Cuando los chinos compraban camisetas
Existe un perfil de aficionado que considera a Messi un problema, algo que no suced¨ªa cuando cualquier superestrella nos parec¨ªa un cajero autom¨¢tico
Hubo un tiempo en el que cualquier dispendio se financiaba vendiendo camisetas en Asia, especialmente a los chinos. Comprar caro sal¨ªa barato porque los grandes futbolistas eran las nuevas estrellas del rock y los j¨®venes del lejano oriente se rebelaban contra el sistema visti¨¦ndose de Beckham a sesenta eurazos la pieza. Aquello se convirti¨® en un mantra inapelable, explicado hasta la saciedad en sesudos reportajes period¨ªsticos que adjuntaban todo tipo de gr¨¢ficos, opiniones de expertos en no s¨¦ cu¨¢ntas materias y la foto de alg¨²n ni?o pekin¨¦s vestido de blanco y con el pelo a lo Ronal...
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Hubo un tiempo en el que cualquier dispendio se financiaba vendiendo camisetas en Asia, especialmente a los chinos. Comprar caro sal¨ªa barato porque los grandes futbolistas eran las nuevas estrellas del rock y los j¨®venes del lejano oriente se rebelaban contra el sistema visti¨¦ndose de Beckham a sesenta eurazos la pieza. Aquello se convirti¨® en un mantra inapelable, explicado hasta la saciedad en sesudos reportajes period¨ªsticos que adjuntaban todo tipo de gr¨¢ficos, opiniones de expertos en no s¨¦ cu¨¢ntas materias y la foto de alg¨²n ni?o pekin¨¦s vestido de blanco y con el pelo a lo Ronaldo.
En los bares, antiguos templos del frenes¨ª o el llanto, se empez¨® a hablar de econom¨ªa. De repente, todo el mundo parec¨ªa capaz de comprender las estrategias de marketing implementadas por el club de sus amores y, lo que es peor, tambi¨¦n de explicarlas. Florentino P¨¦rez era una especie de Marco Polo moderno y con Laporta hizo fortuna el famoso ¡°c¨ªrculo virtuoso¡± en formato Power Point. La rueda se pon¨ªa en marcha contratando a una superestrella y a partir de ah¨ª todo era coser, cantar, vender y nadar en dinero. ¡°Ingresos at¨ªpicos¡±, se llam¨® al nuevo man¨¢. Y nada parec¨ªa imposible ¨Cal menos en lo econ¨®mico¨C para un club con la capacidad de vestir a medio mundo de futbolista hasta que nos enteramos del contrato que Josep Maria Bartomeu le firm¨® a Leo Messi en 2017.
La exclusiva de El Mundo coloc¨® en el centro del tablero virtual a un nuevo tipo de aficionado: cuarent¨®n, estudios superiores, soltero, activo en redes sociales, comprometido con la econom¨ªa sostenible y buen conocedor de la obra completa de Damien Chazelle, el oscarizado director de La La Land. Es un hincha exigente, que se indigna con aquellos aspectos del f¨²tbol que no le seducen y siente como suyo el dinero invertido por el Bar?a en pagar al mejor futbolista de la historia. A nuestro perfil no se la cuela cualquier economista de tres al cuarto dispuesto a defender la viabilidad de la inversi¨®n. Ni siquiera los informes del propio departamento de marketing del club, en los que se asegura que los ingresos generados por el argentino superan con creces la catarata de primas y retribuciones estipuladas en su contrato. Es, en definitiva, un aficionado que considera a Messi un problema, algo que no suced¨ªa cuando los chinos compraban camisetas y cualquier superestrella nos parec¨ªa un cajero autom¨¢tico.
¡°Al presidente le dije que me iba a 6.000 km de distancia y que me dejara en paz. Pero no lo ha conseguido, no ha cumplido su palabra¡±, estall¨® Pep Guardiola contra Sandro Rosell cuando entendi¨® que el dirigente estaba utilizando la enfermedad Tito Vilanova para da?ar su imagen. El entorno cul¨¦ siempre ha sido propenso a descubrir manos negras en terreno ajeno y a obviar las que se intuyen en el propio. Ese socio del Bar?a que no se cre¨ªa los ingresos at¨ªpicos del eterno rival, que cerr¨® filas con su presidente frente al mito airado, y que de un tiempo a esta parte carga sobre la espalda de Messi todos los problemas que azotan al club, tambi¨¦n ir¨¢ a votar el pr¨®ximo 7 de marzo. Y lo har¨¢ pensando que el club necesita buenos gestores antes que a los mejores futbolistas, un nicho de mercado con el que nadie contaba si somos capaces de inocular este germen pernicioso del f¨²tbol moderno en, aproximadamente, mil millones de aficionados chinos.