Hacer trampa con la huella de carbono
Hagl?fs, firma sueca del mundo del Outdoor, insiste en la necesidad de reducir sus emisiones de CO2 sin enga?ar mientras un estudio halla enormes cantidades de sustancias qu¨ªmicas nocivas en el agua del Everest
La hipocres¨ªa acompa?a muchas de las proclamas de las compa?¨ªas adheridas a los acuerdos de Par¨ªs de 2019 contra el cambio clim¨¢tico: la petrol¨ªfera Shell podr¨ªa ser el caso m¨¢s evidente. En su p¨¢gina web, Shell anuncia su compromiso para dejar de contaminar en 2050, pero acaba de anunciar que recurrir¨¢ la sentencia dictada en los Pa¨ªses Bajos que le obliga a reducir en un 45 sus emisiones de CO2 antes de 2030. El mundo del Outdoor es una de las industrias m¨¢s sensibles (y miradas con lupa por una parte de sus clientes) ante la responsabilidad de crear prendas no solamente respetuosas con el medio ambiente sino ajustadas a la necesidad imperativa de reducir la huella de carbono en su producci¨®n. Por eso ha chocado el reciente anuncio de la firma sueca Hagl?fs: anuncia que ha logrado la etiqueta de clim¨¢ticamente neutral¡ porque ha hecho trampa para lograrlo. Algo as¨ª como admitir que ha ganado el Tour¡ dop¨¢ndose menos que el resto.
El compromiso de todas las compa?¨ªas contaminantes es borrar de forma radical su huella de carbono antes de 30 a?os, tarea menos evidente de lo que pueda parecer. Mientras se produce el cambio, la etiqueta clim¨¢ticamente neutral se consigue compensando mediante v¨ªas alternativas a la cantidad de di¨®xido de carbono (CO2) que se emite a la atm¨®sfera, es decir comprando cr¨¦ditos de carbono, reforestando, invirtiendo en tecnolog¨ªas sostenibles, etc. El problema es sabido: tales compensaciones se quedan cortas por mucho que un papel asegure que la actividad de tal o cual compa?¨ªa deja una huella cero de carbono. As¨ª lo asegura el CEO de Hagl?fs: ¡°Ser clim¨¢ticamente neutral es un t¨¦rmino bonito, pero no significa que no generamos ninguna huella de carbono; significa que estamos compensando nuestras emisiones de carbono propias apoyando proyectos que esperamos que eviten o reduzcan las emisiones m¨¢s r¨¢pido que nosotros. Es cierto que sentimos que eso puede ser hacer trampa, pero en este caso est¨¢ justificado para acelerar los resultados. Lo importante es que esto no entorpezca el trabajo real, que no es otro que reducir nuestras propias emisiones¡±.
Sin duda, la clave reside en el ejercicio de responsabilidad que la firma sueca (y como ella, todas las dem¨¢s) sea capaz de acometer. En este sentido, y en la pr¨¢ctica, obliga a la empresa a cambiar de nuevo tras m¨¢s de un siglo de vida: debe acelerar el uso de materiales de menor impacto en sus productos, mejorar la eficiencia energ¨¦tica de su f¨¢brica, garantizar que sus productos duran m¨¢s y asegurar una transici¨®n hacia la energ¨ªa renovable en la producci¨®n y en la cadena de suministro. Y todo esto no con la mirada puesta en 2050, sino lo antes posible. En este caso, el anuncio de la ¡®trampa¡¯ parece menos un ejercicio de marketing que una llamada de atenci¨®n: la responsabilidad medioambiental no solo queda en el campo de los productores sino tambi¨¦n en el de los consumidores.
Un estudio publicado recientemente en Science of the total environment se?ala la presencia exagerada de sustancias qu¨ªmicas permanentes en el Everest, es decir sustancias perfluoroalquiladas (PFAS) fabricadas por el ser humano y que se han relacionado con defectos de nacimiento, colesterol alto o riesgo de c¨¢ncer de ri?on y test¨ªculo. Beber agua en el Everest (se obtiene derritiendo nieve) podr¨ªa ser arriesgado para los monta?eros, asegura el estudio, que recoge muestras a 8.000 metros, as¨ª como en los campos base, I, II y en la cascada del Khumbu. Dichos PFAS proceden, seg¨²n explica Kimberley Miner, autora principal del estudio (es investigadora de la Universidad de Maine), de los equipamientos que emplean los alpinistas en la monta?a, desde tiendas de campa?a a ropa de abrigo pasando por las cuerdas fijas que se instalan, todos ellos ba?ados en productos que repelen el agua.
Esto abunda en la denuncia planteada en 2015 por Greenpeace contra la industria del Outdoor y que oblig¨® a la firma Gore-Tex a emplear tecnolog¨ªas de impermeabilizaci¨®n m¨¢s respetuosas con el medio ambiente y libres de PFAS. Desde entonces, y en tiempo r¨¦cord, la mayor¨ªa de las grandes firmas del Outdoor han logrado eliminar estos productos nocivos de sus colecciones. Seg¨²n los responsables de Hagl?fs, su colecci¨®n actual est¨¢ libre de PFAS en un 95% y solo aquellas prendas revestidas con aislantes o repelentes de Gore-tex siguen conteniendo dichas sustancias qu¨ªmicas, si bien desaparecer¨¢n antes de 2023, todo un r¨¦cord de velocidad e innovaci¨®n si se compara con el resto de industrias contaminantes. Las cr¨ªticas severas del colectivo ecologista y de los asiduos de los deportes de monta?a obligaron en su momento a empresas tan poderosas como Gore-Tex a mover ficha de forma r¨¢pida. Ahora, firmas como Hagl?fs recuerdan que no solo ellos tienen prohibido hacer trampa: tambi¨¦n los consumidores.
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