La academia extra?a a la calle
El f¨²tbol est¨¢ lleno de jugadores que saben jugar de memoria y corren como pose¨ªdos, pero les falta astucia
Los distintos. El f¨²tbol est¨¢ lleno de jugadores que saben jugar de memoria y corren como pose¨ªdos, pero les falta astucia porque tienen menos calle que Venecia. Con sus herramientas, hacen lo que pueden. Por el contrario, hay un n¨²mero peque?o de sabios que hacen lo que deben casi siempre y lo que sorprende algunas veces. Estos ¨²ltimos aplican una l¨®gica matem¨¢tica para que el partido no se desestabilice, parecen exploradores en la b¨²squeda permanente de espacios aprovechabl...
Los distintos. El f¨²tbol est¨¢ lleno de jugadores que saben jugar de memoria y corren como pose¨ªdos, pero les falta astucia porque tienen menos calle que Venecia. Con sus herramientas, hacen lo que pueden. Por el contrario, hay un n¨²mero peque?o de sabios que hacen lo que deben casi siempre y lo que sorprende algunas veces. Estos ¨²ltimos aplican una l¨®gica matem¨¢tica para que el partido no se desestabilice, parecen exploradores en la b¨²squeda permanente de espacios aprovechables y son detonadores de los partidos cuando vislumbran una oportunidad de peligro. Es muy interesante ver c¨®mo se imponen sin aspavientos, con una inteligencia natural a la que solo le interesa buscarle la vuelta al partido para llevarlo a su terreno. Andan por el campo como una mina vagante a la espera de encontrar el lugar y el momento de hacer da?o. Es fascinante verlos.
Se nota cuando est¨¢n y cuando no. Miren a Pedri, con esa cara de depredador desinteresado y hasta perezoso, que tiene un mapa del partido en la cabeza gracias al cual mueve al equipo como si fuera el due?o, e influye en el resultado de los partidos cuando el rival se descuida. Es incre¨ªble que un jugador de movimientos tan suaves, en medio de la velocidad e intensidad que caracteriza al f¨²tbol actual, influya tanto cuando est¨¢ en el campo y se sienta tanto cuando no est¨¢. Pedri en el Barcelona es un reloj que siempre da la hora justa y, cuando nos queremos dar cuenta, el partido termina girando alrededor suyo. El cl¨¢sico de Copa dej¨® mucho material para el an¨¢lisis y hasta para la divagaci¨®n, pero lo sustancial es que al Madrid le falt¨® inspiraci¨®n para crear, al menos, una ocasi¨®n de gol, y al Bar?a le falt¨® Pedri para adue?arse del juego.
El ¡®rock star¡¯ que necesitaba calma. La deriva del f¨²tbol hacia una mayor velocidad colectiva parece poner en peligro a estos jugadores con un talento contra tendencia. Sin embargo, son m¨¢s necesarios que nunca. Porque, hay que insistir, el gran f¨²tbol necesita del freno y de la pausa tanto como de la velocidad. Si hace falta un ejemplo m¨¢s rotundo del poder que tiene la sabidur¨ªa en un campo de f¨²tbol volvamos al Leo Messi del Mundial, un caminante que parec¨ªa ver el juego desde una torre de control y que interven¨ªa en los partidos con un bistur¨ª que sab¨ªa d¨®nde y cu¨¢ndo cortar. A su alrededor una masa ardiente lo adoraba como pocas veces he visto, pero est¨¢bamos ante el rock star m¨¢s tranquilo de la historia. Su inteligencia necesitaba calma para acechar la oportunidad de pegarle el bocado definitivo al partido. Emocionaba esa b¨²squeda del segundo, del cent¨ªmetro, como siempre que dentro de un campo un instinto desatado se impone a la t¨¢ctica y a la fuerza.
Cuidarlos a ellos es cuidar al f¨²tbol. Siguen saliendo jugadores con una inteligencia original para inventar cosas raras. Claro que en el camino necesitar¨¢n de conocimientos acad¨¦micos para entender que cada zona del campo tiene sus propias reglas y que hay leyes colectivas que no se pueden sabotear. Pero a los chicos que son due?os de un f¨²tbol cong¨¦nito hay que darles un espacio de libertad para que puedan asombrarnos dejando, simplemente, que se expresen con naturalidad. Ese es el desaf¨ªo de los formadores, exigir el aprendizaje de todo aquello que hace al oficio del futbolista, pero asegurarle a los mejores un espacio de libertad para que la sistematizaci¨®n no los vulgarice. Esa cuota de placer sin l¨ªmites antes la aseguraba la calle, donde aprend¨ªamos sin propon¨¦rnoslo por la m¨¢s sencilla de las razones: se aprende a jugar, jugando. Desaparecida la calle, urge integrar la libertad y el placer a los procesos de formaci¨®n.
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