La medalla de la perseverancia
Beitia, bronce con 1,97m, sube por primera vez a un podio mundial justo un a?o despu¨¦s de anunciar que se retiraba ¡°Tengo ganas y capacidad para seguir¡±, dice a los 34 a?os
Cada saltador tiene su ritual. El impresionante Bondarenko se golpea la cara, los muslos y desaf¨ªa a sus rivales renunciando a algunos saltos, como diciendo: ¡°Mirad qu¨¦ sobrado voy¡±. El de Ruth Beitia es mucho m¨¢s sutil y tiene que ver m¨¢s con la concentraci¨®n, con meterse en ese mundo donde solo est¨¢ ella y un list¨®n, que con el resto de competidoras. La c¨¢ntabra siempre visualiza el salto antes de realizarlo, para lo que se ayuda con las manos, y da unos cuantos pasitos r¨¢pidos y acompasados sin moverse de la marca, como contando, antes de iniciar la carrera de aproximaci¨®n. Y si logra su objetivo lo celebra con varias palmadas r¨¢pidas de motivaci¨®n. Pero cuando llegan los saltos importantes ese aplauso infantil se transforma en un grito liberador. En un pu?o cerrado con rabia. En una mirada de complicidad a la tribuna donde se sienta Ram¨®n Torralbo, su entrenador de toda la vida, el hombre que la gu¨ªa desde que tiene ocho a?os y con el que comenta al momento cada intento, cada imperfecci¨®n.
Le pas¨® ayer a la c¨¢ntabra con ese 1,97m donde a muchas saltadoras empiezan a temblarles las piernas y donde se quedaron las primeras favoritas: Gordeeva, la tercera de las tres monta?as rusas que eran las grandes candidatas, y la italiana Trost, la estrella que viene pero que a¨²n debe aprender a competir. Pero a¨²n quedaban seis saltadoras en liza.
Entonces empieza otro ritual. El de Beitia, con 34 a?os la m¨¢s veterana de todas las finalistas, la mujer que no se pierde un solo Mundial ni unos Juegos Ol¨ªmpicos desde hace una d¨¦cada, la que tuvo que conformarse con el m¨¢s amargo de los puestos en Londres, el cuarto, y anunci¨® despu¨¦s su retirada, consiste en aislarse de todo. Se tumba apoyada en los codos mirando al tendido y de espaldas a sus rivales. As¨ª que no ve c¨®mo se despide la polaca Kasprzycka, pero sabe que el juego se pone peligrosamente parecido al de hace un a?o en el estadio ol¨ªmpico, cuando Chicherova (oro entonces), la estadounidense Barrett (plata) y Shkolina (bronce), que tambi¨¦n siguen aqu¨ª, la dejaron sin nada.
Pero esta vez la suerte est¨¢ del lado de la capitana espa?ola, como el d¨ªa anterior se hab¨ªa mostrado esquiva, casi cruel, con Eusebio C¨¢ceres. Porque aunque Beitia tampoco vea el ¨²ltimo intento sobre los dos metros de Chicherova, la saltadora que lo tiene todo ¡ªvelocidad para aproximarse, potencia para batir el suelo, arqueo y tan poco peso que vuela¡ª, s¨ª oye de forma clara c¨®mo cae inevitable y con suspense el list¨®n y la exclamaci¨®n profunda del p¨²blico que adora a la rusa y que por primera vez abarrota el Luzniki. Y cuando ella misma falla su tercer intento sabe que solo le separa de las medallas la sueca Emma Green, la chica de las u?as con los colores del arco¨ªris del colectivo gay. Pero Green es una de las suyas, una de esas saltadoras que siempre est¨¢ en la brega pero raramente gana. Y esta no iba a ser tampoco su noche.
Mientras Shkolina, que acabar¨ªa ganando, y Barrett dirim¨ªan el ¨²ltimo duelo, Beitia parec¨ªa impaciente porque ya no hab¨ªa ritual que valiera. Podr¨ªa estar pensando en lo mucho que ha madurado desde aquellos a?os en que sal¨ªa a la pista con un peluche para sentirse m¨¢s segura. O en lo acertada que estuvo cuando decidi¨® volver a entrenarse tras los Juegos y culp¨® de ello a la lluvia inevitable de Santander, que le imped¨ªa seguir patinando al aire libre, porque desde entonces ha ganado el campeonato de Europa en pista cubierta y ha logrado su primera medalla en unos Mundiales, aunque sea al sexto intento.
Shkolina, con un salto de 2,03m, logr¨® el oro por delante de Barrett, que se elev¨® hasta los 2
Incluso podr¨ªa analizar lo bien que ha respondido su cuerpo esta temporada, cuando cogi¨® la forma antes que nunca y su pie de batida, el importante, respondi¨® de maravilla a un tratamiento de urgencia para sanar su tend¨®n dolorido apenas un par de semanas antes de viajar a Mosc¨². O las buenas sensaciones que tuvo en los ¨²ltimos entrenamientos antes de viajar donde simul¨® la competici¨®n y que ha mantenido durante todos los Mundiales para no fallar un solo salto hasta los dos metros e incluso esa altura, que este a?o se ha convertido para ella en una monta?a, estuvo a su alcance. Y recordar¨ªa que, de alguna forma, Chicherova le estaba devolviendo la faena que le hizo en 2005 en Madrid, cuando en el ¨²ltimo salto le rob¨® el oro en casa. Y se dir¨ªa a s¨ª misma que si ha logrado compatibilizar su trabajo como diputada regional del PP con los entrenamientos, ?por qu¨¦ no seguir? Y se habr¨ªa respondido a s¨ª misma: ¡°Tengo las ganas suficientes y la capacidad para seguir compitiendo el a?o que viene¡±, como confesar¨ªa m¨¢s tarde.
Pero lo que en realidad hac¨ªa durante esos largos minutos la campeona de Europa era dejar pasar el tiempo porque lo importante en esos momentos era celebrar la medalla de bronce, la primera mundialista de su largu¨ªsimo historial y la segunda del equipo espa?ol en Mosc¨², con Ram¨®n Torralbo, el hombre paciente y tranquilo que la ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª. Aunque le haya costado 23 a?os. Abrazarle, llorar con ¨¦l y decirle: ¡°Por fin¡±.
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