Las cartas de Nick Cave y Enrique Bunbury
Dos muestras del formato del consultorio, donde los fans interrogan a sus ¨ªdolos
En 2018, Nick Cave abri¨® un canal de comunicaci¨®n con sus seguidores. Recibe sus correos y semanalmente contesta a uno. Se llama The Red Hand Files y lo define ahora como ¡°un extra?o ejercicio de vulnerabilidad y transparencia comunitarias¡±. Contradiciendo su fama de demonio de Tasmania, Cave responde con sensatez, con la mano sobre el coraz¨®n. Y hasta comparte alguna an¨¦cdota.
La pasada semana, recordaba un encuentro con Bryan Ferry. A pesar de las distancias est¨¦ticas, Cave admira al fundador de Roxy Music, especialmente por su capacidad para componer ¡°canciones atormentadas con letras tan audaces como ins¨®litas¡±. Resulta que la mujer de Nick es amiga de la esposa de Ferry; esta les invita a pasar un fin de semana en su mansi¨®n campestre en West Sussex.
La residencia es m¨¢s impresionante de lo esperado: bosques, huertos, jardines, yeguas. Al d¨ªa siguiente, Nick explora por su cuenta, llevando un bloc de notas, y llega a una piscina oculta entre setos. Se relaja y se adormece. De repente, siente que hay alguien m¨¢s y abre los ojos. Aunque se supon¨ªa que estaba fuera, ha aparecido Ferry en traje de ba?o.
Aqu¨ª viene lo fuerte. Bryan mira envidioso el bloc de Nick y se lamenta: ¡°Hace tres a?os que no escribo una canci¨®n¡±. El desconcertado invitado pregunta, ¡°?por qu¨¦?¡±. Ferry abarca todo lo que le rodea y confiesa: ¡°No hay nada sobre lo que merezca la pena escribir¡±. Y se zambulle en la piscina.
Ah, los blues de los millonarios: la historia es incluso demasiado perfecta, Nick. Disculpen, hoy pretend¨ªa hablar de otra iniciativa que su autor reconoce inspirada por los Archivos de la Mano Roja. En 2023, Enrique Bunbury abri¨® una correspondencia similar con sus fans. El resultado se ha envuelto en tapa dura bajo el t¨ªtulo de La carta (Liburuak).
El libro es¡ extra?o. Uno sigue a Bunbury, entre otras razones, por la intensidad de sus entusiasmos y sus arrebatos. Aqu¨ª nos topamos con Enrique El Diplom¨¢tico. Comienza muchas de sus respuestas con frases tipo ¡°agradezco mucho tus apreciaciones¡± o ¡°?qu¨¦ pregunta m¨¢s maravillosa!¡±. En realidad, despojadas del apreciable elemento confesional, las consultas tienden hacia lo elemental, a cuestiones que un fan serio deber¨ªa ya haber superado. Puede que sigan el ejemplo del propio Bunbury, que asegura que apenas lee sus cr¨ªticas y, desde luego, tampoco los libros sobre su trayectoria (ya, ya).
Estamos en el pa¨ªs del to er mundo es g¨¹eno. S¨ª, lamenta no haber tocado nunca en Bolivia. Claro, podr¨ªa colaborar con Rosal¨ªa o C. Tangana. No, no le importar¨ªa un biopic o una serie sobre su persona, siempre que lo dirija Tarantino y lo protagonice Brad Pitt (hey, no menosprecien el sentido del humor ma?o).
Entre el torrente de interpelaciones, ninguna referencia al antiguo h¨¢bito de samplear ocurrencias de versos ajenos, y eso que se habla mucho de sus poemarios, MicroDosis y Exilio Topanga. En verdad, lo que parece obsesionar a la tropa bunburiana es el futuro de su primer grupo, H¨¦roes del Silencio, al que desean ver en directo. Para ser aficionados al rock, asombra que no conozcan la din¨¢mica interna de los grupos triunfadores, con miembros sometidos a fuerzas centr¨ªfugas que solo se vencen con la promesa de un tal¨®n con muchos ceros.
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