¡®Hit Man¡¯: un guion disparatado y con escasa gracia

Cuando en los ¨²ltimos tiempos me hacen esa pregunta tan inc¨®moda como insistente de ¡°?qu¨¦ pel¨ªcula se puede ver?¡± intento hacerme invisible e inaudible. O respondo: ¡°Busquen ustedes en otros lugares, f¨ªense de las campa?as promocionales, yo no tengo nada que recomendar¡°. Tal vez se me haya atrofiado el sentido del gusto. Pero se estrenan infinitas pel¨ªculas todas las semanas. ?Por qu¨¦? ?Para qu¨¦? Y con esa tendencia calculada o instintiva de que la mayor¨ªa duren m¨¢s de dos innecesarias horas, y de las que salgo igual o peor de lo que he entrado. La memoria tiene que hacer severos esfuerzos para encontrar alguna que me haya provocado las sensaciones que relaciono con el cine que amo. Me ocurri¨® con esa joyita que firma Wim Wenders titulada Perfect Days. Y eso debi¨® de ocurrir hace seis meses. Qu¨¦ pesadez lo de nada por aqu¨ª, nada por all¨¢.

Richard Linklater, creador de Hit Man, posee elogiado nombre y art¨ªstico curr¨ªculo. Hay bastante cinefilia para la que su trilog¨ªa Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer supone la Biblia. No es mi caso, aunque respete su originalidad. Y tampoco me enamoran Julie Delpy y Ethan Hawke. Pero s¨ª me conmovi¨® la extraordinaria Boyhood, la historia de un chaval desde los siete a?os a los 19, ejercicio tan arriesgado y laborioso como deslumbrante. Linklater tambi¨¦n dispone de mucho cr¨¦dito como autor de celebradas y originales comedias. He visto algunas, pero no me dejaron excesiva huella.

Y aunque parece ser que Linklater y su coguionista Glen Powell, que tambi¨¦n la protagoniza, se basaron en un hecho real al escribir Hit Man, me resulta un poco delirante en su argumento. Resulta que un profesor de filosof¨ªa que pasa las ma?anas aleccionando a sus alumnos sobre Nietzsche y Arist¨®teles dedica sus tardes a trabajar para la polic¨ªa en un ins¨®lito oficio. Se hace pasar por asesino a sueldo. Conecta con una clientela que por venganza, celos o diversos negocios le contrata para que mate a alguien. Y entonces detienen a los contratantes por sus intenciones homicidas. Me resulta absurdo, no me lo creo. S¨ª me cre¨ªa las apasionantes novelas del diab¨®lico Trevanian La sanci¨®n del Eiger y La sanci¨®n de Loo, protagonizadas por Jonathan Hemlock, el m¨¢s reputado cr¨ªtico y catedr¨¢tico de arte, aunque tambi¨¦n se dedique a matar por dinero a la gente que le se?ala una organizaci¨®n. Pero aqu¨ª no logro pillarle la gracia a este profesional de trabajos tan dispares ni a sus surrealistas encuentros con los que pretenden contratarle para les solucione su problema mediante la sangre.

Y me aclaro. No te ocurre nada malo por ver y escuchar esas intrigas, pero se supone que pretenden arrancar una sonrisa y provocar diversi¨®n. En mi caso permanezco en plan iceberg. Solo me altero cuando aparece la actriz Adria Arjona. Interpreta a una dama aut¨¦nticamente sensual que pretende contratar al fil¨®sofo para que este le d¨¦ matarile a su maltratador y violento esposo. El actor Glen Powell, del que aseguran que est¨¢ a un paso del estrellato, no me seduce especialmente. S¨ª las miradas, la gestualidad, los movimientos y la forma de hablar de la hermosa Adria Arjona. Se supone que su personaje lo ha creado el guion, sin embargo, ella se mete en ¨¦l con naturalidad y convencimiento. Una actriz para seguirle la pista.