨ªan dejarse; m¨¢s al contrario, deber¨ªan pelear con fiereza y vender cara su vida.
Desiguales en los caballos ¡ªla mayor¨ªa, sin llegar a ser bravos, cumplieron en varas¡ª, respondieron bien ante los capotes, pero, cuando llegaron al ¨²ltimo tercio, siguieron la muleta con nobleza, pero sin transmisi¨®n. Algunos humillados, otros a media altura, no se cayeron ni abrieron la boca, pero tampoco embistieron con la exigente codicia de los grandes toros de este encaste.
As¨ª pues, como faltaba picante, recay¨® en los toreros la tarea de sazonar el espect¨¢culo. Dos de ellos lo hicieron por momentos. Gin¨¦s Mar¨ªn a base de t¨¦cnica e inteligencia, y ?ngel T¨¦llez, por la v¨ªa del gusto y la pureza.
El primero cort¨® una oreja del quinto, un nobil¨ªsimo ejemplar que tuvo calidad, pero contad¨ªsima casta. Al igual que con el segundo, Mar¨ªn anduvo a buen nivel con el capote, empez¨® toreando de rodillas en el centro del ruedo y ejecut¨® tandas de diversa factura para terminar dejando la muleta muy en la cara y encadenar los redondos y naturales con el objetivo de no dejar parar al toro y llegar m¨¢s al p¨²blico. Y acert¨®.
T¨¦llez, que se presentaba como matador en el pa¨ªs vecino y actuaba en sustituci¨®n de Emilio de Justo, firm¨® los mejores pasajes de la tarde en el tercero, demostrando por qu¨¦ fue la gran revelaci¨®n de San Isidro. Ante un astado muy soso, se coloc¨® en el sitio y ejecut¨® un pu?ado de naturales pre?ados de gusto, temple y naturalidad. Vertical, a veces de frente, ech¨® los vuelos de la muleta al hocico, corri¨® la mano y remat¨® los muletazos en la cadera. El toreo. Habr¨ªa paseado alg¨²n trofeo, pero fall¨® con la espada, como en el sexto, el m¨¢s deslucido del encierro.
No puso tanto de su parte Antonio Ferrera, ese digno matador de toros duros transfigurado en torero ¡°artista¡± (qui¨¦n le habr¨¢ enga?ado¡). A ¨¦l le toc¨® el toro m¨¢s encastado y exigente, el primero, que embisti¨® con codicia y a comp¨¢s por el pit¨®n derecho. Despegado y en l¨ªnea lo tore¨® Ferrera hasta que se pas¨® la muleta a la mano izquierda. M¨¢s corto por ese lado, el extreme?o se hizo un l¨ªo y, ante la sorpresa de los tendidos, se fue a por la espada. Y se mont¨® la bronca. Un buen toro desaprovechado; casi como el cuarto, que tuvo movilidad, pero el defecto de salir casi siempre con la cara por arriba.
Pitado se march¨® Ferrera y aplaudidos sus dos compa?eros, como el mayoral de La Quinta, que sali¨® a saludar en el tercio. Exagerado reconocimiento tras una corrida que deber¨ªa invitar a la reflexi¨®n. Cuidado con echarle demasiada agua al vino¡
La Quinta / Ferrera, Mar¨ªn, T¨¦llez
Toros de La Quinta, correctos de presentación, sin exageraciones y muy en tipo, desiguales en los caballos, y nobles y sosos en el último tercio. El mejor, el 1º, más encastado; y el peor, el último, muy deslucido.
Antonio Ferrera: pinchazo, estocada caída, un descabello y se echa el toro (bronca); bajonazo (leves pitos).
Ginés Marín: estocada muy trasera, tendida y caída y tres descabellos (silencio); pinchazo hondo y un descabello (oreja).
Ángel Téllez: pinchazo y estocada corta caída y atravesada (vuelta al ruedo); cuatro pinchazos -aviso- tres pinchazos, estocada corta trasera, caída y atravesada -segundo aviso- y un descabello (silencio).
Plaza de toros de Mont de Marsan (Francia). 23 de julio. Cuarta corrida de la Feria de la Madeleine. Lleno.
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