Maradona, el m¨¢s gozoso
Todo en ¨¦l era dificultad y logro, ca¨ªda y redenci¨®n. Eso fue el 10: la idea de que los golpes no te hunden, que se puede
Ser¨¢, est¨¢ claro, cada vez m¨¢s grande. Su figura rajada por el tiempo, sus gestos desdichados, su ca¨ªda sin fondo se ir¨¢n deshilachando en el recuerdo y quedar¨¢ de ¨¦l lo que en verdad importa: goles, gritos, la luz de su sonrisa despiadada.
No ha sido f¨¢cil. Hubo a?os en que no paraba de irritar: en que parec¨ªa dispuesto a hacer todo lo posible por desarmar su imagen, nuestro amor, los v¨ªnculos. Recuerdo, por ejemplo, en 2009, cuando la selecci¨®n que dirig¨ªa se clasific¨® para el Mundial de Sud¨¢frica y ¨¦l se veng¨® de los periodistas que lo hab¨ªan criticado y se lanz¨® a insultarlos con ¨®r...
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Ser¨¢, est¨¢ claro, cada vez m¨¢s grande. Su figura rajada por el tiempo, sus gestos desdichados, su ca¨ªda sin fondo se ir¨¢n deshilachando en el recuerdo y quedar¨¢ de ¨¦l lo que en verdad importa: goles, gritos, la luz de su sonrisa despiadada.
No ha sido f¨¢cil. Hubo a?os en que no paraba de irritar: en que parec¨ªa dispuesto a hacer todo lo posible por desarmar su imagen, nuestro amor, los v¨ªnculos. Recuerdo, por ejemplo, en 2009, cuando la selecci¨®n que dirig¨ªa se clasific¨® para el Mundial de Sud¨¢frica y ¨¦l se veng¨® de los periodistas que lo hab¨ªan criticado y se lanz¨® a insultarlos con ¨®rdenes expl¨ªcitas. Yo entonces le escrib¨ª unas l¨ªneas en un diario: ¡°El se?or Diego mand¨® a los que lo cuentan y a los que lo critican ¡ªa todos nosotros¡ª a chup¨¢rsela o, incluso, mam¨¢rsela. Yo creo, se?or Diego, que si usted lo dice sabe por qu¨¦ lo dice, y s¨®lo quiero pedirle que se haga cargo de sus palabras. Nos pidi¨® ¡ªnos orden¨®¡ª que se la chup¨¢ramos; aqu¨ª estamos, dispuestos a tomar sus ¨®rdenes como deseos o algo as¨ª. S¨®lo queda que usted fije d¨ªa y hora, un lugar m¨¢s o menos discreto ¡ªdentro de lo que cabe¡ª, y varios millones nos pondremos en cola para ejercer, de uno en fondo, esa succi¨®n que usted comanda. Quiz¨¢ nos lleve d¨ªas o semanas: valdr¨¢ la pena complacerlo. Ser¨¢ nuestro ¨²ltimo homenaje, por los buenos viejos tiempos. Despu¨¦s, si sobrevive usted a tanto respeto ¡ªya no creo que podamos considerarlo amor¡ª, olv¨ªdenos, v¨¢yase por favor adonde pueda y perm¨ªtanos recordarlo como era cuando era Maradona. Digo: no siga destruyendo su memoria¡±.
Pero ¨¦l sigui¨®, insisti¨®, extrem¨®, muri¨® [el 25 de noviembre de 2020]: nos dej¨® el trabajo de limpiarla ¡ªy encontrarle las justificaciones, las excusas¡ª. Maradona fue un gran malabarista, un gran competidor, y fue un hombre de una inteligencia extrema que produjo frases memorables ¡ª¡±la mano de Dios¡±¡ª, momentos memorables ¡ªel primer festejo de un futbolista con la c¨¢mara, Mundial 94¡ª, definiciones memorables. Un hombre con una vida tan dif¨ªcil: ser Maradona fue algo que nunca antes le hab¨ªa pasado a nadie.
As¨ª que todo en ¨¦l fue drama, o casi. Maradona nunca pareci¨®, como s¨ª Messi, seguro de nada. All¨ª donde Messi jugaba como si no tuviera que esforzarse, y sin esfuerzos aparentes consegu¨ªa lo que casi nadie, Maradona penaba, te mostraba a cada instante que lo que hac¨ªa era imposible. Diego Armando Maradona jugaba ¡ªy viv¨ªa¡ª al borde del abismo, parec¨ªa siempre a punto de caer, y por alguna raz¨®n inveros¨ªmil ¡ªla suerte, el arte, el sue?o¡ª no se ca¨ªa, lo lograba. Siempre a punto del desastre, tantas veces en la exaltaci¨®n. Y eso le daba una conexi¨®n extraordinaria con los que nunca podemos, y un poder: el de hacerte creer que algo que empezaba muy mal pod¨ªa terminar perfecto. Los caminos m¨¢s cerrados se le abr¨ªan; trastabilleos y zancadillas pod¨ªan, pese a todo, convertirse en gol: era alegr¨ªa y alivio, una esperanza.
Todo en ¨¦l se hac¨ªa en ese par: dificultad y logro, ca¨ªda y redenci¨®n. Eso fue Maradona: la idea de que los golpes no te hunden, que se puede. El goce, al fin y al cabo, es hacer eso que parec¨ªa imposible. Y as¨ª se fue volviendo un s¨ªmbolo, una s¨ªntesis. Entonces, por completar el mito, lo inventaron rebelde. No fue f¨¢cil. Maradona fue un hombre cuya relaci¨®n con el poder se cuenta en tres palabras: siempre estuvo cerca. Se hizo fotos con todos: no hay presidente argentino, l¨ªder ?americano, pol¨ªtico de alguna relevancia que no tenga una foto donde ¨¦l y Maradona se sonr¨ªen, se celebran. Vivi¨® pegado a los jefes, siempre dispuesto a entregarles las sombras de su nombre a cambio de alguna prebenda. A ¡ªel presidente argentino¡ª Carlos Menem se las dio para que le mejorara la situaci¨®n judicial en sus causas por drogas; a ¡ªel amo cubano¡ª Fidel Castro se las facilit¨® para que le ofreciera un techo y unas palmas y unos muslos amables; a ciertos jeques ¨¢rabes y nababs bielorrusos y jefes sinaloenses para que le prestaran una vida.
Y, sin embargo, ahora lo construyen como un h¨¦roe rebelde. Los argentinos somos tan buenos para inventarnos grandes muertos: los dos mayores son, sin dudas, Eva Duarte de Per¨®n y Ernesto Guevara de la Serna, pero hay tambi¨¦n otros menores como N¨¦stor Carlos Kirchner y Jorge Mario Bergoglio. El proceso es largo y exigente: los vamos mejorando, acomodando, retirando los jirones de carne y puliendo los huesos, sepultando su vida para perfeccionar su muerte. Maradona fue un multimillonario que vivi¨® como un multimillonario, de yate en jet, de rolls en maserati, y todo con la plata de sus fans, pero lo recordamos tan rebelde.
Y lo consideramos ¡ªse dice, se repite¡ª ¡°el argentino m¨¢s importante del siglo¡±. Lo justificamos diciendo que nos dio alegr¨ªa o que no hay ninguno m¨¢s conocido ¡ªy confundir famoso con importante es un rasgo decisivo de la ¨¦poca¡ª. Maradona es un se?or que no cambi¨® las vidas: que las distrajo de su tedio, que las hizo m¨¢s soportables por un rato, pero un futbolista es fundamentalmente inocuo. Un futbolista no produce nada salvo la ilusi¨®n de identificarse con ¨¦l y con su equipo: esa emoci¨®n vicaria de ver que ¡°los nuestros¡± consiguieron algo ¡°para nosotros¡±. Y, si acaso, ese modelo: millones de jovencitos que querr¨ªan ser como ellos, ganar como ellos, venderse como ellos, salvarse solos como ellos, poseer coches y culos y brishos como ellos, triunfar en la vida como triunfan ellos.
La Argentina sol¨ªa ser un pa¨ªs ¡ªpara bien y para mal¡ª tan racional. Su escritor emblema era Jorge Luis Borges, no Federico Garc¨ªa Lorca: teoremas, no canciones. Ahora la Argentina ¡ªmillones de argentinos¡ª lleva unas d¨¦cadas suponiendo que hay algo que llaman pasi¨®n y que aventaja con mucho a la raz¨®n, que es m¨¢s ¡°aut¨¦ntico¡±, m¨¢s ¡°nuestro¡±. Se manifiesta en todos los campos, pero el f¨²tbol ¡ªla ¡°pasi¨®n por el f¨²tbol¡±¡ª es la apoteosis de esa idea: algo que acelera el coraz¨®n y produce la sensaci¨®n de que te cambia algo cuando no cambia nada.
Y Maradona fue, faltaba m¨¢s, la apoteosis del f¨²tbol. Maradona fue un h¨¦roe de este campo contempor¨¢neo de batalla que no es un campo ni batalla: este simulacro que nos viene tan bien para creer que somos lo que por suerte no somos ni de lejos. Maradona fue, en eso, extraordinario: qui¨¦n no hubiera querido ser como ¨¦l, hacer lo que ¨¦l. No se puede y entonces lo miramos.
Maradona fue, m¨¢s que nadie, uno que ofrece un espect¨¢culo: uno que hace que todos los dem¨¢s se sienten a mirarlo, se queden sentados a mirarlo, ni participen ni hagan nada que no sea admirarlo. Es una idea del mundo, y pensar que ese actor es ¡°el argentino m¨¢s importante de estos tiempos¡± es toda una definici¨®n de la Argentina y de estos tiempos, de los rigores del invierno.
Pero supongo que es, en esta sequ¨ªa, inevitable. Poco a poco, dec¨ªamos, el recuerdo de sus ca¨ªdas se ir¨¢ desvaneciendo y quedar¨¢n las glorias, las glorietas, las que supieron producir esos momentos de gozo tan intenso. Decir que Maradona fue el mejor o el casi mejor o el apenas peor es una tonter¨ªa: no hay baremos, cualquier baremo se desarma. Pero s¨ª est¨¢ claro que fue el m¨¢s dram¨¢tico y, en este simulacro que se pretende drama, no hay cualidad que se disfrute m¨¢s, que m¨¢s se goce: ser¨¢, entonces, si todo sigue as¨ª, el jugador m¨¢s gozoso, el m¨¢s gozado de la historia. El t¨ªtulo le calza y sospecho que incluso, quiz¨¢, le habr¨ªa gustado. Aunque sin duda, argentino al fin, habr¨ªa encontrado algo que objetarle.
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