El suicidio infantil por malas notas, una acusaci¨®n para los padres
El 1 de julio, un ni?o de doce a?os, en Alcobendas, intent¨® ahorcarse. Parece ser que hab¨ªa falsificado las notas y fue descubierto. Castigado por sus padres, estaba la tarde de aquel d¨ªa en su casa. Decidi¨® entonces ahorcarse. Trasladado a La Paz en estado grave fue internado en la unidad de cuidados intensivos. El estado de gravedad persiste. Los padres sufren una fuerte conmoci¨®n.El mismo d¨ªa, otra noticia llegaba a los peri¨®dicos: un chico de catorce a?os se hiere en un brazo con arma blanca, tras haber sido amonestado por sus padres ante las calificaciones de fin de curso. Parece ser que otro muchacho, de trece a?os, quiso cortarse las venas. A la vez, una serie de muchachos intentaron fugarse de casa por las mismas causas.
Las tentativas de suicidio por motivos escolares no son muy frecuentes, pero tampoco son extra?as. No hace mucho se divulg¨® la noticia de que en la Rep¨²blica Federal de Alemania el suicidio en edad escolar alcanzaba cifras de significaci¨®n preocupante. S¨®lo en el estado de Baviera, a finales del curso 1975, doce escolares acabaron con su vida.
Madrid: 92 casos en tres a?os
Desde que se cre¨® el servicio de siquiatr¨ªa infantil de la residencia Primero de Octubre, en enero de 1974, hasta junio de 1977, los casos de tentativas de suicidio atendidos all¨ª suman 243. De ellos, 92 se produjeron en muchachos en edad escolar. Los datos no son muy significativos, ni son, por supuesto, extrapolables. Pero dan una idea de la dimensi¨®n del problema si comprobamos que es s¨®lo una cl¨ªnica y que realmente acoge a una sola parte de la poblaci¨®n de Madrid.
,-Quiz¨¢ sea interesante se?alar -comenta el doctor Cobo Medina, siquiatra infantil de la residencia Primero d¨¦ Octubre- que la mayor¨ªa de los casos se han dado en ni?as. De los 92 registrados menores de veinte a?os, 71 eran ni?as.
-?Qu¨¦ edades concretas ten¨ªan estos suicidas frustrados?
-Seg¨²n la ficha de que disponemos, la mayor incidencia fue a los dieciocho a?os, con diecisiete casos. Hubo dos casos en ni?os, de once a?os; cinco en ni?os de trece, siete en ni?os de catorce; catorce casos en ni?os de quince, y el mismo n¨²mero en ni?os de diecis¨¦is. A los diecisiete a?os intentaron su suicidarse once; diecisiete a los dieciocho; trece a los diecinueve, y nueve a los veinte a?os.
Retrato de familia
El doctor Cobo Medina, por supuesto, no quiere referirse a ning¨²n caso concreto, y tiende a generalizar un retrato familiar en el que estos casos se producen con mayor frecuencia.
-Normalmente se trata de familias de clases medias. Por lo com¨²n, el padre es un ser muy ocupado, que trabaja mucho y ve poco al hijo. O mejor, que dialoga y convive poco con su hijo. El escaso tiempo que pasa con ¨¦l 16 invierte en preguntarle por su labor profesional, enfocada exclusivamente a los rendimientos. Es como si al padre s¨®lo le preocupara la rentabilidad escolar de su hijo. Normalmente este cuadro se presenta en clases medias de un status econ¨®mico sostenido, sin problemas acuciantes. En el fondo, late un problema de falta de comunicaci¨®n.
Es curioso se?alar que los padres se sorprenden mucho cuando alguno de sus hijos intenta suicidarse, Realmente, a ra¨ªz de una tentativa de este tipo, los v¨ªnculos familiares sufren una honda transformaci¨®n. Por un lado, existe el temor de que el hecho pueda repetirse, por lo que los padres toman una actitud poco real, postiza. Y, por otro, el no saber realmente c¨®mo deben actuar.
-La ¨²nica soluci¨®n -apunta el doctor Cobo- es profundizar en las relaciones padre -hijo. En definitiva, establecer o reanudar el di¨¢logo.
El ni?o
-?Y el ni?o? ?Es un ni?o normal el que intenta el suicidio?
-No tiene por qu¨¦ ser anormal. Lo que ocurre es que en el ni?o el estado de depresi¨®n al que va ligado el suicidio tiene unas caracter¨ªsticas distintas a las del adulto. El ni?o vive situaciones de impacto. La ansiedad o la depresi¨®n se manifiestan en ¨¦l con una mayor intensidad, sin un proceso de incremento como en el adulto. Son situaciones quiz¨¢ pasajeras, pero intensas, muy agudas. El ni?o toma conciencia de la depresi¨®n de forma inmediata. Y entonces act¨²a obedeciendo sus impulsos. Otro de los hechos que llama la atenci¨®n en estos casos es la forma de intentar el suicidio. Mientras las ¨²ltimas noticias nos hablan de suicidios al modo tradicional -horca, cortes-, el doctor Cobo se?ala que la forma m¨¢s com¨²n de los casos llegados a la cl¨ªnica son precisa mente por intoxicaci¨®n medicamentosa.
-El Optalid¨®n es el medicamento del suicidio. La mayor¨ªa de casos llegados a nuestra consulta lo fue ron por ingesti¨®n de f¨¢rmacos y concretamente, por Optalid¨®n. De be llamarse la atenci¨®n sobre esto porque muestra que los ni?os tienen f¨¢cil acceso al botiqu¨ªn casero.
El punto de vista de sicolog¨ªa escolar
El punto de vista de la sicologia escolar puede quiz¨¢ explicar otras cuestiones. Hablamos con Pilar Ortiz, especialista en sicolog¨ªa infantil.
-Yo dir¨ªa que no es la mala nota en s¨ª la causante directa de estos hechos, sino el tipo de relaci¨®n con los padres. El ni?o crea su mundo, que puede no ser real, pero que es el suyo, el que ¨¦l siente y vive. Si identificar mala nota con castigo, y la figura que ¨¦l tiene de su padre es una figura r¨ªgida -el ni?o la ve as¨ª, aunque quiz¨¢ no sea la realidad- toma conciencia de un sadismo, hipervalora el castigo en su fantas¨ªa. En su interior, el ni?o ve figuras s¨¢dicas que no admiten fracasos. Pilar Ortiz define a los padres de estas criaturas en dos vertientes. O son padres que han tenido fracasos en su vida estudiantil, que no quieren ver reflejados de ninguna manera en sus hijos, o bien son padres de brillantes carreras que exigen a sus hijos un comportamiento similar. En este segundo caso, el ni?o siente que no puede llegar a ese brillo paterno y no puede soportar la situaci¨®n.
-De todas formas, estos hechos no conducen al suicidio como norma, sino que se manifiestan en otro tipo de s¨ªntomas, como la introversi¨®n, hacerse pis, y otros.
Un aspecto a destacar es la necesidad de que los padres tomen conciencia de que en el problema est¨¢n implicados ellos de forma directa.
-Al padre le cuesta aceptar su culpa -insisto en que no me refiero a ninguno concreto- y reconocer que no hay una comunicaci¨®n real. Cuando desde muy pronto el ni?o ve figuras r¨ªgidas y severas, es f¨¢cil que el ni?o asimile un entorno temeroso. Y despu¨¦s, aunque se establezca un di¨¢logo, es quiz¨¢ un di¨¢logo falseado por esa conciencia que ¨¦l tiene de rigidez que acaba frustr¨¢ndole.
El colegio, desde el punto de vista de la sicolog¨ªa infantil influye poco en estos hechos. La figura que interviene realmente es la del padre, que el ni?o puede, incluso, sustituir por la del maestro. Pero la influencia del colegio es mucho menor.
-Las soluciones habr¨ªa que buscarlas en la sensibilizaci¨®n de los padres, en decirles que ellos est¨¢n implicados, que es un problema de relaci¨®n de los dos y no aislado del hijo. Deben revisar la relaci¨®n con sus hijos. Y esto es dif¨ªcil, porque el ser humano tiende a culpar a los otros. Es m¨¢s f¨¢cil aceptar la enfermedad del hijo. Y yo creo, sinceramente, que habr¨ªa que empezar por una terapia de los padres.
Por ¨²ltimo, Pilar Ortiz se?ala que en estas tentativas frecuentes puede haber tambi¨¦n un componente de llamar la atenci¨®n sobre si, m¨¢s que un intento real de acabar con la vida. Pero esa frontera no puede determinarse, porque para el ni?o, un accidente o acabar con su vida puede ser su forma de llamar la atenci¨®n.
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