Los ¡®cuadris¡¯ no perdonan
Dami¨¢n Casta?o cae herido en la madrile?a Feria del Toro de Cenicientos y sus compa?eros se van de vac¨ªo en una seria y decepcionante corrida de Cuadri
Pintaba bien el segundo cap¨ªtulo del festejo. Frente a frente, un se?or toro de Cuadri, encastado y exigente, y un torero macho, Dami¨¢n Casta?o, dispuesto y entregado. El toro, adem¨¢s, hab¨ªa cumplido en las tres varas a las que acudi¨®. La faena hab¨ªa comenzado con intensidad. Casta?o, sin apenas probaturas, ejecut¨® una estimable tanda en redondo y el astado respondi¨® embistiendo con transmisi¨®n. La gente estaba contenta e ilusionada. Lleg¨® la segunda tanda, un pase y, cuando el torero se dispon¨ªa a...
Pintaba bien el segundo cap¨ªtulo del festejo. Frente a frente, un se?or toro de Cuadri, encastado y exigente, y un torero macho, Dami¨¢n Casta?o, dispuesto y entregado. El toro, adem¨¢s, hab¨ªa cumplido en las tres varas a las que acudi¨®. La faena hab¨ªa comenzado con intensidad. Casta?o, sin apenas probaturas, ejecut¨® una estimable tanda en redondo y el astado respondi¨® embistiendo con transmisi¨®n. La gente estaba contenta e ilusionada. Lleg¨® la segunda tanda, un pase y, cuando el torero se dispon¨ªa a dar el siguiente, el astado se par¨®, lo vio y fue a por ¨¦l. Es lo que tiene este tipo de toros; al m¨¢s m¨ªnimo descuido¡ no perdonan.
No tuvo que desplazarse lo m¨¢s m¨ªnimo el de Cuadri; le bast¨® un derrote seco para lanzar al salmantino por los aires varios metros y dejarlo en el suelo hecho un gui?apo. La voltereta fue tremenda. Y Casta?o, que intent¨® reponerse y volver a la lucha, tuvo que ser llevado a la enfermer¨ªa, de la que ya no pudo regresar. Fue trasladado despu¨¦s al hospital de M¨®stoles (Madrid), donde le atendieron de una fort¨ªsima contusi¨®n y se le hicieron diversas pruebas que, afortunadamente, descartaron lesiones en las v¨¦rtebras.
El percance de Casta?o cay¨® como una losa en el ¨¢nimo de la tarde. A partir de ah¨ª, nadie pudo remontar. Ni siquiera Alberto Lamelas, al que le correspondi¨® el mejor toro de la seria, pero mansurrona y reservona corrida de Cuadri. Fue el quinto (que en realidad hab¨ªa sido enlotado como cuarto), un animal largo como un tren y de preciosa estampa que acudi¨® presto hasta tres veces a la llamada del picador, y que despu¨¦s demostr¨® un notable fondo de encastada nobleza.
Lamelas, que no hab¨ªa tenido demasiadas opciones frente al complicado y muy reserv¨®n primero, que pegaba un hachazo al final de cada muletazo, no anduvo a la altura de la calidad de su oponente. Y, encima, lo mat¨® de un infame bajonazo.
Tampoco tuvo su tarde Tom¨¢s Angulo, joven torero extreme?o que, desde que tom¨® la alternativa en 2015, apenas se ha enfundado el traje de luces. Esa falta de oficio se not¨® y mucho a lo largo del festejo, en el que tuvo que lidiar y estoquear tres toros por el percance de Casta?o. Los de Cuadri requer¨ªan seguridad y dominio, pero Angulo no pudo pasar de voluntarioso.
Cuadri / Lamelas, Casta?o, Angulo
Toros de Cuadri, muy bien presentados, serios, largos y hondos, pero mansos, reservones y deslucidos en conjunto. Los mejores fueron el encastado y exigente 2º, y el noble y buen 5º.
Alberto Lamelas: pinchazo hondo y estocada caída (vuelta tras leve petición de oreja); pinchazo y estocada baja y delantera (silencio); bajonazo (pitos).
Damián Castaño: cogido en la faena a su primero. Sufrió una fuerte contusión que le impidió continuar la lidia.
Tomás Angulo: media estocada algo delantera, caída y atravesada (silencio); dos pinchazos y media estocada delantera, perpendicular y muy atravesada (pitos); pinchazo hondo (silencio).
Plaza de toros de Cenicientos (Madrid). 14 de agosto. Primera corrida de la Feria del Toro. Alrededor de dos tercios de entrada.
Aunque por momentos se coloc¨® en el sitio y expuso, nunca encontr¨® el secreto para llegar a los tendidos. Bien es cierto que su lote tampoco fue un dechado de virtudes. Al contrario; los tres ejemplares que le correspondieron, se dejaron pegar sin m¨¢s en el caballo, y llegaron al ¨²ltimo tercio mirones y sin ganas de embestir. Ser¨ªa interesante, eso s¨ª, saber cu¨¢nto y c¨®mo influyeron en ese comportamiento final las penosas lidias a las que fueron sometidos. Porque, hay que ver la tarde que echaron picadores y banderilleros¡ ?Qu¨¦ desastre!
Como suele ocurrir con este tipo de hierros, la psicosis se adue?¨® de cuantos pululaban en el ruedo y, salvo honrosas excepciones, la actuaci¨®n de las cuadrillas fue un aut¨¦ntico desprop¨®sito. ?Cu¨¢ntas pasadas en falso se dar¨ªan a lo largo de la corrida?, ?cu¨¢ntas banderillas cayeron al suelo, en vez de en lo alto del morrillo? Es verdad que la mayor¨ªa de los toros midieron y cortaron, pero ello no justifica tan may¨²sculo petardo. En estas situaciones, ante este tipo de animales, es donde se descubren los buenos y malos profesionales.
No lo olviden: los cuadris no perdonan.