Noche de museos: el Prado y el Thyssen, dos oasis en el Madrid del ruido
Ambas pinacotecas abren los s¨¢bados en horario nocturno y reciben a visitantes que entran con sigilo, llenos de curiosidad, y que se encuentran alegr¨ªas y alguna decepci¨®n
A las 20:27 de la tarde del s¨¢bado los alrededores de la estaci¨®n de metro de Atocha y el Paseo del Prado est¨¢n repletos de gente. El ruido ambiental se mezcla con la voz de Marilia, una de las exintegrantes del grupo Ella baila sola, que canta en la Plaza de Cibeles en un festival que celebra la resurrecci¨®n de Jesucristo, organizado por la Asociaci¨®n Cat¨®lica de Propagandistas. Al lado,...
A las 20:27 de la tarde del s¨¢bado los alrededores de la estaci¨®n de metro de Atocha y el Paseo del Prado est¨¢n repletos de gente. El ruido ambiental se mezcla con la voz de Marilia, una de las exintegrantes del grupo Ella baila sola, que canta en la Plaza de Cibeles en un festival que celebra la resurrecci¨®n de Jesucristo, organizado por la Asociaci¨®n Cat¨®lica de Propagandistas. Al lado, cientos de personas hacen la cola que les dar¨¢ entrada al Museo del Prado en su apertura nocturna, de 20.30 a 23.30 el primer s¨¢bado de cada mes.
La pinacoteca madrile?a es un templo en el que la gente habla siempre en voz muy alta. Pero esta noche sus visitantes entran con sigilo, llenos de curiosidad, como si fueran a encontrarse con algo muy diferente a lo que vieron otras veces. Llegan las primeras decepciones al comprobar que algunas salas se encuentran cerradas. ¡°Pues si no te dejan ver lo del rom¨¢nico, vaya mierda¡±, dice una mujer a su amiga con evidente tono de enfado.
Muy cerca, dos adolescentes y su madre miran extasiadas La adoraci¨®n de los Reyes Magos, de Rubens. Tres mujeres con pinta de mayor¨ªa de edad reci¨¦n estrenada bromean delante del cuadro en el que aparecen otras tres mujeres, estas desnudas y de espaldas, que pint¨® el mismo autor. Hay solo cuatro personas admirando La familia de Carlos IV, de Goya. Dan ganas de pedir un deseo, jugar a la loter¨ªa, decirle a alguien lo mucho que le quieres ante semejante conjunci¨®n de los astros.
El p¨²blico es variado, educado, abundan las bolsas de tela en el que aparecen impresas frases culturetas, librer¨ªas molonas que uno frecuenta (o no), mochilas sin pretensiones. Reina el calzado c¨®modo, skechers en los padres, vans en los hijos. Hay tatuajes en los brazos, descubiertos ya a estas alturas del a?o. Joyas de plata y bisuta. Gafas de pasta de todos los colores.
Huele a Espa?a socialdem¨®crata, huele a turismo tranquilo este primer s¨¢bado de abril. Se escuchan distintos acentos, gallego, argentino, catal¨¢n, franc¨¦s y castizo. ¡°Hay mucha gente, pero se nota mucho que no vienen grupos, as¨ª que rega?amos menos¡±, comenta una de las vigilantes de sala que responden a las dudas y advierten de la prohibici¨®n de hacer fotos.
Carmen tiene 12 a?os y viene de ?vila. Quiere ver los fusilamientos de Goya porque los ha estudiado en el colegio, pero esa sala est¨¢ cerrada al p¨²blico esta noche. La acompa?a su hermano, que tiene dos a?os m¨¢s que ella, y su t¨ªa, la actriz Lola del P¨¢ramo. ¡°?C¨®mo es de tama?o?¡±, pregunta al fot¨®grafo mientras camina directa a su siguiente objetivo: Las meninas, de Vel¨¢zquez. Cuando lo tiene enfrente, se queda mirando fijamente el cuadro, con su bolso al hombro, la cabeza alta. ¡°Me ha gustado mucho m¨¢s de lo que esperaba¡±, dice con una enorme sonrisa. Aun as¨ª, es m¨¢s de Goya que de Vel¨¢zquez, aclara.
Hay mucha gente joven esta noche en el Prado, muchas parejas de la mano. Posar para Instagram tocar¨¢ en la cena, si acaso. Un grupo de amigas bromea sobre el torso de los protagonistas de La fragua de Vulcano. Christine, de 35 a?os, lleva a su beb¨¦ de pocos meses en brazos. Al lado, su pareja sujeta el carrito del ni?o mientras madre e hijo observan un cuadro de la virgen con el ni?o. Viven en Haw¨¢i, es la segunda vez que visitan Madrid y esa misma ma?ana se han enterado de que el museo abre por la noche. Un poco antes de las diez de la noche entra una docena de veintea?eros. Vienen de Madrid y Valencia. Se han conocido en la universidad, en Erasmus, un poco de todo. Han quedado para ver el museo y tienen muchas expectativas de que ah¨ª, entre cuadros imponentes, esa noche pasar¨¢ algo especial porque para eso abren los sitios cuando no toca. Luego se ir¨¢n a cenar.
A unos cientos de metros, las puertas del Museo Thyssen tambi¨¦n est¨¢n abiertas de 20 a 23 horas, todos los s¨¢bados y no solo el primero del mes a diferencia del Prado. Dentro hay much¨ªsima gente porque la colecci¨®n permanente no tiene horario nocturno, as¨ª que los visitantes tienen que conformarse con la exposici¨®n temporal de Isabel Quintanilla. Bendita suerte la suya.
Aqu¨ª la gente ha dedicado m¨¢s tiempo a alicatarse antes de salir de casa. Y como esta pinacoteca permite hacer fotos, enseguida se observan escenas de este tiempo. Poses, morritos y encuadres diagonales de muchachas espl¨¦ndidas y al fondo, un cuadro. Una de ellas comenta entusiasmada a su amiga: ¡°Joder, ?ves eso? Pues as¨ª es mi casa¡±. Su casa en cuesti¨®n es Paisaje de Sevilla la Nueva, una escena que es puro campo. ¡°Odio Madrid. Demasiada gente, demasiada prisa, siempre con ansia. Yo tambi¨¦n me levanto a las cinco de la ma?ana, pero para montar a caballo¡±, a?ade.
El p¨²blico viste como si homenajeara a Miuccia Prada y en su mesa baja del sal¨®n hubiera apilados varios coffee table books. Hay mucha New Balance, perfume de nicho, simpat¨ªa por Borja S¨¦mper y Eduardo Madina. Asead¨ªsimos todos. Una pareja aguarda delante de Bodeg¨®n con lirios. Est¨¢n abrazados, mirando la audiogu¨ªa en el m¨®vil, ella acaricia el cuello de ¨¦l mientras lee. ¡°Est¨¢is entusiasmados¡±, dice la que escribe. ¡°No, en absoluto. Yo quer¨ªa ver la colecci¨®n permanente. Ella es que es m¨¢s moderna, yo m¨¢s cl¨¢sico¡±, responde ¨¦l. ¡°Pues yo s¨ª que me he alegrado¡±, responde ella. ?l, nacido en Barcelona, vive en Madrid. Ella viene de Galicia y no tienen ninguno de los dos muchas ganas de continuar la conversaci¨®n.
En la tienda hay alboroto. Las empleadas est¨¢n encantadas con los visitantes nocturnos del s¨¢bado y s¨ª que tienen ganas de dar palique. Compran postales e imanes, objetos de poco valor pero a cambio son, dicen, ¡°mucho m¨¢s educados¡±. Est¨¢n de buen humor, son muy amables en comparaci¨®n con otros horarios. ¡°Yo creo que en esta exposici¨®n muchos reconocen en los cuadros las escenas de su infancia, de las casas en las que han vivido, sus familias¡±, cuenta una. ¡°Influye el color de las paredes, que tranquiliza¡±, apunta la otra.
Fuera del museo, sigue la calle repleta de gente que tiene escaso inter¨¦s por la final de la Copa del Rey de f¨²tbol. El festival de m¨²sica de la Plaza de Cibeles contin¨²a. Suena la Salve Rociera, cuya letra compuso el poeta Rafael de Le¨®n, de la Generaci¨®n del 27.