¡®How to Have Sex¡¯: la presi¨®n por perder la virginidad o la cara oscura del cine adolescente y del turismo ¡®hooligan¡¯

En How to Have Sex hay un instante que revela que tras el debut en el largometraje de la brit¨¢nica Molly Manning Walker hay una valiosa mirada. A plena luz del d¨ªa, nos asalta la panor¨¢mica de una calle de locales nocturnos vac¨ªa, literalmente arrasada por una de esas bacanales veraniegas que asociamos a Magaluf y a sus hordas de descontrolados j¨®venes brit¨¢nicos. Las aceras est¨¢n plagadas de basura mientras una chica, Tara, con su mini vestido verde fl¨²or, arrastra algo m¨¢s que una monumental resaca. El plano se cierra sobre su figura, sola y rodeada de silencio, mientras se seca las l¨¢grimas y se recompone antes de reencontrarse con sus amigas en el apartamento que han alquilado para beber y ligar sin descanso. Es un instante que divide de cuajo el relato: el hasta ese momento tono euf¨®rico, grit¨®n y fiestero de la pel¨ªcula se abre a otro mucho m¨¢s oscuro y triste.

Tara, interpretada por Mia McKenna-Bruce, que mereci¨® hace unas semanas el Bafta a la actriz emergente del a?o en el Reino Unido, es una de las tres chicas que ha viajado a la isla cretense de Malia (la directora prefer¨ªa Magaluf, pero no logr¨® los permisos) para disfrutar de un coto cerrado de desenfreno. Desde el principio, sobre el peque?o cuerpo de Tara pesa la presi¨®n de no haber perdido a¨²n la virginidad. Una presi¨®n ejercida de forma t¨®xica por sus propias amigas.

Molly Manning Walker convierte How to Have Sex, pel¨ªcula que logr¨® el premio de la secci¨®n Un certain regard del ¨²ltimo festival de Cannes, en un acercamiento delicado y a la vez terrible a la opacidad del consentimiento sexual entre adolescentes y a una precaria educaci¨®n sexual que conduce al abuso. La directora y guionista muestra, casi siempre c¨¢mara en mano y muy pegada a su protagonista, un ambiente en el que se habla mucho de sexo pero es un tab¨² hacerlo sobre sentimientos, sin lugar para la empat¨ªa, el compa?erismo y el cari?o en un rito de iniciaci¨®n expuesto aqu¨ª de su manera m¨¢s cruda, como un fr¨ªo, torpe y descuidado tr¨¢mite.

En ese contexto de sexo y turismo hooligan que la directora describe tan bien ¡ªun estado de ¨¢nimo l¨ªquido y borroso saturado de neones y colores, chupitos y resacas, camas sin hacer y suelos de terrazo pringosos¡ª se pone en evidencia la inconfesable incomodidad del personaje central, las diferentes actitudes de los dos chicos que la rodean y tambi¨¦n de sus dos amigas. Como una fantas¨ªa Disney hipersexualizada y rota, Tara esconde su dolor para no parecer infantil y cursi, para mantener viva la mentira de creerse fuerte (la canci¨®n final de la pel¨ªcula subraya esta idea), mientras la pel¨ªcula reivindica con convicci¨®n la necesidad de vivir el sexo con una ternura a contracorriente.