?Una Liga deslucida?
No creo que la Liga espa?ola sea una liga de mierda. Tampoco lo son la liga inglesa, la alemana, la italiana... lo que sucede es que empiezan a carecer de cualquier sentido deportivo y econ¨®mico: se impone una Liga europea de verdad
Apenas iniciada la temporada, la Liga ha dado la medida de lo que es y de lo que puede aspirar a ser a medio plazo. Los resultados de la primera jornada, la segunda del calendario, el 0-6 del Real Madrid al Zaragoza y el 5-0 del Barcelona al Villarreal, han encendido todas las alarmas ante lo que se prev¨¦ que ser¨¢ un nuevo duelo entre los dos grandes del f¨²tbol espa?ol por la conquista del t¨ªtulo. Los presidentes del Sevilla y del Villarreal creen poner el dedo en la llaga cuando se?alan el desigual reparto de los ingresos por derechos de retransmisi¨®n televisiva; aunque no les falta raz¨®n, las causas son mucho m¨¢s profundas y tienen algo de cultural incluso. Quiz¨¢s la clave la tenemos justo en las dos semanas anteriores.
En aquellos quince d¨ªas, el f¨²tbol espa?ol vivi¨® una huelga y la final de la Supercopa espa?ola entre el Barcelona y el Real Madrid, con r¨¦cord de audiencia televisiva incluido en el partido de vuelta: 9,1 millones de telespectadores, un 62,2 % de cuota de pantalla, y ello a pesar de la hora de emisi¨®n, las 23.00 horas. Son las dos im¨¢genes de una misma realidad. Hay m¨¢s: ese mismo mi¨¦rcoles 17 de agosto, el Villareal disput¨® la vuelta de la ronda previa de clasificaci¨®n para la Liga de Campeones contra el Odense. Era un partido vital para sus intereses deportivos y econ¨®micos. El horario del partido, las 20.45 horas, entraba de pleno en el prime time televisivo y, sin embargo, no figur¨® entre los 20 programas m¨¢s vistos ese d¨ªa.
Los presidentes del Sevilla, Jos¨¦ Mar¨ªa del Nido, y del Villareal, Fernando Roig, manejan n¨²meros correctos. El reparto de los derechos de televisi¨®n es desproporcionado. El Barcelona y el Real Madrid reciben unos 140 millones de euros por 42 el Valencia y el Atl¨¦tico de Madrid, 25 el Villareal, 24 el Sevilla y as¨ª hasta los 12 de los clubes que menos dinero obtienen. Las diferencias son mucho mayores que las que se dan en otros campeonatos. En Inglaterra, por ejemplo, entre los 58 millones que reciben el Manchester United y los 35 del Middlesbrough apenas hay 23 millones de diferencia. Esto es as¨ª porque, a diferencia de lo que sucede en las otras ligas europeas similares, los derechos de televisi¨®n se han mantenido colectivizados mientras que en Espa?a cada club negocia individualmente con el operador televisivo.
Sin embargo, la interpretaci¨®n y la conclusi¨®n a la que llegan Del Nido y Roig no son exactas. La colectivizaci¨®n de los derechos televisivos provocar¨ªa ineludiblemente una menor diferencia entre los ingresos de unos y otros clubes. No obstante, no es nada claro que este acercamiento redundara en una mayor competitividad de la Liga espa?ola. La tendencia al bipartidismo no s¨®lo se ha acrecentado en Espa?a. Se trata de un fen¨®meno que viene sucedi¨¦ndose desde hace una d¨¦cada al menos y que es apreciable en todas las grandes ligas europeas.
Hay dos razones mayores que explican el porqu¨¦ de esta tendencia al bipartidismo. En primer lugar, la coincidencia en el tiempo, a mediados de los a?os noventa, de la sentencia por el caso Bosman y la irrupci¨®n de las televisiones privadas. Lo primero ampli¨® el mercado de fichajes y lo segundo dio a los clubes mucho m¨¢s dinero para gastar. La ley de la oferta y la demanda no funcion¨®: hubo m¨¢s oferta de golpe (futbolistas susceptibles de ser fichados), pero los clubes tuvieron m¨¢s dinero para comprar, se lo gastaron y los precios se dispararon. La consecuencia a medio plazo fue la necesidad de obtener nuevas fuentes de financiaci¨®n. Los mercados dom¨¦sticos ya no daban m¨¢s de s¨ª y algunos clubes optaron por globalizarse, es decir, crecer en aquellas zonas futbol¨ªsticamente v¨ªrgenes o casi. El pionero fue el Manchester United. La Premier fue tambi¨¦n la primera liga en vender los derechos internacionales de televisi¨®n. Llegaron las giras de verano por Jap¨®n, China y los Estados Unidos. El f¨²tbol dej¨® de ser un circo en el cual el grueso de los ingresos procede de los espectadores que acuden a ver el espect¨¢culo en vivo y en directo, para convertirse en una industria del entretenimiento que se financia con la venta de los derechos de televisi¨®n y la mercadotecnia. Hablamos de f¨²tbol, as¨ª en general, pero, de hecho, cuando sucedi¨® aquello se abri¨® una brecha entre los clubes que se globalizaron y los que se mantuvieron locales. La distancia se expresa en los centenares de millones de euros de ingresos que separan hoy a Manchester United, Barcelona o Real Madrid de sus inmediatos perseguidores en los campeonatos dom¨¦sticos y que no responden, ¨²nicamente, al concepto de derechos televisivos. Guste o no, mientras un enfrentamiento entre el Real Madrid y el Barcelona es capaz de parar por unas horas un conflicto b¨¦lico en el Magreb, un Odense-Villareal no levanta una tertulia entre amigos en un bar de la costa valenciana.
Y, en segundo lugar, hay un aspecto cultural. Quiero decir que Europa no es EE UU, donde la cultura deportiva premia la competencia que surge de la igualdad entre los rivales. En Espa?a y, en general, en toda Europa lo que se valora es la victoria del equipo propio y cuanto m¨¢s abultada sea mucho mejor, tanto da si el rival no ofrece apenas resistencia. Para los norteamericanos, en cambio, lo que les mueve (l¨¦ase audiencias) es la incertidumbre del resultado. Por esta raz¨®n, las diferentes ligas profesionales tienen mecanismos para promover la igualdad entre los competidores como el draft, los l¨ªmites salariales o la igualdad en el reparto de los ingresos de los distintos derechos colectivizados, que son la mayor¨ªa. Probablemente sea esta raz¨®n cultural la que ha impedido que, aunque peri¨®dicamente sea motivo de debate, nunca se haya planteado en serio promover la igualdad entre los 42 equipos que forman la Liga de F¨²tbol Profesional, ni tan solo entre los veinte de Primera. Con un agravante en Espa?a: Barcelona y Real Madrid se han repartido hist¨®ricamente la afici¨®n al f¨²tbol puesto que, mayoritariamente, todo buen aficionado se declara seguidor de su equipo local, en primer lugar, y, seguidamente, cul¨¦ o merengue.
No creo que la Liga espa?ola sea una liga de mierda. Tampoco lo son la liga inglesa, la alemana, la italiana... lo que sucede es que estas competiciones empiezan a carecer de cualquier sentido deportivo y econ¨®mico: se impone una Liga europea de verdad.
Jordi Badia es exdirector de comunicaci¨®n del Barcelona
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