Esperando a Pogacar en el Poggio de la Mil¨¢n-San Remo
El ciclista n¨²mero uno del mundo volver¨¢ a enfrentarse en la ¡®classicissima¡¯ con los especialistas de las cl¨¢sicas, Van Aert y Van der Poel, y los sprinters para ganar el monumento que m¨¢s desea
Los eruditos de la San Remo, y cualquier italiano se siente uno, se pierden en la gasa de las palabras, un laberinto eterno, tratando de explicar lo que llaman los misterios de la classicissima, la carrera m¨¢s f¨¢cil de ganar, tan soso es su recorrido, y la m¨¢s complicada de interpretar, porque es estudio y espera, y un momento, una Cipressa que desgasta a 20 kil¨®metros de meta, y un Poggio que llega en la s¨¦ptima hora, casi en el kil¨®metro 290, en el que todos hablan, los que suben, lo...
Los eruditos de la San Remo, y cualquier italiano se siente uno, se pierden en la gasa de las palabras, un laberinto eterno, tratando de explicar lo que llaman los misterios de la classicissima, la carrera m¨¢s f¨¢cil de ganar, tan soso es su recorrido, y la m¨¢s complicada de interpretar, porque es estudio y espera, y un momento, una Cipressa que desgasta a 20 kil¨®metros de meta, y un Poggio que llega en la s¨¦ptima hora, casi en el kil¨®metro 290, en el que todos hablan, los que suben, los que bajan, los que se agarran, los que resisten, y los sprinters.
Pese a que sea tan joven, 24 a?os, y casi inexperto, todo esto lo sabe Tadej Pogacar. El mejor ciclista de los ¨²ltimos a?os ha disputado dos sanremos y no ha desentra?ado el misterio, no ha encontrado la clave de b¨®veda del Poggio, con el punto en el que convertir su superior energ¨ªa potencial en energ¨ªa absoluta, y sustentarse por encima de todos. Algunos, como Eddy Merckx, que gan¨® siete sanremos, o Miguel Poblet, dos, u ?scar Freire, tres, gozaron del conocimiento innato de los grandes artesanos. No el esloveno maravilloso.
Pogacar es ¨²nico porque, como Merckx, quiere ganar todos los Tours que pueda y tambi¨¦n todos los monumentos. No es Julian Alaphilippe, Wout van Aert o Mathieu van der Poel, gente de monumentos solo, de agudeza extrema en las carreras de un d¨ªa, aquellas en las que no hay que pensar en el d¨ªa siguiente, y velocidad a la altura de su decisi¨®n. Tampoco es Mads Pedersen o Jasper Philipsen, sprinters que quieren ser algo m¨¢s que ganadores de etapas en el Tour, y Pedersen, el dan¨¦s que ama el fr¨ªo y la lluvia, ya ha ganado un Mundial. Ni es Arnaud de Lie, el toro belga con el f¨ªsico de Peter Sagan, siempre desgraciado en San Remo, y la misma velocidad y ambici¨®n.
Pogacar quiere ser eso y m¨¢s.
Dos Tours, una Lieja y dos Lombard¨ªas ya son de Pogacar, como podr¨ªan serlo tambi¨¦n la San Remo y el Flandes de 2022 si no hubiera sido por sus errores de ingeniero demasiado confiado en su fuerza. En Flandes, no supo jugarle a Van der Poel con frialdad el sprint final; en el Poggio, entre rosas e invernaderos, sufri¨® tal ataque de impaciencia y derroche que estableci¨® una relaci¨®n inversa entre vatios y dureza de la pendiente: tantos vatios de m¨¢s entreg¨® en los momentos m¨¢s suaves ¡ªcuando a Van Aert, el que m¨¢s de cerca le marcaba, m¨¢s f¨¢cil le era seguir su rueda¡ª que llegado el momento, el 8% de la recta del duque de Aosta pasada la curva de ballesta del Santuario de la Madonna della Guardia, no encontr¨® m¨¢s energ¨ªa que su voluntad. Su compatriota Matej Mohoric aprovech¨® su frenes¨ª para comerse las aceras en un descenso loco ¡ªy una tija telesc¨®pica en el sill¨ªn para subir y bajarlo hasta cinco cent¨ªmetros a su voluntad acompa?ado de la m¨²sica de James Bond, su arma secreta¡ªy llevarse en V¨ªa Roma el premio que tanto ansiaba el mejor.
Cuando Pogacar dijo que este a?o sus grandes objetivos antes del Tour eran la San Remo, que este a?o, por primera vez en 114 ediciones, no saldr¨¢ de Mil¨¢n, sino de la vecina Abbiategrasso, y Flandes, y lo dijo antes incluso de su abusivo comienzo de a?o ¡ªnueve victorias en 13 d¨ªas de competici¨®n, victorias de todo tipo, de lejos y de cerca, en repechos y en monta?as, y en descensos, en la Par¨ªs-Niza y en Andaluc¨ªa, y el miedo se extiende entre sus rivales¡ª, su buz¨®n se llen¨® de docenas de consejos contradictorios y alertas: cuidado con el viento si atacas en la Cipressa; no ataques de lejos, no esperes, espera, llega solo, llega en grupo, haz lo que quieras. La San Remo se puede ganar de un mill¨®n de maneras y perderse de un mill¨®n m¨¢s una. Y los dem¨¢s esperan y quieren saber.
¡°No sabemos d¨®nde va a atacar Pogacar¡±, dice Van Aert, quien, como Alaphilippe entre los cazadores de monumentos, ya ha ganado una San Remo. Van der Poel, m¨¢s intr¨¦pido, solo dice que quiere ganar en Italia para aumentar su cuenta monumental, que es de dos Flandes, por ahora. ?Y ¨¦l, Pogacar? ¡°Ser¨¢ un d¨ªa largo, un d¨ªa duro¡±, dice el esloveno, que vive en M¨®naco, no tan lejos de San Remo, 40 kil¨®metros, y cruza las fronteras de vez en cuando para entrenarse en el terreno m¨¢s complicado que conoce. ¡°Ya s¨¦ que todos esperan que ataque, pero ya veremos qu¨¦ hago¡ Pero lo que haga tiene que ser perfecto. Y si todos me vigilan a m¨ª, quiz¨¢s otro del equipo pueda aprovecharse¡¡±
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