Odegaard, un regreso casi clandestino
El noruego, antigua figura donostiarra, debuta como titular en el estreno blanco pero est¨¢ tan gris como el resto del equipo
Ser¨ªa inadecuado decir que Martin Odegaard ten¨ªa miles de ojos sobre ¨¦l en su regreso a San Sebasti¨¢n. Salvo las miradas cat¨®dicas, a trav¨¦s del plasma o de las diferentes opciones tecnol¨®gicas, apenas un centenar de afortunados observaron en vivo tal retorno, y ninguno expres¨® en voz alta sus sensaciones salvo, tal vez, los narradores radiof¨®nicos que atruenan con sus voces la paz monacal de un estadio en carne viva. La llegada de los equipos a los estadios se ha convertido en un ejercicio clandestino. Un viaje fugaz entre el hotel y el aparcamiento subterr¨¢neo, sin ba?os de masas ni contacto...
Ser¨ªa inadecuado decir que Martin Odegaard ten¨ªa miles de ojos sobre ¨¦l en su regreso a San Sebasti¨¢n. Salvo las miradas cat¨®dicas, a trav¨¦s del plasma o de las diferentes opciones tecnol¨®gicas, apenas un centenar de afortunados observaron en vivo tal retorno, y ninguno expres¨® en voz alta sus sensaciones salvo, tal vez, los narradores radiof¨®nicos que atruenan con sus voces la paz monacal de un estadio en carne viva. La llegada de los equipos a los estadios se ha convertido en un ejercicio clandestino. Un viaje fugaz entre el hotel y el aparcamiento subterr¨¢neo, sin ba?os de masas ni contactos con los seguidores. Todo muy as¨¦ptico.
T¨ªmido, apocado, Martin Odegaard salt¨® al c¨¦sped de su antigua casa como si nunca hubiera estado all¨ª, como el ni?o que por primera vez acude al colegio. Como ahora las fotos de equipo se hacen con los futbolistas separados por dos metros y se han suprimido los saludos protocolarios antes del sorteo inicial, el futbolista noruego, que estren¨® titularidad en el primer partido de Liga con el Real Madrid, no interactu¨® apenas con quienes fueron sus compa?eros. Salud¨® a Isak, que se emparej¨® con ¨¦l en el saque inicial, intercambiaron sonrisas y, posiblemente alguna frase, y luego, cada uno fue a lo suyo.
T¨ªmido tambi¨¦n en los primeros instantes, Odegaard tard¨® dos minutos y 52 segundos en entrar en contacto con la pelota. Muy centrado, bastante adelantado, casi a la altura de Benzema, se emparejaba m¨¢s con los centrales que con los pivotes de la Real. Su primera intervenci¨®n se resumi¨® en un control y un pase a Vinicius que el brasile?o prolong¨® por la banda izquierda.
Al n¨²mero 21 del Real Madrid le lastr¨® la disposici¨®n de los equipos sobre el c¨¦sped. La Real Sociedad se ech¨® atr¨¢s durante muchos minutos, encajonada por un rival muy adelantado, y con ese panorama y demasiados jugadores acumulados al borde del ¨¢rea, tuvo muchas dificultades para entrar en contacto con la pelota. Le suced¨ªa lo mismo cuando jugaba en la Real. Contra equipos muy cerrados atr¨¢s, Odegaard no brillaba. A¨²n as¨ª, tuvo la ocasi¨®n de ponerle un bal¨®n a Benzema, al borde del ¨¢rea, que el franc¨¦s enganch¨® para que Remiro detuviera.
A los 18 minutos comenz¨® a bajar a su propio campo a recibir la pelota, un tanto frustrado por su inactividad forzosa. S¨®lo cuando encontraba campo por delante parec¨ªa feliz. Lo demostr¨® a cuentagotas, en la segunda parte, cuando se estir¨® un tanto la Real y encontr¨® un resquicio en el minuto 51 para conectar con Benzema, su mejor socio en Anoeta, al que le puso un bal¨®n profundo con el que se enred¨® el delantero centro madridista en la mejor ocasi¨®n de su equipo hasta ese momento.
Pocos minutos despu¨¦s de que Imanol Alguacil hiciera debutar con el mismo n¨²mero en la camiseta a su ilustre sustituto en la Real, David Silva, Zinedine Zidane decidi¨® que ya estaba bien para ser el primer d¨ªa, busc¨® soluciones desde el banquillo, para poder forzar la barrera realista, y mand¨® parar a Martin Odegaard. Ninguna falta cometida, ninguna recibida, las estad¨ªsticas oficiales hablan de un disparo, pero hay que ser muy optimista para considerar como tal a un amago de armar la pierna al borde del ¨¢rea, que se estrell¨® en LeNormand, a medio metro del lugar de los hechos.
En un cambio m¨²ltiple, fue Casemiro, un futbolista de perfil muy diferente, quien sustituy¨® al noruego. Nada cambi¨® demasiado en el c¨¦sped. Dos alineaciones dise?adas para el juego ofensivo siguieron perseverando en busca del gol sin demasiada fortuna. Courtois apenas tuvo trabajo; Remiro algo m¨¢s, pero lo que parec¨ªa dise?ado para un festival en las ¨¢reas, se qued¨® en muy poco.