El descontrol y el fervor despiden a Maradona
El astro argentino tuvo un funeral rodeado de desorganizaci¨®n, violencia y devoci¨®n en Buenos Aires
Diego Maradona tuvo un funeral acorde a su carrera: magn¨¢nimo, multitudinario, ca¨®tico, interrumpido. Un c¨®ctel argentino entre desorganizaci¨®n, barras bravas, violencia y represi¨®n acompa?¨® la despedida de sus feligreses, muchos de los cuales terminaron dispersados por los balazos policiales que por un momento convirtieron al centro de Buenos Aires en un caos con olor a p¨®lvora. ...
Diego Maradona tuvo un funeral acorde a su carrera: magn¨¢nimo, multitudinario, ca¨®tico, interrumpido. Un c¨®ctel argentino entre desorganizaci¨®n, barras bravas, violencia y represi¨®n acompa?¨® la despedida de sus feligreses, muchos de los cuales terminaron dispersados por los balazos policiales que por un momento convirtieron al centro de Buenos Aires en un caos con olor a p¨®lvora. Todo lo relativo al Diez fue desmesurado en vida y comenz¨® a serlo tras su muerte.
Los habitantes de cientos de ¡°Villas Fiorito¡± de los alrededores de Buenos Aires intentaban llegar a la Casa Rosada contrarreloj, desde que se sab¨ªa que la familia permanec¨ªa firme en su decisi¨®n de terminar el velatorio a las cuatro de la tarde. Tal vez era la mejor decisi¨®n para su c¨ªrculo ¨ªntimo, pero no para cientos de miles de personas, los excluidos del sistema cuyo ¨²nico triunfo en sus vidas fue Maradona, y solo quer¨ªan despedirlo.
El Gobierno accedi¨® a ese deseo y, cuando la polic¨ªa interrumpi¨® el paso de la multitud que avanzaba a 800 metros de la Casa de Gobierno, a la altura de la avenida 9 de Julio, la situaci¨®n se descontrol¨®. Los hinchas que tuvieron la suerte de quedar del lado de la Casa Rosada, que hasta entonces formaban una prolija fila, comenzaron a correr hacia la Plaza de Mayo, temerosos de que tambi¨¦n cerraran las puertas de la capilla ardiente.
Los que quedaron fuera del extrarradio, muchos incentivados por el alcohol y el calor del verano que llega, empezaron a batallar contra la polic¨ªa, que a su vez no tard¨® en responder con balazos y gas pimienta.
Los focos de violencia se multiplicaron. Justo en ese momento ingresaba la barra brava de Gimnasia, reci¨¦n llegada desde La Plata, y no precisamente dispuesta a respetar la imposibilidad de alcanzar el f¨¦retro del ¨²ltimo director t¨¦cnico de su club. Los violentos irrumpieron en la Plaza de Mayo y, eludiendo la cola que s¨ª respetaban el resto de los feligreses, entraron a la Casa de Gobierno.
Las fuerzas de seguridad reaccionaron al desborde con el lanzamiento de gases, pero la Casa Rosada igual result¨® invadida por cientos de hinchas. En su estampida por el interior de la sede del Poder Ejecutivo, los fan¨¢ticos -muchos de ellos los propios barras de Gimnasia, pero tambi¨¦n hinchas con camisetas de otros clubes- derribaron el busto de Hip¨®lito Yrigoyen, presidente de Argentina de 1916 a 1922 y de 1928 a 1930.
Los maradonianos tambi¨¦n coparon el Patio de las Palmeras, uno de los jardines hist¨®ricos de la Casa Rosada, al grito de ¡°Maradona, Maradona¡±, e incluso en el medio de las corridas movieron el caj¨®n mortuorio.
La violencia se extendi¨® por la Plaza de Mayo y sus alrededores: la polic¨ªa disparaba sin disimulo balas de goma y algunos hinchas atacaban a botellazos a las ambulancias. Hubo desmayados y heridos, aunque ninguno de gravedad. El presidente Alberto Fern¨¢ndez sali¨® al balc¨®n de la Casa Rosada a pedirle tranquilidad a la gente, mientras el Gobierno intentaba que la familia extendiera el horario de cierre del velatorio para apaciguar a la multitud.
Ya desde el mediod¨ªa, la exesposa de Maradona, Claudia Villafa?e, que permanec¨ªa junto a sus hijas Dalma y Giannina a un costado del f¨¦retro, se opon¨ªa a los pedidos del presidente y de la vicepresidente, Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner. Cuando finalmente el Gobierno anunci¨® que la despedida se extender¨ªa hasta las 19, ya era tarde: el descontrol por las calles adyacentes y el caos interno en la Casa Rosada interrumpi¨® primero el velatorio y finalmente lo suspendi¨®.
¡°Qu¨¦ manera del orto de despedirlo¡±, se lament¨® un hincha de Boca en la Plaza de Mayo. A su lado, un simpatizante con la camiseta de Argentinos, el primer club de Maradona, le retruc¨®: ¡°Nada debe deste?ir esto: es el pueblo movilizado para despedir al Diego, ac¨¢ somos el pueblo¡±, mientras de fondo se escuchaba a la gente cantar ¡°porque al Diego lo quiero, lo vengo a alentar, en las buenas, y en las malas mucho m¨¢s¡±.
Poco despu¨¦s de las seis de la tarde, cuando las multitudes m¨¢s grandes ya hab¨ªan sido forzadas a alejarse de las inmediaciones de la Casa Rosada, el cuerpo de Maradona fue retirado en un caj¨®n con la bandera argentina. Todav¨ªa quedaban algunos cientos de hinchas. ¡°?Ustedes no lloran? ?No los dejan llorar? Mejor que a la noche vuelvan a sus casas y empiecen a llorar, porque si no los muertos son ustedes¡±, le recrimin¨® una mujer a un grupo de polic¨ªas, que permanec¨ªan impert¨¦rritos.
El cortejo f¨²nebre, en su largo camino al cementerio de Bella Vista, a 30 kil¨®metros de Buenos Aires, a continuaci¨®n fue saludado por otros miles de hinchas que salieron a las calles, avenidas y autopistas. La chapa del ata¨²d dec¨ªa ¡°Diego Armando Maradona, QEPD¡±.