El misil Pogacar no teme a los Pirineos
Crisis de Pinot, etapa para Peters, los favoritos juegan al amague y Landa resiste
La fuga nace en el kil¨®metro 0. Nada m¨¢s cruzar el puente de piedra sobre el Garona, el pelot¨®n se frena y 13 aceleran hacia las monta?as que se perfilan grises. Uno de ellos, el franc¨¦s Nans Peters, alpino de Grenoble flotando en los Pirineos, ganar¨¢ la etapa (en la fuga va Verona, tercero).
El Tour nace en el kil¨®metro 100. Empieza ya de verdad, tras ocho d¨ªas de desgaste, espera e impaciencia en el asfalto gastado del puerto de Bal¨¨s, que atraviesa los Pirineos pegado al flanco de una monta?a, y trepa hasta los 1.755 metros, donde el bosque cede el espacio a los pastos, y es duro. Es...
La fuga nace en el kil¨®metro 0. Nada m¨¢s cruzar el puente de piedra sobre el Garona, el pelot¨®n se frena y 13 aceleran hacia las monta?as que se perfilan grises. Uno de ellos, el franc¨¦s Nans Peters, alpino de Grenoble flotando en los Pirineos, ganar¨¢ la etapa (en la fuga va Verona, tercero).
El Tour nace en el kil¨®metro 100. Empieza ya de verdad, tras ocho d¨ªas de desgaste, espera e impaciencia en el asfalto gastado del puerto de Bal¨¨s, que atraviesa los Pirineos pegado al flanco de una monta?a, y trepa hasta los 1.755 metros, donde el bosque cede el espacio a los pastos, y es duro. Es el primer gigante, el primer hors cat¨¦gorie, y a mitad de ascensi¨®n, cuando el viento acaba con los ¨²ltimos flecos de niebla, Pinot, el coraz¨®n, la esperanza, de toda Francia, se frena, se lleva las manos a la espalda, como si intentara recolocarse los huesos, las v¨¦rtebras que rechinan, los m¨²sculos bloqueados despu¨¦s de la ca¨ªda en el asfalto empapado y deslizante de Niza el primer d¨ªa, y con ¨¦l su equipo. Llegar¨¢ a la meta con casi 19 minutos de retraso respecto al maillot amarillo: si un franc¨¦s gana el Tour, por fin, 35 a?os despu¨¦s de Hinault, no ser¨¢ ¨¦l, quiz¨¢s Guillaume Martin, quiz¨¢s Bardet.
El Jumbo acelera. La carrera est¨¢ lanzada. Ya no hay marcha atr¨¢s. Lo nuevo desaf¨ªa a lo viejo a una lucha por dirigir el nuevo orden del ciclismo.
Lo nuevo es Wout van Aert, el gigante de Herentals (el pueblo del que Van Looy fue emperador, pero luego lleg¨® Merckx), que representa como nadie en este Tour lo que podr¨ªa llamarse ciclismo total como el f¨²tbol del Ajax fue el f¨²tbol total y todos atacaban y defend¨ªan, y Cruyff maravillaba, y Van Aert es rodador, contrarrelojista, velocista y escalador, y es como si en su cuerpo la vieja distinci¨®n entre fibras r¨¢pidas y lentas, entre resistencia y velocidad, entre maratonianos y dinamiteros, se hubiera borrado. Van Aert un d¨ªa domina un abanico y esprinta para ganar, y al d¨ªa siguiente, como hizo en Orci¨¨res-Merlette, el miniaperitivo alpino, da gas en Bal¨¨s, la monta?a donde solo los audaces respiran, donde todos sufren y maldicen, y calculan hasta d¨®nde pueden llegar con sus fuerzas, y ataca al mismo tiempo que defiende a su l¨ªder, Roglic, que pedalea a su rueda, la boca cerrada, la mirada impasible.
Lo nuevo, lo nov¨ªsimo, es tambi¨¦n la cabeza de Tadej Pogacar, imprevisible, incontrolable, que un d¨ªa se corta en un abanico (una aver¨ªa, una ca¨ªda delante) y pierde 1m 21s, y al d¨ªa siguiente, en el Peyresourde del loco Perico, del descenso de Froome, del ciclismo de golpes de boxeo de Contador y Rasmussen, y mambo, hace ya tanto, rompe la paz de los viejos, contentos, parec¨ªa con el final de la limpia que Tom Dumoulin ha efectuado para Roglic. Pogacar debuta en el Tour y no tienen m¨¢s que 21 a?os, y corre como si tuviera esa edad, o como si fuera m¨¢s juvenil a¨²n, corre como en la Vuelta, con alergia al pelot¨®n cuando la monta?a le llama, y sin miedo al qu¨¦ dir¨¢n si la cosa no sale bien, y sin respeto a las vacas sagradas, que le ven arrancar en la cuesta, dinamita, las manos bajas en el manillar, como Pantani, como Landa que est¨¢ all¨ª cerca, y solo Roglic, y Nairo, de pedalada brillante, salen a por ¨¦l. Lo frenan, no se ponen de acuerdo para seguir los tres, el casi podio de la Vuelta (falta en el grupo Valverde, que se abri¨® antes), y regresan al grupo, que suspira de alivio. Y all¨ª se miran todos y comprueban que est¨¢n solos, que ninguno tiene un mayordomo de su equipo, que son 11 que piensan en ganar el Tour, todos con el dorsal acabado en uno. Y est¨¢n Pogacar, Bardet, Superm¨¢n, Yates, Egan, Landa, Guillaume Martin, Roglic, Nairo Ur¨¢n y Porte.
Y Pogacar insiste, por supuesto, y se va.
Los nuevos aceleran y revientan rivales y ponen bombas donde nadie se lo espera; los viejos se juntan, se miran, se ayudan, se temen, juegan al amague, calculan, se paran. Cada d¨ªa unas gotitas de locura pueden aceptar, m¨¢s no. El Tour se gana con paciencia y control, quieren creer, quieren hacer creer. Y se ajustan al guion, y Roglic tiene a Egan, sin brillo, mate, resistente sin m¨¢s, contra las cuerdas, y levanta el pie, perdona, y quiz¨¢s no tema que Egan pueda volver a ser el Egan del 19 en los Alpes. Solo Landa y Porte, damnificados del abanico, reciben un m¨ªnimo permiso para irse, y no llegan muy lejos,
Ante cada m¨ªnimo ataque, ante cada aceleraci¨®n, Egan cede terreno, pide tiempo para recuperar la respiraci¨®n, se deja caer incluso y espera a que llegue de atr¨¢s Carapaz para darle el relevo definitivo, el que le devuelva al grupo que sigue jugando al enga?o, y a la revancha de la memoria, como Nairo, que quiz¨¢s perdi¨® un Tour cuando Froome le dej¨® clavado bajando el Peyresourde, y cuando coronan acelera y le dice a Roglic que se vaya con ¨¦l, que atacar¨¢n bajando y sorprender¨¢n a todos. No llegaron muy lejos. El grupo de los 11 ya ha creado su reglamento: cuando uno ataque, m¨¢s que apoyos recibir¨¢ la carga de una clase que teme perder sus privilegios.
Es lo viejo. Pero existe Pogacar. Vol¨® solo, y recuper¨® 40s, la mitad de lo que perdi¨® en el abanico. Y queda un d¨ªa de Pirineos.