Aquellas americanas que educaron en Espa?a desde la Residencia de Se?oritas
La escritora Cristina O?oro rastrea la vida de integrantes del Instituto Internacional como Alice Gulick, Susan Huntington y Mary Louise Foster
Dice el fil¨®sofo Jacques Derrida que no habr¨ªa deseo de archivo sin la posibilidad de un olvido. Un archivo son papeles, cartas, cachivaches. Un archivo es memoria, coraz¨®n, voces de tiempos pasados. Quien escucha esas voces puede conocer sus historias y contarlas. As¨ª lo ha hecho la escritora y profesora universitaria Cristina O?oro (Madrid, 45 a?os) en En el jard¨ªn de las americanas, un ensayo sobre las integrantes del Instituto Internacional y de la Residencia de Se?oritas que recuerda los lazos de amistad que tejieron sus alumnas y profesoras ¡ªadem¨¢s de compartir edificios, el jard¨ªn y la biblioteca¡ª y el empe?o que las llev¨® a unirse: que las mujeres tuvieran la educaci¨®n que so?aran y desearan.
Fue la insigne Marie Curie quien la llev¨® al archivo de la Residencia de Se?oritas. Cristina O?oro estaba investigando para su libro anterior, Las que faltaban, y quiso saber sobre el paso de la cient¨ªfica polaca por la instituci¨®n situada en la calle de Fortuny, en Madrid, actualmente sede de la Fundaci¨®n Jos¨¦ Ortega y Gasset-Gregorio Mara?¨®n. Y all¨ª se encontr¨® con la historia de ¡°las americanas¡±. Sumergida con la apnea del asombro en los archivos de la Residencia de Se?oritas y en los de otras organizaciones y universidades estadounidenses y brit¨¢nicas como el Smith College, Harvard y Cambrige, Cristina O?oro ha seguido la vida de las directoras, profesoras y alumnas del Instituto Internacional gracias a una Beca Leonardo de la Fundaci¨®n BBVA¡±.
¡°El archivo es una met¨¢fora muy poderosa para hablar del pasado, tambi¨¦n desde la perspectiva feminista, pues ofrece la posibilidad de encontrar fuentes que nos permitan reescribir una historia en la que las mujeres est¨¢n ausentes¡±, dice O?oro. ¡°Tuve la sensaci¨®n de enamorarme del archivo de la Residencia de Se?oritas, de todo lo que todav¨ªa tenemos que contar, adem¨¢s del edificio y del jard¨ªn que da t¨ªtulo al libro de manera evocadora. Y al salir aquella ma?ana de la Fundaci¨®n Ortega-Mara?¨®n, donde hab¨ªa estado consultando sus documentos, deshice el camino que hab¨ªa hecho y entr¨¦ en el Instituto Internacional, que est¨¢ situado en la calle de al lado, y empec¨¦ a interesarme por aquella historia transatl¨¢ntica de amistad, que comienza con Alice Gulick¡±.
Alice Gordon Gulick es la primera de las americanas. Una misionera protestante de Boston que, con 24 a?os y reci¨¦n casada, embarca con destino a Espa?a. Es 1871 y desde la Constituci¨®n de 1869, tras la revoluci¨®n de La Gloriosa, en Espa?a hay libertad de culto, derecho de asociaci¨®n y libertad educativa. Adem¨¢s de su compromiso con sus creencias religiosas, Alice Gulick tiene otro: la educaci¨®n de las mujeres. Ella misma hab¨ªa estudiado en una de las primeras instituciones de Estados Unidos en ofrecer formaci¨®n universitaria a las mujeres, el Mount Holyoke Seminary, que O?oro tambi¨¦n visitar¨¢.
Los primeros a?os en Espa?a no fueron f¨¢ciles. Alice Gulick crea un internado femenino en Santander y en San Sebasti¨¢n, donde un parque en Intxaurrondo lleva hoy su nombre y, treinta a?os despu¨¦s, en 1903, establece el Instituto Internacional en Madrid, en las calles de Fortuny y de Miguel ?ngel. No llegar¨¢ a ver su inauguraci¨®n, pues muere ese mismo a?o en un hospital de Londres. En su ensayo, Cristina O?oro sigue los pasos de Gulick. Lo hace desde el Cementerio Civil de Madrid, donde su tumba no est¨¢ muy lejos de las de Francisco Giner de los R¨ªos y Gumersindo de Azc¨¢rate, dos de los intelectuales vinculados a la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, bajo cuya influencia se cre¨® en 1915 la Residencia de Se?oritas, hasta el cementerio protestante de Cazo?a, en Santander. All¨ª est¨¢ enterrado Willie, el hijo que Alice Gulick perdi¨® al mes de nacer, y cuyo nombre encuentra la escritora en el Libro de Registro de Enterramientos del cementerio protestante, guardado en el archivo de la capital c¨¢ntabra. De nuevo otro archivo que preserva la memoria, el coraz¨®n y las voces del pasado. Un a?o despu¨¦s, los pasos de la misionera acabar¨¢n conduciendo a O?oro todav¨ªa m¨¢s lejos, hasta la casa natal de Gulick en Auburndale, Massachusetts.
¡°Quise tomar el testigo de otras investigadoras, como Pilar Pi?¨®n, que es la directora actual del Instituto Internacional y realiz¨® una tesis doctoral sobre los intercambios acad¨¦micos con Estados Unidos, y tambi¨¦n de Carmen de Zulueta, cuyos libros sobre el Instituto Internacional y la Residencia de Se?oritas est¨¢n ahora descatalogados, pero son un referente. Carmen de Zulueta fue una hispanista muy importante, alumna de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza y del Instituto-Escuela, que tuvo que exiliarse en Estados Unidos¡±, explica O?oro.
Tras la muerte de Alice Gulick, le proponen a la pedagoga Susan Huntington convertirse en directora del Instituto Internacional. A Huntington le cuesta aceptar la propuesta porque deb¨ªa abandonar su puesto de decana en la Universidad de Puerto Rico, pero finalmente lo hace. Comienza un per¨ªodo espl¨¦ndido. En 1912 el Instituto Internacional tiene ciento veinticinco alumnas y ofrece los estudios de magisterio, bachillerato y conservatorio, tambi¨¦n clases de m¨²sica y cursos de idiomas. Entre las primeras alumnas estar¨¢n la hija de la escritora Carmen de Burgos Colombine y la de Joaqu¨ªn Sorolla. Se plante¨® incluso la posibilidad de que el pintor diera clases all¨ª, pero se descart¨® por el coste que hubiera supuesto acondicionar el espacio. En la instituci¨®n impart¨ªan charlas fil¨®sofos como Jos¨¦ Ortega y Gasset y hab¨ªa tambi¨¦n una talentosa profesora llamada Mar¨ªa de Maeztu. Ella ser¨¢ la elegida despu¨¦s para dirigir la Residencia de Se?oritas, por lo que los lazos de amistad con el Instituto Internacional estaban ya establecidos desde el principio.
La proximidad de las alumnas y profesoras de las dos instituciones vecinas y su mismo objetivo de conseguir una educaci¨®n superior para las mujeres las llev¨® a colaborar de forma continua. Tanto que cuando la Residencia de Se?oritas necesit¨® nuevos espacios fue el Instituto Internacional quien se los aport¨®, a trav¨¦s de un acuerdo con la Junta para la Ampliaci¨®n de Estudios que firmaron Santiago Ram¨®n y Cajal y Caroline Bourland, una profesora estadounidense que acababa de llegar a Madrid desde el Smith College. De esta universidad vendr¨ªa tambi¨¦n una de las directoras m¨¢s notables del Instituto Internacional, la qu¨ªmica Mary Louise Foster. Mar¨ªa de Maeztu bautizar¨¢ con su nombre los nuevos laboratorios de la Residencia de Se?oritas.
¡°Muchos de los debates sobre el divorcio o sobre el acceso de las mujeres a la educaci¨®n se fraguaron en la Residencia de Se?oritas y en el Instituto Internacional. Antes de estar en la Casa de las Siete Chimeneas, hoy sede del Ministerio de Cultura, el primer lugar de reuni¨®n del Lyceum Club estuvo en el edificio del Instituto Internacional. Y en el Lyceum Club hubo debates que despu¨¦s llegaron a las Cortes, como el del voto, entre Victoria Kent y Clara Campoamor¡±, recuerda O?oro. Y todo empez¨® por compartir un jard¨ªn, pero no un jard¨ªn cualquiera, sino uno lleno de ¨¢rboles del conocimiento.
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