El Madrid juega con el Valencia y vuelve a la final de la Copa del Rey
El equipo blanco, guiado por Campazzo y catapultado por Musa (95-76), alcanza su d¨¦cima final del torneo en los ¨²ltimos 11 a?os
Hace tiempo que este Madrid ha hecho de la victoria una rutina, equipo que juega al baloncesto y de paso con el rival, que deshoja ya impaciente la margarita para saber cu¨¢ntos t¨ªtulos conseguir¨¢ al final del curso, incontestable en la Liga y en la Euroliga, tambi¨¦n ahora en la Copa del Rey. Eso explic¨® en la semifinal ante un Valencia que apenas le dur¨® dos actos, contrincante que nunca se lo acab¨® de creer y que a la que perdi¨® el paso ¨Cy se enred¨® de forma asombrosa con un mate fallido de L¨®pez-Arostegui que le h...
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Hace tiempo que este Madrid ha hecho de la victoria una rutina, equipo que juega al baloncesto y de paso con el rival, que deshoja ya impaciente la margarita para saber cu¨¢ntos t¨ªtulos conseguir¨¢ al final del curso, incontestable en la Liga y en la Euroliga, tambi¨¦n ahora en la Copa del Rey. Eso explic¨® en la semifinal ante un Valencia que apenas le dur¨® dos actos, contrincante que nunca se lo acab¨® de creer y que a la que perdi¨® el paso ¨Cy se enred¨® de forma asombrosa con un mate fallido de L¨®pez-Arostegui que le hubiese servido para ponerse por delante en el ecuador del duelo¨C se dio por vencido. Un envite (o m¨¢s bien una pachanga) que, en cualquier caso, no erosiona ni desgasta al Madrid para el partido definitivo, ese que debe confirmar lo que su juego y n¨²meros vocifera: que no hay nadie mejor.
Un fuerte olor a p¨®lvora daba la bienvenida al Mart¨ªn Carpena dos horas antes de que comenzara la semifinal, petardos de j¨²bilo y ¨¢nimos de la afici¨®n del Valencia, que ya se desga?itaba al ritmo que pon¨ªan las baquetas en los tambores. Una se?al m¨¢s de que la Copa es una fiesta, donde las hinchadas confraternizan y comparten mantel y noches en la ciudad de turno, un tercer tiempo de rugby en toda regla. Pero lo que se festeja en la grada se compite en el parquet. Y ah¨ª el Madrid no tiene eco ni sombra. Entre otras cosas porque ataca por tierra, mar y aire, porque as¨ª no hay quien le tosa.
REAL MADRID, 97 ¨C VALENCIA, 76
Real Madrid: Campazzo (10), Musa (18), Deck (9), Yabusele (14) y Tavares (7) –quinteto inicial–; Rudy (5), Hezonja (3), Llull (11), S. Rodríguez (8) y Poirier (10).
Valencia: Jones (9), Jovic (2), Puerto (0), Inglis (5) y Davies (18) –quinteto inicial–; Harper (7), Claver (0), Anderson (12), Pradilla (2), López-Arostegui (12), Ojeleye (9) y Pangos (0).
Parciales: 23-17; 25-22; 32-16; y 15-21.
Árbitros: Carlos Peruga, Carlos Cortés y Luis Miguel Castillo. Eliminado por faltas, Davies.
El equipo blanco comenz¨® el duelo con la idea de utilizar a Tavares como la palanca que mueve al mundo, bolas a la pintura para que se batiera el cobre con un Davies que a las primeras de cambio se carg¨® con dos personales. Tremenda losa para el Valencia porque en siete minutos solo cont¨® con la mu?eca del p¨ªvot, dos triples y nada m¨¢s. Lo dem¨¢s, agua. M¨¢s que nada porque ten¨ªa prisa por tirar, casi siempre malas elecciones, lanzamientos que no tocaban el aro, tapones por doquier y finalmente una cara de circunstancias porque el baloncesto era unidireccional. Ed¨¦n para el Madrid, que firm¨® un parcial de 16-0, garrotazo de aperitivo. Porque Deck siempre se las ingenia para ver la canasta; porque no hay rendijas que se le resistan a Musa; porque Campazzo suma o multiplica; porque el Madrid es mucho Madrid. Aunque Chris Jones, ratonil ¨¦l, trat¨® de meter a los suyos en el encuentro, al menos para cerrar el cuarto con esperanza (23-17). La bofetada llegar¨ªa despu¨¦s y lo har¨ªa de la forma m¨¢s inveros¨ªmil...
Resulta que en el segundo acto ocurri¨® m¨¢s de lo mismo, toda vez que el Madrid apretaba el acelerador y se marchaba, el juego de la comba. Aunque ahora lo hac¨ªa con el fondo de armario, con dos viejos rockeros de oro como lo son Sergio Rodr¨ªguez y Sergi Llull, que met¨ªan triples y bandejas como churros. Tralla que volvi¨® a poner los dos d¨ªgitos de diferencia y que parec¨ªa dejar grogui al Valencia, de nuevo sobreexcitado y fall¨®n, sobre todo en la elecci¨®n de tiro. Pero Davies volv¨ªa a sacar a Tavares de su zona de influencia y, como en los or¨ªgenes, se defin¨ªa con triples que eran pura gasolina para los suyos. Y as¨ª, desde la periferia, el Valencia pon¨ªa al fin en apuros al equipo blanco, francotiradores Harper, Ojeleye y L¨®pez-Arostegui. Un golpe de efecto porque lograron ponerse 42-41; un golpe con rebote y morat¨®n porque ah¨ª fue cuando L¨®pez-Arostegui encar¨® el aro en solitario para poner por delante al Valencia. Era un mate para la galer¨ªa, para disfrutar... Y sucedi¨® la tragedia porque sufri¨® un gatillazo y se le encasquill¨® el brazo, error incomprensible y nuevo sprint del Madrid para llegar al entreacto con nueve de ventaja. Lo peleado y ganado, perdido en un soplido.
De nada le sirvi¨® al Valencia el reposo, el tomarse un respiro para atemperarse. Desquicio que evidenci¨® Davies al cometer la cuarta personal nada m¨¢s comenzar la tercera parte. El mejor taronja con la pelota entre las manos escog¨ªa de la peor de las maneras y dejaba al equipo manco. Y darle una peque?a ventaja al Madrid es darle demasiado. As¨ª, a la velocidad de las piernas y cabeza de Campazzo, el equipo de Chus Mateo apret¨® el bot¨®n del hiperespacio y revent¨® el duelo (66-44).
Tiempo de gozo para los jugadores del Madrid, que a la vez que su rival bajaba la cabeza, ellos la alzaban gallardos con miradas retadoras al p¨²blico [al vac¨ªo, en verdad] que no son para provocar sino para alimentar el ego, para aclarar lo buenos que son. Y bien que lo son los Campazzo, Musa, Yabusele y compa?¨ªa. Tanto, que en la semifinal de la Copa hicieron lo que quisieron y cuando quisieron. Un baloncesto de tropecientos quilates y muy por encima del resto que les vuelve a poner en su sitio porque han alcanzado 10 finales de las 11 ¨²ltimas disputadas. Es la ley blanca; el rey de Copas.
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