Zidane, contempla tu obra
Primero vemos el rel¨¢mpago y despu¨¦s o¨ªmos el trueno. En el Madrid, primero se oye el ruido y despu¨¦s se ve la luz
Benzema fue acusado siempre de jugar solo para los benzemistas; puesto a elegir entre convertirse ¨¦l en alguien del gusto de la mayor¨ªa, o convertir a la mayor¨ªa en el gusto de ¨¦l, Benzema emprendi¨® el camino m¨¢s divertido. El resultado pudo apreciarse este s¨¢bado en su tal¨®n; el punto d¨¦bil de Aquiles, el mejor guerrero de la mitolog¨ªa, es el punto fuerte de Benzema, el tipo acusado hist¨®ricamente de no sudar: para qu¨¦ sudar si puedes hacer sudar a los dem¨¢s. Todo ello ocurri¨® cuando la tormenta empezaba a llegar a Valdebe...
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Benzema fue acusado siempre de jugar solo para los benzemistas; puesto a elegir entre convertirse ¨¦l en alguien del gusto de la mayor¨ªa, o convertir a la mayor¨ªa en el gusto de ¨¦l, Benzema emprendi¨® el camino m¨¢s divertido. El resultado pudo apreciarse este s¨¢bado en su tal¨®n; el punto d¨¦bil de Aquiles, el mejor guerrero de la mitolog¨ªa, es el punto fuerte de Benzema, el tipo acusado hist¨®ricamente de no sudar: para qu¨¦ sudar si puedes hacer sudar a los dem¨¢s. Todo ello ocurri¨® cuando la tormenta empezaba a llegar a Valdebebas, donde se jugaba un cl¨¢sico en el que, cuando hab¨ªa pelotazos al aire, se pod¨ªa ver el tr¨¢fico de los alrededores.
Es sabido que el trueno se produce al mismo tiempo que el rel¨¢mpago, pero primero vemos el rel¨¢mpago y despu¨¦s o¨ªmos el trueno. En el Madrid, sin embargo, primero ocurre el ruido y despu¨¦s la luz. O sea, Valverde dando pisadas de animal grande en el centro del campo, partiendo l¨ªneas del Bar?a como si fuesen palillos, y despu¨¦s Benzema ilumin¨¢ndolo todo; de espaldas, que es como se enciende el ¨¢rea peque?a. Le sigui¨® un gol de pinball de Kroos, y el Madrid pudo ejecutar el partido con un disparo al poste otra vez de Valverde. Tres en la primera parte hubiera sido una tumba para el Bar?a, sensibles como son los dos equipos a las grandes goleadas del eterno rival (a las grandes goleadas en general), pero el Madrid no mat¨®. Se entretuvo con la lluvia, especialmente Vinicius, arma mort¨ªfera que, quiz¨¢ por la edad, empez¨® a saltar en los charcos.
Acaba de publicarse un libro magn¨ªfico, El blues de los agujeros negros, de Janna Levin, en el que se cuenta a prop¨®sito del cient¨ªfico Joseph Webber que estuvo a punto de morir cuando su portaviones naufrag¨® en la Segunda Guerra Mundial. ?Saben por qu¨¦ estuvo a punto de morir? Porque lleg¨® a una isla y all¨ª un mono le tir¨® un coco que casi se lo lleva por delante. As¨ª el Madrid, que se empez¨® a encerrar abrumado por el Bar?a y por el chaparr¨®n, y cuando empez¨® a tomar aire tras superar el naufragio le destroz¨® un mal rebote en el ¨¢rea que meti¨® Mingueza con la rodilla. Ah¨ª empez¨® otro partido que amenazaba otro naufragio y otro coco, que estrell¨® el Barcelona en el larguero en el ¨²ltimo disparo.
Llegado el momento de hablar de la suerte hablemos de Zidane, entonces. Le protegi¨® el azar del 2-2 al hombre divino, algo que tiene el m¨¦rito justo. La primera parte fue de ¨¦l porque la gan¨® en la pizarra, moviendo la orquesta que hab¨ªa arrasado a Klopp (Modric, Casemiro y Kroos) para arrasar despu¨¦s a Koeman, al que le coloc¨® ladinamente al Pajarito Valverde, que juega con los pulmones por fuera, de cuarto centrocampista, quinto defensa y tercer delantero. La obra de Zidane es vasta y delicada, sobre todo teniendo en cuenta que entr¨® en el club despu¨¦s de dos incendios, uno de ellos a mitad de temporada. De todos los entrenadores, el franc¨¦s es el m¨¢s parecido al pulpo, un ser inteligent¨ªsimo que, minutos antes de que haga erupci¨®n el volc¨¢n, se mueve a toda velocidad por el mar buscando un refugio que le ponga a salvo. Todos los peces lo miran como a un loco, y solo cuando se desprenden toneladas de piedras camino al oc¨¦ano entienden al franc¨¦s. No es suerte, es inteligencia; no es flor, son ocho vidas que se reproducen si se las cortas.
Todos los volcanes que amenazan al Madrid los conjura Zidane minutos antes de que sea tarde buscando refugio en la victoria. No a cualquiera sino a los grandes, a los que hay que mirar a los ojos en los momentos l¨ªmite de la temporada. As¨ª ha sido muchas veces, as¨ª est¨¢ ocurriendo este a?o. Con una espina dorsal, la de las cuatro Champions, que envejece manteniendo en pie al resto, dando luz al corpus blanco, esa luz que en este Madrid de una ¨¦poca que languidece se ve, al contrario que en la naturaleza, despu¨¦s de o¨ªr el sonido.
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