Insurrecci¨®n de aficionados en la Bundesliga
El problema es d¨®nde colocar la frontera entre el sentimiento y el mercado. Los aficionados no se van a resignar y tienen a mano un poder del que los fondos de inversi¨®n carecen: el de actuar directamente sobre el partido
Los aficionados alemanes sabotean los partidos con lanzamientos masivos de pelotas de tenis, monedas de chocolate o golosinas en el minuto 12, el dorsal del aficionado. Y no siempre s¨®lo en el 12: el Hannover-Hansa Rostock se par¨® hasta once veces. Y las interrupciones a veces duran: hasta 32 minutos en el Hertha-Hamburgo.
La protesta obedece a que la DFL, que agrupa a los clubes profesionales, negocia la entrada de compa?¨ªas extranjeras expertas en marketing, digitalizaci¨®n e internacionalizaci¨®n a cambio del 8% de los derechos de televisi¨®n por veinte a?os. La decisi¨®n se vot¨® ...
Los aficionados alemanes sabotean los partidos con lanzamientos masivos de pelotas de tenis, monedas de chocolate o golosinas en el minuto 12, el dorsal del aficionado. Y no siempre s¨®lo en el 12: el Hannover-Hansa Rostock se par¨® hasta once veces. Y las interrupciones a veces duran: hasta 32 minutos en el Hertha-Hamburgo.
La protesta obedece a que la DFL, que agrupa a los clubes profesionales, negocia la entrada de compa?¨ªas extranjeras expertas en marketing, digitalizaci¨®n e internacionalizaci¨®n a cambio del 8% de los derechos de televisi¨®n por veinte a?os. La decisi¨®n se vot¨® entre todos los clubes y alcanz¨® exactamente la mayor¨ªa de dos tercios requerida. Pero el CEO del Hannover vot¨® contra el mandato del propio club, lo que ensuci¨® la legitimidad del resultado. Los aficionados exigen una nueva votaci¨®n.
?Es para tanto? La misma empresa, CVC, con la que est¨¢ pactado el acuerdo, tiene con LaLiga un acuerdo similar, al que se opusieron Madrid, Barcelona y Athletic, que prefirieron quedar fuera, y aqu¨ª no ha producido alborotos.
Pero el aficionado alem¨¢n se siente copropietario y tiene fobia a la entrada de dinero exterior. No quiere ver sus clubes como est¨¢n los de la Premier. En la DFL existe la norma 50+1 por la que nadie puede dominar m¨¢s del 49% del club, que no afecta a Bayer Leverkusen, Wolfsburgo y Hoffenheim porque cuando se aprob¨® ya eran de la Bayer, la Volkswagen y SAP, empresas alemanas. Pero recientemente se ha forzado con el Leipzig, de Red Bull. Creado en los s¨®tanos del f¨²tbol alem¨¢n, fue ascendiendo y cuando lleg¨® a la Bundesliga se le abri¨® la barrera por la conveniencia de tener un gran equipo en la parte excomunista del pa¨ªs, la vieja RDA. Eso puso las orejas tiesas a los aficionados de toda Alemania.
La pregunta es cu¨¢les son los derechos de los aficionados que llenan el campo y lo colorean. Antes lo eran todo, porque los ingresos del club se reduc¨ªan a su aportaci¨®n. En los setenta se empez¨® a hablar de ingresos at¨ªpicos: televisi¨®n, a¨²n escasa, distintivos de marca, anuncio en la camiseta... Ya aquello se discut¨ªa. Recuerdo un debate paralelo sobre si val¨ªa la misa en televisi¨®n y si val¨ªa el f¨²tbol en televisi¨®n. El consenso social fue que lo primero era admisible para personas impedidas, pero lo segundo en ning¨²n caso: s¨®lo la presencia en el campo, y sin paraguas si llov¨ªa, te legitimaba como aficionado de pelo en pecho. En la final de la XXV Copa de Europa, contra el Liverpool en Par¨ªs, el Madrid estren¨® por sorpresa rayas de Adidas y perdi¨®. Muchos lo achacaron a esa decisi¨®n blasfema.
Pero televisi¨®n y m¨¢rketing ya pagan la mayor parte de la factura. En la media de los clubes espa?oles la asistencia a los campos significa el 13% de los ingresos y en Alemania roza el 12%. Ellos son ahora el ingreso at¨ªpico. Un madridista marroqu¨ª me dijo hace a?os: ¡°Ustedes creen que el Madrid es suyo, pero ya es de todo el mundo. Nosotros tambi¨¦n lo queremos, compramos su camiseta y vemos sus partidos¡±. Los aficionados que no van al estadio pagan uno por uno mucho menos que los que s¨ª van, pero son much¨ªsimos m¨¢s.
El problema es d¨®nde colocar la frontera entre el sentimiento y el mercado, claro. Los viejos y pur¨ªsimos aficionados no se van a resignar y tienen a mano un poder del que los fondos de inversi¨®n y directores de marketing carecen: el de actuar directamente sobre el partido. El primer stop a la Superliga lo levantaron los hinchas del Chelsea al sentarse delante del autob¨²s. Ahora las hinchadas alemanas interrumpen los partidos con sus pelotas de tenis para forzar una nueva votaci¨®n. Ser¨¢ interesante conocer el desenlace.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.