Saburo Teshigawara intenta dar aire y vida a su ¡®Petrouchka¡¯ en la Bienal de la Danza de Venecia
El consumado artista japon¨¦s obtiene el Le¨®n de Oro y abre el certamen a d¨²o con Rihoko Sato
Cambian aceleradamente los conceptos esc¨¦nicos; la danza se ve penetrada de influencias interdisciplinarias externas al g¨¦nero, los espect¨¢culos mutan sobre s¨ª mismos hacia lenguajes mixtos, muchas veces cr¨ªpticos y complejos, se cede terreno y jerarqu¨ªa al gran aparato tecnol¨®gico y a una elusi¨®n casi absoluta del narrativo secular. Es lo que hay y hay que adaptarse. Los festivales lo hacen: nadie quiere perder la rueda de la contemporaneidad. En medio, algunos creadores, algunas personalidades, siguen erre que erre en su propia senda y universo particulares, resistiendo, no dej¨¢ndose arrastr...
Cambian aceleradamente los conceptos esc¨¦nicos; la danza se ve penetrada de influencias interdisciplinarias externas al g¨¦nero, los espect¨¢culos mutan sobre s¨ª mismos hacia lenguajes mixtos, muchas veces cr¨ªpticos y complejos, se cede terreno y jerarqu¨ªa al gran aparato tecnol¨®gico y a una elusi¨®n casi absoluta del narrativo secular. Es lo que hay y hay que adaptarse. Los festivales lo hacen: nadie quiere perder la rueda de la contemporaneidad. En medio, algunos creadores, algunas personalidades, siguen erre que erre en su propia senda y universo particulares, resistiendo, no dej¨¢ndose arrastrar por la corriente bab¨¦lica principal. Saburo Teshigawara (Tokio, 1953) se torna adalid de tal resistencia. Cuesti¨®n de personalidad y de saber (manejar) lo que se quiere hacer y mostrar al p¨²blico. Este a?o ha obtenido el Le¨®n de Oro de la Bienal a toda su carrera y Wayne MacGregor, director art¨ªstico, encarg¨® a Teshigawara una nueva versi¨®n de una obra que hab¨ªa sido presentada en Tokio en junio de 2017, dentro del evento Karas Apparatus, Petrouchka. Cinco a?os no son muchos o una eternidad, depende de como se mire, para un trabajo de este orden.
La implantaci¨®n en el panorama internacional de Teshigawara no fue veloz, pero s¨ª obtenida con mucho aplomo y seguridad sobre los trabajos que fue presentando poco a poco en un proceso de convencer al p¨²blico y a la cr¨ªtica occidental que hab¨ªa una potente y seria danza moderna japonesa m¨¢s all¨¢ y a pesar del butoh como una corriente est¨¦tica distintiva y tan particular como la conocemos. Teshigawara quer¨ªa otra cosa, se interesaba por la asunci¨®n sensible del canon occidental en el suyo (y el oriental). La b¨²squeda de una belleza conceptual y sutil m¨¢s all¨¢ de cualquier atisbo regionalista. Consagrado en grandes teatros y compa?¨ªas europeas, todo puede decirse que comenz¨® para ¨¦l a cuajar en Europa, cuando William Forsythe lo invit¨® al Ballet de Fr¨¢ncfort entre 1994 y 1995; a partir de ah¨ª sus creaciones se suceden en M¨²nich (Sacre), Stravinski, Nederlands Dans Theater y la ?pera de Par¨ªs (Air, 2003), entre otros. En 2007, Black Water, en el Teatro alla Scala de Mil¨¢n, crea una especie de deslumbramiento donde en lo musical toma ya forma definitiva su dec¨¢logo de selecci¨®n e intervenci¨®n: por ejemplo, fragmentos mozartianos, algunos encapsulados en una electr¨®nica reflexiva a veces, y otras feroz. La gran m¨²sica como un corpus maleable.
Es un gran contraste esc¨¦nico que Teshigawara explota: muy menudo hasta lo insignificante, muchas veces solo en gigantescos escenarios vac¨ªos, solo luz y el artista deambulante con un aparato orquestal que lo lleva a una zozobra de gran oleaje, de urgencia. Ya en 2018, en la Bienal de la Danza de Lyon, siempre con Rihoko Sato como partenaire, era la Sinfon¨ªa Fant¨¢stica de Berlioz la que ejerc¨ªa de fiscal y tutelador. En Petrouschka no hay orquesta en vivo, como en Lyon, y la manipulaci¨®n hace que la audici¨®n de Stravinski se haga m¨¢s dif¨ªcil. De hecho, deliberadamente no se mencionaba al compositor ruso en el programa, lo que resulta chocante y rar¨ªsimo.
Hay un inter¨¦s por despegarse de lo precedente, y el mismo core¨®grafo ha dicho que no ha tenido en cuenta en ning¨²n momento ni a Fokin, ni a Benois ni a Nijinski, los creadores del ballet original de los Ballets Russes de Diaghilev. No acabo de cre¨¦rmelo. Es evidente que la marioneta simb¨®lica de Teshigawara tiene padre y otros ancestros en la historia del arte del siglo XX. Como es evidente que el Saburo de hoy no es en escena el de hace 20 a?os. Hoy sus movimientos todav¨ªa se identifican como propios, pero resultan quiz¨¢s m¨¢s espasm¨®dicos y demasiado repetitivos. Stravinski extiende un velo de piedad sonoro y salta muchos momentos. En otros el artista naufraga en su soledad teatral. Rihoko Sato asume los roles de la bailarina y El Moro, cumple como acompa?ante y se integra en una caja misteriosa donde la marioneta sufre en b¨²squeda de un ciclo de supervivencia.