Por qu¨¦ 3.000 millones de personas no juegan al f¨²tbol
Este deporte ha nacido en las calles. La repetici¨®n exhaustiva de un mismo ejercicio, la t¨¢ctica china para intentar desarrollarlo, no basta en este caso

En cualquier pueblo de Espa?a, cuando un ni?o ve una piedra en el suelo, o una lata de ?Coca-Cola vac¨ªa, lo primero que le pide el cuerpo es darle una patada para marcar un gol imaginario. Y lo mismo ocurre en Francia, en Inglaterra y en Italia; en Argentina, Uruguay y Colombia. La ¨²ltima emanaci¨®n cultural del imperio brit¨¢nico, convertida en el deporte del pueblo en todo el mundo.
?En todo el mundo?
El f¨²tbol es el deporte m¨¢s universal, pero ni los misioneros con catecismo llevaron balones a China ni tampoco los imperiales soldados victorianos a India, donde los generales prefirieron inventar el b¨¢dminton poniendo plumas de pato a tapones de champ¨¢n o golpear pelotas con bastones y jugar al cr¨ªquet y al hockey; y ni siquiera el f¨²tbol se hab¨ªa inventado cuando los peregrinos del Mayflower comenzaron a colonizar Estados Unidos.
El f¨²tbol les es tan ajeno a los tres pa¨ªses m¨¢s poblados del mundo (3.000 millones de habitantes entre ambos, el 40% de la poblaci¨®n mundial) que nadie en su sano juicio podr¨ªa siquiera imaginar all¨ª que las maniobras del presidente de un club para robar a la selecci¨®n nacional su entrenador la v¨ªspera de un Mundial, y demostrar que su importancia no tiene l¨ªmites, son aqu¨ª un asunto de Estado casi. Y no ser¨¢n sus participaciones en los Mundiales, entre lo inexistente y lo decorativo, las que multipliquen su afici¨®n. India nunca ha logrado clasificarse para la fase final de un Mundial; China solo en una ocasi¨®n, en 2002, y perdi¨® sus tres partidos, en los que no marc¨® ni un gol; y aunque Estados Unidos ha acudido a 10 fases finales (y ganado 8 de los 33 partidos disputados), pocos discutir¨¢n que lo consigui¨® por la debilidad de los vecinos a los que se enfrentaba.
En India y en Estados Unidos tienen sus propios deportes nacionales, exceptuando a la inmigraci¨®n latinoamericana al norte del r¨ªo Bravo. En China, la ambici¨®n es otra: los partidos de las Ligas italiana, espa?ola e inglesa son los programas m¨¢s vistos en su televisi¨®n. Obedientes, los responsables de las competiciones europeas han modificado los horarios de sus partidos y multiplicado sus audiencias. En correspondencia, una multitud de nuevos millonarios del pa¨ªs de Xi Jinping ha invadido la propiedad de los hist¨®ricos clubes europeos y llegan incluso a bautizar con el nombre de sus aventuras comerciales, Wanda, por ejemplo, sus estadios-templo.
Lo que no puede conseguir, sin embargo, la China todopoderosa es que sus millones de chinos aprendan a jugar bien al f¨²tbol. Las claves del arte futbolero no se pueden comprar ni con la voluntad, ni con el derroche de yuanes, ni con entrenamientos repetitivos, los tres elementos que conforman la estrategia china para conseguir que de sus 28 millones de practicantes (el 2% de su poblaci¨®n total seg¨²n los estudios de la FIFA) salgan 11 al menos que manejen sus pies con cierta dignidad. En f¨²tbol, a diferencia de otras artes, la repetici¨®n exhaustiva de un mismo ejercicio no genera destreza, sino que mata el genio.
Cuando Europa urbaniz¨® con asfalto todos sus espacios, cuando las piedras desaparecieron de las calles de sus pueblos, y las latas vac¨ªas, y los vecinos empezaron a prohibir a los ni?os jugar con el bal¨®n en la plaza, Johan Cruyff recogi¨® la esencia del f¨²tbol callejero por miedo a que se perdiera y la traslad¨® al campo de entrenamiento. Invent¨® los rondos. El juego del pillo y el h¨¢bil de la calle se convirti¨® en el elemento clave de sus entrenamientos con el Bar?a. Quiz¨¢ sea la lecci¨®n que deban aprender en China: ya que el f¨²tbol no naci¨® en sus calles, empezar a construir desde abajo.
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