Golpea otra vez, John Daly
El golfista estadounidense, ganador de dos grandes, anuncia a los 54 a?os que tiene c¨¢ncer, ¨²ltima batalla de una vida marcada por el alcoholismo y la ludopat¨ªa
John Daly tiene c¨¢ncer. El golfista estadounidense ha sido operado de un tumor en la vejiga y ha comenzado la quimioterapia. El ganador de dos grandes (PGA 91 y British 95), de 54 a?os, lo anunci¨® la semana pasada antes de disputar el Sanford Invitational, torneo del circuito americano s¨¦nior que gan¨® Miguel ?ngel Jim¨¦nez y en el que Daly fue 12?. La enfermedad no le ha apartado del golf, sino que es la ¨²ltima partida de una carrera en la que ha pasad...
John Daly tiene c¨¢ncer. El golfista estadounidense ha sido operado de un tumor en la vejiga y ha comenzado la quimioterapia. El ganador de dos grandes (PGA 91 y British 95), de 54 a?os, lo anunci¨® la semana pasada antes de disputar el Sanford Invitational, torneo del circuito americano s¨¦nior que gan¨® Miguel ?ngel Jim¨¦nez y en el que Daly fue 12?. La enfermedad no le ha apartado del golf, sino que es la ¨²ltima partida de una carrera en la que ha pasado alg¨²n rato en el cielo y casi todo el tiempo en el infierno. Alcoh¨®lico, lud¨®pata, violento, autodestructivo. Y, sin embargo, o quiz¨¢s por eso, querido por unos aficionados que ven una estrella con problemas terrenales. Daly nunca ha escondido nada. Ni ha dicho nunca que fuera a cambiar.
Washington Road. Una amplia calle con tres carriles de ida y tres de vuelta. Hay restaurantes de comida r¨¢pida y algunos moteles a los lados. Nada en lo que un conductor se detenga si no fuera porque un desv¨ªo conduce a la sede del Masters de Augusta. Dos universos separados por unos metros y un muro de vigilancia. En el campo, azaleas, elitismo y los mejores del mundo. En la calle, junto al Hooters de camareras con escote, aparca una caravana. John Daly baja fumando, con gafas de sol, bermudas y chanclas, y monta unas mesas en las que ¨¦l mismo vende pantalones chillones, camisetas con su imagen y fotos. Si se le presenta un periodista, le dir¨¢ que para hablar con ¨¦l rellene en su web un formulario que lleva a ninguna parte. Si acude un fan a compartir un problema, es capaz de llev¨¢rselo a la barra del bar y contarle su vida. Y es tan diab¨®licamente incre¨ªble¡
¡°Mi padre beb¨ªa mucho. Se volv¨ªa muy agresivo con mis hermanos y con mi madre. Volv¨ªamos del colegio y nos daba una paliza. Cuando tu padre te apunta con una pistola en el ojo y no sabe qui¨¦n eres porque est¨¢ muy borracho, tiendes a alejarte de alguien as¨ª. Las mangueras de jard¨ªn y los enchufes no son objetos para usar contra un ni?o¡±, revive Daly en Golpea fuerte, un documental de ESPN. El golf apareci¨® pronto, puede que para salvarle. Con cuatro a?os usaba unos palos de adulto que no quiso que le cortaran. Del peso, cuando levantaba uno para el swing se le iba muy atr¨¢s, y as¨ª aprendi¨® a darle duro a la bola. Le llamar¨ªan Long Daly por su condici¨®n de gran pegador antes de la aparici¨®n de las varillas de titanio. Tambi¨¦n, El Salvaje.
El alcohol le ha acompa?ado siempre. Cuando en la universidad le dijeron que ten¨ªa que perder peso para poder jugar al golf, Daly cuenta que durante dos meses y medio solo comi¨® palomitas de ma¨ªz (para calmar la ansiedad empez¨® a fumar) y bebi¨® whisky Jack Daniel¡¯s hasta bajar 30 kilos. Con 23 a?os, cada d¨ªa daba cuenta de una botella de 750 ml.
En agosto de 1991, John Daly era un desconocido a quien la organizaci¨®n del Campeonato de la PGA, el grande que se jugaba en el campo de Crooked Stick, en Indiana, llam¨® a ¨²ltima hora para cubrir una baja. Daly condujo siete horas seguidas hasta llegar al campo para salir a jugar sin un minuto de entrenamiento. Lo que sucedi¨® fue hist¨®rico. Aquel veintea?ero rubio de pelo largo y bigotillo, que le pegaba a la bola como un demonio, gan¨® el torneo y de repente se convirti¨® en un ¨ªdolo de masas, un Elvis al que todos quer¨ªan tocar. De la noche a la ma?ana, al chico de campo le llovieron el dinero y la fama. ¡°Mi vida cambi¨® en cuatro d¨ªas y yo no estaba preparado. Cuando tuve ¨¦xito, pens¨¦ que ten¨ªa el mundo cogido por las pelotas y dej¨¦ de golpear fuerte en el campo de golf. No me ense?aron a tener ¨¦xito. No lo sab¨ªa gestionar. Yo pensaba: 'Que les den a todos, me voy a un bar a emborracharme¡±.
Ganar ese PGA fue a la vez lo mejor y lo peor que le pudo pasar. Desde entonces, igual estaba en lo m¨¢s alto que pensaba en suicidarse. ¡°Si jugaba mal me emborrachaba todo lo que pod¨ªa. Llegu¨¦ a desear jugar mal para beber hasta el l¨ªmite. Pensaba que emborrach¨¢ndome no querr¨ªan acercarse a m¨ª, nadie me hablar¨ªa. Descubr¨ª demasiado tarde que as¨ª no desaparec¨ªan mis problemas¡±, admiti¨®. La cosa se complic¨® cuando descubri¨® algo que le gustaba tanto o m¨¢s que beber: el juego. Pod¨ªa pasarse 14 horas seguidas en un casino, perdi¨® un mill¨®n y medio de euros en Las Vegas en una tarde en m¨¢quinas tragaperras, vend¨ªa sus coches para seguir apostando, se gastaba el dinero de los patrocinios¡ ¡°Nada me gusta m¨¢s que jugarme 400.000 d¨®lares en una mesa de blackjack¡±, dec¨ªa. Esos y otros demonios los expuls¨® en el libro Mi vida dentro y fuera del rough. La verdad m¨¢s all¨¢ de toda la mierda que crees que sabes sobre m¨ª. En total, Daly calcula que ha perdido m¨¢s de 50 millones de euros en el juego.
¡°P¨¦game un tiro¡±
En el campo, solo era noticia por sus desvar¨ªos. Igual llegaba con la cara llena de ara?azos por una pelea con su pareja (se cas¨® cuatro veces) que se retiraba a mitad de ronda. Una vez en Florida destroz¨® la habitaci¨®n del motel. Como no ten¨ªa dinero, dej¨® a su caddie como dep¨®sito, jug¨® el torneo llevando sus palos, gan¨® y pag¨®. Los t¨¦cnicos le abandonaban porque, como dijo Butch Harmon, ¡°para ¨¦l es m¨¢s importante beber que el golf¡±. En 1992 se retir¨® para ir a una cl¨ªnica de desintoxicaci¨®n despu¨¦s de agredir a su mujer y destrozar la casa: ¡°El alcohol se me fue de las manos¡±.
De tumbo en tumbo, cuando lleg¨® al Open Brit¨¢nico de 1995 en Saint Andrews necesitaba cuatro millones para pagar a los casinos. Puede que ganara por eso... El caso es que conquist¨® su segundo grande y lo celebr¨® llenando la m¨ªtica jarra de plata de helado de chocolate. Daly nunca dej¨® de ser ese ni?o grande que invit¨® a cenar en su habitaci¨®n a Jim¨¦nez y a Jose Mar¨ªa Olazabal cuando perdi¨® a su madre en mitad de un torneo. ¡°Mi vida siempre ha sido ir a por todas. As¨ª he vivido. Hay personas que no maduran nunca y yo soy una de esas¡±, confes¨®.
La idea de la muerte le rond¨®. ¡°Coge una de tus armas y p¨¦game un tiro¡±, le dijo al golfista Fuzzy Zoelller. En otra ocasi¨®n llam¨® a Thomas Henderson, estrella del f¨²tbol americano que pas¨® por el alcoholismo y las drogas y al que conoci¨® en una cl¨ªnica, desde lo alto de una colina y con el motor del coche en marcha. ¡°Ma?ana no habr¨¢ m¨¢s John Daly¡±, le dijo.
Hoy parece que este superviviente ha encontrado cierta paz, al menos para sobrevivir, feliz viendo jugar a su hijo Little John, un clon, pegador y con los pantalones a juego con el padre. El c¨¢ncer es un hoyo m¨¢s al que enfrentarse. Su concepto de cuidarse, menos Coca-cola y seis cigarrillos por ronda en lugar de paquete y medio. ¡°He vivido un infierno, pero hoy en mi vida hay cosas buenas¡±, recuerda. ¡°Despu¨¦s de todo, seguir¨¦ siendo John Daly, no cambiar¨¦. Golpear¨¦ fuerte. Y luego beber¨¦¡±.
Beber vodka como remedio contra el coronavirus
En 2006, John Daly dio un concierto en The Cavern, la m¨ªtica sala de Liverpool que vio nacer a The Beatles. Pese a que hace mucho tiempo que dej¨® la ¨¦lite del golf ¡ª¡°estoy acabado, cansado de humillarme¡±, dijo hace 10 a?os¡ª, su fama le ha proporcionado ciertos privilegios, como el de tocar la guitarra en un santuario de la m¨²sica y editar un disco country con letras autobiogr¨¢ficas. Tambi¨¦n se le permiti¨® disputar un torneo desplaz¨¢ndose en un buggy porque ten¨ªa problemas f¨ªsicos. Y m¨¢s recientemente, convertirse en consejero m¨¦dico acerca del coronavirus. En un v¨ªdeo de la Trump Organization, Daly da su remedio contra la enfermedad: beber vodka. ¡°As¨ª se mata al bicho¡±.