El Real Madrid sigue en el m¨¢s all¨¢
El equipo blanco suma su 15? Copa de Europa en un partido que empez¨® dominando el Dortmund y que desatasc¨® Carvajal, que alcanza a Gento con seis Champions, como Nacho, Modric y Kroos
Nadie puede conocer mejor los caminos que conducen a la eternidad que quien oficia como su creador, el Real Madrid, el equipo que se instal¨® all¨ª en sus principios, que fue expulsado durante d¨¦cadas despu¨¦s de levantar seis Copas de Europa, y que redescubri¨® la f¨®rmula para regresar al lugar que trata como suyo, la gloria que el resto mira con codicia, y con temor reverencial. Y los caminos a veces son extra?¨ªsimos, y sobre todo rara vez son los mismos. De ah¨ª el desconcierto, de ah¨ª la repetici¨®n, la 15? Copa de Europa atrapada en Wembley, el escenario m¨¢s habitual de las finales, que a¨²n no hab¨ªa coronado al rey, que gan¨® en Londres su novena final consecutiva, un partido que no pierde desde 1981.
Contra el Borussia Dortmund ech¨® mano de la agitaci¨®n, del desmantelamiento de lo racional. Despu¨¦s de m¨¢s de una hora atrapado en el laberinto construido por Terzic, enganchado a los ra¨ªles que le dictaban por d¨®nde le estaba dado moverse, sin encontrar soluciones can¨®nicas, hizo saltar la construcci¨®n por los aires en un rapto irracional. Cuando apenas hab¨ªa tirado a puerta y Courtois empezaba a coger un aire al h¨¦roe de Par¨ªs, el Real desmantel¨® la resistencia con una jugada il¨®gica: Carvajal, que mide 1,73m, se adelant¨® a F¨¹llkrug, un especialista del aire de 1,89, y cabece¨® a la red un saque de esquina de Kroos, que tuvo un adi¨®s redondo. El canterano que puso con Di St¨¦fano la primera piedra de la ciudad deportiva del club le abri¨® otra vez las puertas de la gloria.
Marc¨® Carvajal, el ¨²nico de los cuatro ¡ªcon Nacho, Modric y Kroos¡ª que alcanzaron las seis Copas de Europa de Gento que ha sido titular en las seis finales, y as¨ª parec¨ªa introducir al menos un punto de l¨®gica narrativa en el momento irracional que acababa de desatar. La final se dio la vuelta en ese punto, cuando el Dortmund, repleto de novatos en este territorio, entendi¨® que con el Madrid los planes no serv¨ªan para nada, cuando el Madrid oli¨® que hab¨ªa tocado la tecla. Kroos oblig¨® a Kobel a otra parada, como Nacho, como Camavinga. Un alud.
Hasta que nueve minutos despu¨¦s del gol de Carvajal, Vinicius se encontr¨® a solas con el portero, tir¨® cruzado y volvi¨® a marcar en otra final. El Madrid no necesita m¨¢s. El Madrid necesita lo que necesita, y siempre lo encuentra en Europa. Por absurdo que sea. O precisamente porque para ¨¦l no lo es, aunque lo pueda parecer para el resto.
Porque hasta ese punto la l¨®gica dec¨ªa otra cosa. El bal¨®n era del Madrid, s¨ª, pero Terzic dec¨ªa c¨®mo pod¨ªa usarlo. Permit¨ªa que el equipo de Ancelotti se entretuviera y le invitaba a avanzar para atacarle luego al espacio que hab¨ªan creado a la espalda con la falsa retirada. Ah¨ª tembl¨® varias veces el Real.
El Dortmund observaba con cierta calma la laboriosidad con la que el Madrid trasladaba la pelota de una banda a la de enfrente, sin terminar de encontrar por el centro a Bellingham, desgastado en epis¨®dicas cargas de presi¨®n infructuosa con Rodrygo, Vinicius y Valverde. Con ¨¦xito escaso. Adem¨¢s, en los costados, los alemanes hab¨ªan levantado una fortificaci¨®n muy ajustada, en la que Ryerson no se las ve¨ªa a solas con Vinicius; Hummels acud¨ªa siempre al corte final, cuando el brasile?o parec¨ªa ya escapar. Por el otro lado, Adeyemi se hund¨ªa hasta completar casi una l¨ªnea de cinco defensas. Resultaba todo muy previsible, inofensivo. Hasta que asomaba Kroos.
El alem¨¢n, en su ¨²ltima noche con el Madrid, en el mismo estadio en el que se despidi¨® una vez, hace tres a?os, de su selecci¨®n, era el ¨²nico que se saltaba pasos en la ruta circulatoria. Cruzaba ese pase que ha cruzado mil veces de izquierda a derecha a la banda de Carvajal y ah¨ª encontraban alguna rendija. De ah¨ª salieron dos tiros altos dentro del ¨¢rea, de Valverde y Vinicius.
Pese al vaiv¨¦n de parabrisas del Madrid, la pelota solo se mov¨ªa por d¨®nde hab¨ªa dispuesto Terzic, en zonas de poco peligro. Hasta que la rescataban y Adeyemi, Sancho, Brandt y F¨¹llkrug se lanzaban al espacio que hab¨ªa liberado su maniobra de repliegue calculado. Adeyemi se vio solo delante de Courtois, que estir¨® tanto sus casi dos metros que oblig¨® al extremo a esquivarle con un rodeo tan amplio que casi se sale del campo.
F¨¹llkrug tambi¨¦n se vio cara a cara con el belga, y tir¨® al palo. Y tambi¨¦n Brandt, que se hizo un nudo y casi le dio al bander¨ªn de c¨®rner. El primer tiempo se cerr¨® con dos paradas del belga y sin un solo tiro a puerta del Madrid, que no consegu¨ªa descifrar el escenario dispuesto por el Dortmund.
La primera vez que obligaron a intervenir a Kobel fue a partir de un lance desconectado del juego. Vinicius corri¨® con la pelota casi de ¨¢rea a ¨¢rea, lo tiraron al borde y Kroos encontr¨® los guantes del portero tapando la escuadra.
Al inventor de las finales se le hac¨ªa bola la de Wembley, mientras el Borussia Dortmund se relam¨ªa con las ocasiones que acumulaba. El desenlace parec¨ªa a punto de precipitarse en cualquier momento. Se iba a romper la cadena de finales ganadas. Hasta que el inventor de estas noches retir¨® el suelo l¨®gico sobre el que pisaban los alemanes y cerr¨® otro ciclo glorioso de seis Copas de Europa en diez a?os. Como aquel de los 50 y 60 que parec¨ªa inventado. S¨ª, por el Madrid, inventor de la eternidad.
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