¡®The Creator¡¯: la pr¨®xima guerra mundial ser¨¢ contra la inteligencia artificial

El enemigo del mundo libre occidental en un futuro pr¨®ximo no ser¨¢ el terrorismo yihadista ni Oriente Medio ni Ir¨¢n ni Rusia ni China. El peligro no provendr¨¢ de la desequilibrante ?frica ni de las ansias dictatoriales de alg¨²n iluminado y su masa de ac¨®litos. La pr¨®xima guerra mundial ser¨¢ pronto, a partir de la d¨¦cada de los 50 del presente siglo, y enfrentar¨¢ a la inteligencia artificial, a sus creaciones y a sus defensores, alojados en una Nueva Asia que los acoge, y al mundo libre Occidental, donde s...

El enemigo del mundo libre occidental en un futuro pr¨®ximo no ser¨¢ el terrorismo yihadista ni Oriente Medio ni Ir¨¢n ni Rusia ni China. El peligro no provendr¨¢ de la desequilibrante ?frica ni de las ansias dictatoriales de alg¨²n iluminado y su masa de ac¨®litos. La pr¨®xima guerra mundial ser¨¢ pronto, a partir de la d¨¦cada de los 50 del presente siglo, y enfrentar¨¢ a la inteligencia artificial, a sus creaciones y a sus defensores, alojados en una Nueva Asia que los acoge, y al mundo libre Occidental, donde su desarrollo y su presencia est¨¢n prohibidos desde que Los ?ngeles fuera arrasada, con m¨¢s de un mill¨®n de muertos, por la err¨®nea rebeli¨®n de las m¨¢quinas con inteligencia y emociones humanas.

Se ve¨ªa venir. No la tragedia ni la contienda, por supuesto ficticia, y a la que a¨²n le puede quedar un trecho, sino las pel¨ªculas que elucubran frontalmente sobre esa posibilidad. Ciencia ficci¨®n dist¨®pica como la de Gareth Edwards en The Creator, ambicioso relato (retro)futurista con un muy buen pr¨®logo, que sin embargo no acaba de resistir el envite de la profundidad y, sobre todo, el de la originalidad en su visualizaci¨®n, su tono y su exposici¨®n.

La pel¨ªcula quiere ser muchas pel¨ªculas a la vez, cl¨¢sicos de la ciencia ficci¨®n e incluso de otros g¨¦neros, aplicados a la nueva situaci¨®n. Pero esa amalgama no acaba de resultar lo estimulante que podr¨ªa haber sido con una mayor identidad propia. A ratos es el Aliens de James Cameron; hay matices y espacios de Blade Runner; apuntes de Hijos de los hombres y de Akira; momentos calcados a Apocalypse Now con vietcongs pro-I.A. y, por supuesto, ramalazos de la A. I. de Steven Spielberg.

La premisa cinematogr¨¢fica, de todos modos, no es extra?a ni in¨¦dita, aunque quiz¨¢ la inquietante novedad es que se produce y llega en un contexto social, pol¨ªtico, econ¨®mico, empresarial y tecnol¨®gico en el que la inteligencia artificial comienza a rodear nuestra cotidianidad desde muy diversos ¨¢mbitos, en una l¨ªnea que va de la ilusi¨®n cient¨ªfica y m¨¦dica hasta la desolaci¨®n social, cultural y moral. Y ah¨ª resulta interesante la historia de Edwards, que comenz¨® su carrera con el documental de la BBC Cuatro maneras de acabar con el mundo (tsunami, pandemia global, asteroide y materia extra?a), que se hizo un nombre con la modestia apocal¨ªptica de Monsters (2010), y que vivi¨® las gracias y las desgracias de formar parte del universo Star Wars con la tan eficaz como discreta Rogue One. En The Creator hay apuntes atractivos (la posibilidad de donaci¨®n, no de ¨®rganos, sino de rasgos tras la muerte), im¨¢genes de cierta potencia visual (aunque ninguna memorable) y plantea dilemas que est¨¢n a las puertas de producirse, si no se est¨¢n dando ya. Es, como m¨ªnimo, estimable.

Como contrapartida, a Edwards le ocurre lo mismo que a una parte de la nueva generaci¨®n de cineastas de acci¨®n y ciencia ficci¨®n: que les gusta complicar la narrativa sin que ello vaya en beneficio de la profundidad y s¨ª de cierto embrollo. Directores que pueden tener una en¨¦rgica imaginer¨ªa visual y sonora, pero que no son buenos narradores, en el sentido de los contadores de historias cl¨¢sicos. O quiz¨¢ sea que el clasicismo simplemente no est¨¢ de moda.

Si la inteligencia artificial ser¨¢ nuestra salvaci¨®n o nuestra tumba est¨¢ por ver (el que lo vea). Pero en The Creator la ¨¦tica de las m¨¢quinas se soluciona con unos cuantos apuntes que no acaban de desarrollarse ni de tener grandeza ni complejidad, en beneficio de una espiritualidad de mercadillo oriental, de la acci¨®n de tralla y metralla, y de las emociones m¨¢s b¨¢sicas (en las que tiene un especial protagonismo la ni?a Madeleine Yuna Boyles, un prodigio de expresividad interpretativa). ¡°No tienen emociones, simplemente est¨¢n programados para tenerlas¡±, lo que no es lo mismo, se viene a decir en un par de di¨¢logos respecto de los robots de apariencia humana creados a partir de la inteligencia artificial. Y a la pel¨ªcula, en muchos sentidos, le pasa algo parecido.