¡°La gente piensa que estoy loca¡± | Una semblanza de Rosario Murillo
EL PA?S adelanta un cap¨ªtulo del libro ¡®?Yo soy la mujer del comandante!¡¯ (Grijalbo), de Carlos Salinas Maldonado, sobre la esposa de Daniel Ortega y la deriva del r¨¦gimen sandinista
¡ªS¨ª, la gente dice que estoy loca. Todos en este maldito pa¨ªs piensan que estoy loca.
Rosario Murillo sonr¨ªe al periodista, que la mira fijamente con esos ojos azules que para ella son dos focos de interrogador que quiere torturarla.
¡ªLa verdad es que no me importa que crean que estoy loca. A lo mejor lo estoy, pero he decidido vivir mi vida sin ataduras. He estado por mucho tiempo bajo la sombra de Daniel, sometida a los rigores del gobierno, sumisa, atada, enclaustrada en unos requerimientos asfixiantes dictados por el poder. No, yo ya no soy esa Rosario.
¡ª?A qu¨¦ se debe...
¡ªS¨ª, la gente dice que estoy loca. Todos en este maldito pa¨ªs piensan que estoy loca.
Rosario Murillo sonr¨ªe al periodista, que la mira fijamente con esos ojos azules que para ella son dos focos de interrogador que quiere torturarla.
¡ªLa verdad es que no me importa que crean que estoy loca. A lo mejor lo estoy, pero he decidido vivir mi vida sin ataduras. He estado por mucho tiempo bajo la sombra de Daniel, sometida a los rigores del gobierno, sumisa, atada, enclaustrada en unos requerimientos asfixiantes dictados por el poder. No, yo ya no soy esa Rosario.
¡ª?A qu¨¦ se debe ese cambio personal, se?ora Murillo? ¡ªel periodista baja la vista a la grabadora que ha dejado en la mesa, atento a que la lucecita roja siga parpadeando. Viste una camisa celeste de lino, en cuyas axilas se han formado medialunas h¨²medas por el calor: suda y apenas son las diez de la ma?ana. Es alto y rubio, con una barba tambi¨¦n rubia, poblada, sensual. Lleva la camisa desabotonada a la altura del pecho, lo que permite ver unos pectorales bien formados. A Rosario Murillo le parece un hombre guapo, aunque detesta su acento gallego.
¡ªLlamame Rosario. Mir¨¢, Ignacio¡
¡ªLl¨¢mame Nacho ¡ªla interrumpe el periodista con una sonrisa.
¡ªJa, ja, ja. Bien, Nacho. Mir¨¢, Nacho. La p¨¦rdida de las elecciones fue un duro golpe para todos en el Frente Sandinista. Nunca nos imaginamos que los nicas nos dar¨ªan este porrazo. Siempre pensamos que la gente nos admiraba, que amaba la revoluci¨®n. Pero obviamente nos equivocamos. Todos estaban equivocados, borrachos en su delirio de poder. Yo me di cuenta de que en realidad est¨¢bamos secuestrados por un sue?o que exist¨ªa solo en nuestras cabezas y que por ese sue?o deb¨ªamos hacer sacrificios. Pronto decid¨ª que no pod¨ªa seguir en el papel de mujer sumisa, siempre dispuesta al protocolo. ?Acaso para eso hice la revoluci¨®n! No. Comprend¨ª que el papel de la mujer en la revoluci¨®n no era de sumisi¨®n. Entonces decid¨ª hacer lo m¨ªo, dar el ejemplo, porque tambi¨¦n a las mujeres nos gusta el poder. Ten¨ªamos que sublevarnos. S¨ª, alocarnos. Y lo hice desde mi ¨¢mbito, la cultura.
¡ªLo que tambi¨¦n acarre¨® muchos dolores de cabeza. Es muy conocida su enemistad con el poeta Cardenal.
¡ªEso ha quedado en el pasado, Nacho. Tenemos que construir un nuevo Frente Sandinista. Son otros tiempos.
¡ªHabla del papel de la mujer, pero las feministas sandinistas parece que no est¨¢n de acuerdo con Rosario Murillo. He conversado con varias de ellas ac¨¢ en Managua y muestran un rechazo hacia ti. Dicen, y cito mis apuntes, que eres prepotente, inestable y peligrosa ¡ªel periodista cierra su libreta y la mira fijamente. Rosario Murillo le sonr¨ªe.
¡ªEsas personas a las que vos llam¨¢s feministas sandinistas en realidad son mujeres retr¨®gradas, fundamentalistas. ?Sab¨¦s lo que dicen de m¨ª? Que pas¨¦ los a?os de la revoluci¨®n en posici¨®n horizontal y con las piernas abiertas. Les molesta que haya formado una familia sana y hermosa con Daniel, con nuestros nueve hijos. Daniel adopt¨® a mis dos hijos mayores, les dio su apellido y hemos sido felices todos. Ellas representan un falso feminismo. En realidad, Nacho, han deformado el feminismo, han manipulado sus banderas y sus postulados. Es un acto de traici¨®n alevoso y cruel. Los verdaderos intereses de estas mujeres son intereses personales, mezquinos y con perversas intenciones pol¨ªticas.
¡ª?Qu¨¦ intenciones? ¡ªel periodista acerca la grabadora hacia Rosario Murillo.
¡ªEl poder. Les interesa aumentar su control en el Frente Sandinista y dise?ar un partido para venderlo a la derecha, porque ellas est¨¢n vendidas a la derecha, al capital gringo que financia sus organizaciones. Destruyeron las hermosas organizaciones de mujeres formadas por la revoluci¨®n, se apropiaron de ellas y ahora las manejan como armas pol¨ªticas en una batalla por el poder.
¡ªMe interesa saber qu¨¦ es el feminismo para ti ¡ªel periodista abre su libreta, dispuesto a tomar notas.
¡ªEs amor. Amor, Nacho. El feminismo, como yo lo entiendo, es incluyente y promueve valores humanos. El falso feminismo toca tambores de guerra contra todos los valores humanos. Es instrumento de penetraci¨®n y ocupaci¨®n pol¨ªtica y cultural. Despojado de su misi¨®n liberadora, el falso feminismo ha llegado, en Nicaragua, al extremo de marchar a favor de la opresi¨®n social, hombro a hombro con las falanges del capital y con los m¨¢s connotados exponentes de un machismo pendenciero y brutal. Estas mujeres est¨¢n frustradas, desquiciadas, asfixiadas por el odio, sin paz mental. Pero te dir¨¦ algo, Nacho, el amor es m¨¢s fuerte que el odio.
Est¨¢n en La Luna, el viejo bar de revolucionarios ahora convertido tambi¨¦n en centro cultural, donde cada noche se siguen reuniendo actores, poetas, escritores y la vieja guardia cultural de la revoluci¨®n derrotada. Pero a esta hora de la ma?ana el local est¨¢ vac¨ªo de clientes. Los meseros limpian y acomodan mesas, disponi¨¦ndolo todo para la apertura de la noche. El felino Ra¨²l, leal asesor de Rosario Murillo, sigue con atenci¨®n la entrevista desde una esquina, sorbiendo una taza de caf¨¦ y pendiente de su reloj, listo para detener la charla cuando pase el tiempo acordado con este insolente periodista.
¡ªHablas de tu familia, pero tengo entendido que no tienes una buena relaci¨®n con tu hija, Zoilam¨¦rica ¡ªel periodista vuelve a enterrar su mirada azul en el rostro de su interlocutora.
Rosario Murillo le clava a su vez una mirada ardiente. Ve hacia la grabadora y quisiera destruirla.
¡ªZoilam¨¦rica es una desagradecida. Daniel y yo le dimos una vida de sue?o. La hija llena de privilegios en un pa¨ªs destrozado por la guerra. Hicimos de todo para proteger a nuestros hijos. Es cierto que en alg¨²n momento pudimos fallar, estar ausentes, pero es que la revoluci¨®n demandaba mucho tiempo. Si ella tiene una queja puede ser esa, no m¨¢s.
¡ªHay rumores dentro del Frente Sandinista de ciertos comportamientos no apropiados del comandante Ortega¡
Rosario Murillo interrumpe al periodista. El felino se crispa, atento a cualquier orden.
¡ªNo sab¨ªa que el periodismo se basa en rumores y m¨¢s en tu peri¨®dico, tan importante y prestigioso.
¡ªA veces los rumores, si vienen de la pol¨ªtica, deben ser escuchados. Nos toca a los periodistas corroborarlos, comprobar su veracidad.
¡ªPero yo no voy a hablar de rumores.
¡ªT¨², seguramente, has escuchado lo que se dice. Yo mismo he hablado con fuentes del Frente que...
¡ªSi segu¨ªs por ah¨ª, la entrevista se termin¨®. No hablar¨¦ de rumores.
¡ªBien, Rosario. Centr¨¦monos entonces en la relaci¨®n con el comandante Ortega. ?C¨®mo est¨¢n ahora, despu¨¦s de haber vivido juntos tantas cosas intensas?
¡ªAhora tenemos una relaci¨®n tensa, muy dif¨ªcil. Yo supe desde el d¨ªa que Daniel form¨® parte de la Junta de Gobierno, tras el triunfo de la revoluci¨®n, que nuestra vida cambiar¨ªa para siempre. Nuestra relaci¨®n de pareja, como hombre y mujer, pasaba a otro plano. Fue para m¨ª muy complicado, dif¨ªcil de aceptar. La mayor parte del tiempo ¨¦l estaba entregado a su trabajo con vocaci¨®n de sacerdote y no se daba cuenta de que yo lo necesitaba. Pero nos amamos. ?l me quiere, pero sobre todo me necesita. Lo que pasa es que yo decid¨ª encontrarme conmigo misma despu¨¦s de la derrota de la revoluci¨®n. Quer¨ªa romper las cadenas impuestas por tanto tiempo, volver a mis ra¨ªces. Y s¨ª me he reencontrado, soy yo otra vez. Siempre me preguntaba qu¨¦ hab¨ªa pasado con aquella joven rebelde, que se entreg¨® a la lucha contra Somoza, que conspiraba, que entregaba su poes¨ªa a la causa guerrillera. Y me he dado cuenta de que esa mujer no estaba muerta. Que descansaba dentro de m¨ª y que deb¨ªa salir de nuevo. Y decid¨ª liberarme, ser feliz. He cambiado hasta mi aspecto, aunque a mucha gente no le gusta, porque no me entiende. Por eso te digo que la gente en este pa¨ªs piensa que estoy loca.
¡ªTal vez ayude a esa idea ver a Rosario Murillo pase¨¢ndose descalza en un centro comercial de la capital, como mostraron los diarios hace poco.
¡ªJa, ja, ja, ja. S¨ª, tal vez estoy loca.
El felino le hace una se?al desde la esquina donde esta agazapado, marca con los dedos de su mano izquierda su reloj. Rosario Murillo le hace un gui?o y asiente con la cabeza. El periodista se da cuenta de que el tiempo se ha acabado. Antes de apagar la grabadora, lanza una ¨²ltima pregunta.
¡ª?Crees que el Frente Sandinista regresar¨¢ al poder, gobernar¨¢ de nuevo en Nicaragua?
¡ªMir¨¢, Nacho, m¨¢s temprano que tarde lo har¨¢. Escuch¨¢ bien lo que te digo: quedate en Nicaragua y ver¨¢s c¨®mo el Frente recupera el poder. Y esta vez para siempre. Ja, ja, ja.